Lara acabó su turno de trabajo, se cambió de ropa y como cada día se despidió de Isa en la puerta trasera del restaurante, cada una arrancó su coche en direcciones diferentes. Lara conducía en dirección a su casa, pensaba en lo que había sucedido en el trabajo, aquel hombre con su hijo, conducía distraídamente, se pasó el desvío que la llevaría a su casa, una hora más tarde volvía. Entró en su apartamento, todo era orden y limpieza, cada cosa colocada minuciosamente en su sitio, en su habitación se quitó toda la ropa dejándola dentro de un cesto que tapó, en el cuarto de baño se miró al espejo, se miraba ella misma a los ojos pensando, estuvo un rato mirándose el resto del cuerpo y se metió en la ducha. Se secó con una toalla que colgó colocándola bien hasta que estuvo como ella quería, salió a la habitación, abrió un cajón, dentro tenía todas las bragas bien dobladas y ordenadas por colores, escogió unas que se puso, cerró y abrió otro cajón de dónde sacó un pijama. Se preparó una cena suave y se sentó en el sofá delante de la tele para tomársela. Cuando acabó se dirigió al balcón con el paquete de tabaco, se sentó y encendió el cigarro dejando ir una espesa columna de humo atravesada por lo que parecían las últimas gotas de la tormenta, cerró los ojos disfrutando del cigarrillo calmando por un momento su atormentada cabeza.
Alan estaba sentado en la cama leyendo algunos informes del trabajo, era demasiado pronto para dormir, vibró el móvil, lo miró de reojo y descolgó.
—Hola Nuria.
—Estaba esperando que me llamaras para decirme que habíais llegado bien, desde luego si no lo hago yo tú no piensas.
Se hizo un corto silencio, Alan pensaba con una sonrisilla en la boca.
—¿El cirujano está de guardia?
Otro silencio, “el cirujano” era la nueva pareja de su ex mujer, en realidad se llamaba Ernesto, precisamente eso, era un cirujano que trabajaba en el mismo hospital que Nuria donde lo conoció. De vez en cuando tenía alguna guardia en el hospital, curiosamente cuando él no estaba era cuando su ex mujer lo llamaba para hablar de su hijo o cualquier otra cosa, ese detalle no se le había escapado a Alan, siempre pensó que en esa relación de Nuria con Ernesto algo fallaba cuando ella lo llamaba a escondidas.
—Solo quería saber cómo habéis llegado para no preocuparme.
—Estamos los dos bien, Quique está en la cama hace un rato, mañana lo llevaré a ver a sus abuelos y pasaremos el día juntos.
—Seguro que disfrutará de estar con vosotros. Sé puntual el domingo al traerlo por favor.
—Sabes que siempre lo soy, ¿estás bien Nuria?, te noto un poco rara.
—Estoy bien, solo añoro a Quique supongo.
—Se acerca el cumpleaños del niño, tendremos que organizarnos.
—Ya lo hablaremos con tranquilidad, falta bastante y no sé ni en qué día cae.
—Es un sábado, ya sabes que me gusta hacer planes con anticipación.
—Me están llamando, bueno, hasta el domingo, que os lo paséis bien.
—De acuerdo, buen fin de semana, recuerdos al cirujano.
—Sí, sí.
Su ex mujer colgó la llamada, Alan miraba el móvil sonriendo dejándolo encima de la mesita, la excusa de Nuria para colgar no había colado.
Nuria cuando se incorporó al trabajo de enfermera se dio cuