Vuelta al Bufete

2065 Words
El lunes después de que su mujer le preparara un fin de semana de relax y sexo con la excusa de consolarlo por no conseguir ser socio del bufete, se presentó temprano en su despacho para repasar los casos que tenía activos. Sentado en su mesa podía ver el despacho de la nueva socia, cuando él llegó ella ya estaba, iba de un lado para otro quitando y colocando cosas, se lo estaba dejando a su gusto, a media mañana Giselle lo fue a ver, se quedó de pie mirándolo fijamente con una sonrisa, Alan apartó la mirada un momento del ordenador para ver que era ella y la volvió a centrar en la pantalla sin hacerle caso. — Buenos días, no me vas a felicitar como han hecho todos esos pelotas de ahí fuera. Alan la volvió a mirar fugazmente. —No sé de qué tendría que felicitarte. El miraba la pantalla intentando mantener la calma esperando que ella se largara de allí. Giselle sonrió y se acercó a su mesa parándose detrás de la sillas que habían delante para las visitas. — No sabes porque me tendrías que felicitar pero bien que te preocupabas de poder ser tú el nuevo socio, ¿o es que tienes mal perder? No pudo aguantarse más, se puso de pie y se inclinó hacía ella apoyando las manos en la mesa. —Mira, tú y yo, no tenemos porque soportarnos, tú haz tú camino que yo haré el mío, ahora si no te importa sal de mi despacho que tengo trabajo que hacer. — Huy, pero si está enfadado porque no ha conseguido lo que quería. —Estoy enfadado porque tú sabías quién era yo, tú me viniste a ver al gimnasio. Sabías que yo esperaba ser socio y no tuviste los ovarios de decirme nada, quisiste humillarme en el último momento. Giselle dio la vuelta a la mesa y se colocó delante de él mirando para arriba por la diferencia de altura. — Tú fuiste muy amable y educado en el gimnasio, huy calla, que te pillé mirándome el culo. —Te has comportado como una cabrona, sal de mi despacho. Alan se sorprendió al ver como un dedo de ella le tocaba el abdominal y subía pasándole por el pectoral acabando en su hombro. — Tú eres dominante ¿verdad?, eres un macho alfa, te gusta dominar a las mujeres sexualmente. Alan no podía creer lo que estaba diciendo Giselle, pensó que coño tenía que ver lo que estaban discutiendo y el trabajo con lo que acababa de decir aquella tía. Ser dominante, macho alfa, pero de que ostias hablaba. —¿Pero qué coño dices?, vete de mi despacho y déjame tranquilo que tengo trabajo. Ella le miraba con unas sonrisilla siendo consciente que le había sorprendido. — Esta bien no te enfades, ya me voy, ¿quieres que me despida diciéndote, “Hasta luego amo”? Salió con una media risilla y Alan se volvió a sentar pensando que esa tía estaba como una puta cabra, estaba seguro que esa manera de ser y actuar le traería más problemas al bufete que beneficios. Al medio día comió con Leo como casi cada día, él le preguntó que le parecía la nueva socia y Alan no le quiso explicar nada de lo sucedido ni lo que pensaba realmente, le dijo que ya se vería con el tiempo si era buena o no para el bufete. Acabó su jornada y se fue para casa, cenó con su familia y estuvo con los niños un rato antes de que se fueran a dormir, como cada noche se sentaron en el sofá un rato Aisha y él para hablar de sus cosas. Ella le preguntó por la nueva socia y Alan le contestó que todavía era pronto para evaluarla, no le quiso explicar el episodio de esa mañana con ella en su despacho, le había parecido tan surrealista que prefería olvidarlo. Pasaron dos días con toda normalidad, Alan seguía con sus casos, Aisha trabajaba por las mañanas en el laboratorio, al medio día estaba en casa y hacía deporte antes de almorzar, los niños iban al instituto privado en un autocar que los pasaba a recoger, y por la tarde los iba a buscar su madre para que tuvieran más tiempo de hacer deberes y para jugar, esperaban que llegara Alan para estar todos juntos, cenaban y un poco más tarde los niños se iban a dormir. El jueves se convocó una reunión a la que estaban citados Alan y Leo, se encontraron en la sala de juntas preguntándose si alguno sabía algo de aquella reunión sorpresa, ni ellos ni varios compañeros que también asistían sabían nada. Estaban todos sentados alrededor de una gran mesa y se abrió la puerta apareciendo Giselle con una carpeta en la mano, a Alan no le hizo nada de gracia, Giselle caminó muy segura de ella y de manera muy profesional apartó la silla que estaba en la cabecera de la mesa sentándose presidiendo la reunión, levantó la cabeza mirándolos a todos y abrió la carpeta. — Muy bien señores, como ustedes saben los socios del bufete siempre han supervisado los casos. Yo personalmente les he escogido a ustedes para supervisar los suyos, espero que trabajemos en equipo y seamos los mejores del bufete, les iré llamando en las próximas horas o días para tener un primer contacto y ponernos al día de lo que llevan cada uno particularmente. Giselle miró de manera rápida y discreta los ojos de Alan, él entendió que estaba volviendo a provocarlo, desde sus inicios en el bufete se los había supervisado Fernando uno de los socios más antiguos y que lo apadrinó desde el primer momento enseñándole muchas cosas sobre la profesión. Cuando salió de la reunión fue a ver a Fernando, se presentó en su despacho. —¿Qué ha pasado con las supervisiones?, llevamos muchos años haciéndolas, ¿y ahora va a cambiar? — Mira hijo, yo me voy a jubilar pronto y espero que te den mi cargo a ti que te lo mereces hace tiempo, no sé quién es esa chica, ni si trabaja bien o mal, te lo voy a decir en confianza y que no salga de aquí. Ella escogió un grupo de abogados y desde arriba, muy arriba, nos dijeron que la decisión estaba tomada y que haría su equipo. ¿Lo entiendes?, su equipo, ¿desde cuándo se ha hablado de equipos en este bufete?, que vamos a hacer ahora, ¿una liga de futbol?. No sé, pero me parece que le están dejando tomar decisiones un poco arriesgadas, si se hacen equipos es para competir entre ellos y no creo que sea buena idea, siempre hemos creído en la cooperación de todos con todos, si uno tenía un problema otro compañero le ayudaba, si se compite, cada uno irá a lo suyo para tener mejores resultados y al final quien saldrá perdiendo será el bufete. —¿Y no has defendido esta postura? — Sabes de sobras que si te lo estoy explicando es porque lo he intentado, ¿Por qué te crees que te he dicho lo de las decisiones arriesgadas?, pero no nos han hecho caso, ni a mí ni a varios socios que piensan como yo, ya te digo que esto viene de arriba del todo. Arriba del todo no era otro que el propietario, pocas veces se había entrometido en el bufete, y parecía extraño que de pronto quisiera hacer cambios importantes. Leo fue uno de los primeros que se reunió con Giselle, cuando salió de hablar con ella se pasó por el despacho de Alan. — Vengo de reunirme con la jefa. —¿Y qué tal? — A parte de que está muy buena nada nuevo, no creo que cambie nada, ella supervisará como se ha hecho siempre y listo. —Ándate con ojo vale. — Oye, ya sé que le dieron el puesto que muchos pensábamos que era para ti, pero ¿no te parece que desconfías demasiado de ella? —Es un pálpito Leo, algo me dice que no es agua clara. Leo se fue del despacho pensando que Alan estaba un poco celoso de ella, seguramente si a él le hubiera pasado lo mismo lo estaría, no le quiso dar más importancia. Alan algunas veces que pasaba por delante de las reuniones que Giselle tenía con los compañeros la veía siempre sentada delante de su mesa con el compañero delante en la silla, el escote y la raja de la falda los encontraba un “poco” provocativos. El seguía visitando el gimnasio a diario, no había vuelto a coincidir con ella desde aquel día hasta que se le volvió a poner al lado cuando menos se lo esperaba, corriendo los dos en la cinta parecía que ella le quería decir algo, se quitó los cascos que escuchaba la música. — Veo que sigues viniendo. —Mantengo mis rutinas. — ¿Cómo la de pasar por delante de mi despacho para ver las reuniones con tus compañeros? —Si te piensas que lo hago expresamente vas equivocada, tengo que pasar por delante para ir a cualquier parte ya lo sabes. Ella le sonreía, le puso una vocecilla de niña inocente. — Que desilusión, yo pensaba que lo hacías para verme a mí. —Giselle por favor. — Hay sí, el hombre correcto que no quiere dejar salir sus instintos. Alan se volvió a poner los cascos para no oírla y siguió corriendo, ella miró para adelante con una sonrisilla de saber que lo estaba provocando y lo cabreaba. Cuando se bajó de la cinta fue a hacer sus rutinas de pesas, ella fue haciendo varios ejercicios siempre buscando que él la viera, hacía posturas provocativas que él intentaba no mirar. A Giselle se le acercó un chico que hacía de monitor aquellas horas conversando con ella, Alan siguió con lo suyo pensando que así tal vez lo dejaría en paz. Cuando acabó se dio cuenta que Giselle ya no estaba, salió por el pasillo que llevaba al vestuario y se paró en recepción para recoger su toalla para ducharse, no había nadie, era extraño porque siempre había alguien para atender a los clientes, dio la vuelta al mostrado y se la fue a coger el mismo, y al pasar por delante de una puerta que daba a una especie de almacén escuchó un gemido, la puerta no estaba cerrada del todo y podía ver por el espacio que quedaba, el monitor estaba sin la parte de arriba contra unas cajas, Giselle estaba arrodillada delante de él pegándole una mamada que tenía al chico con los ojos cerrados, la polla del chaval aparecía y desaparecía entera dentro de la boca de ella como si nada, Giselle lo agarró por las caderas y lo estiró en el suelo, se quitó las mallas sin ropa interior, Alan le vio el coño rasurado y como se sentaba encima del monitor clavándose la polla, lo cabalgó agarrándolo del cuello que casi no le dejaba respirar, entre gemidos y con mala leche le dijo que si se corría lo mataba, no creía que alguien pudiera follar con esa mala hostia, ella marcaba todos los tiempos, los de ella y los de él, fue acelerando los movimientos gimiendo más fuerte avisándolo que se iba a correr, cuando Giselle empezó a gritar corriéndose el chico también lo hizo, entonces inesperadamente Giselle levantó una mano y le pegó una ostia en toda la cara que Alan alucinó, el monitor todavía más. — Córrete cabrón, córrete más. Mientras se corrían la tía le estaba pegando ostiones como panes a derecha izquierda. Alan agarró una toalla y se fue a duchar, mientras lo hacía pensó que Giselle estaba como una regadera, no era normal lo que acababa de ver, esa violencia pegándole y moviéndose tan a lo bestia encima del pobre chico, si es lo que necesitaba para sentir placer esa tía tenía un problema, y lo peor es que todo eso lo trasladaría al trabajo, no veía que una persona así fuera los suficientemente estable para tener un puesto de tanta responsabilidad como tenía. Al salir tiró la toalla en un cesto que había para ello y se despidió del monitor que ya estaba en su lugar de trabajo con la cara roja como un tomate.
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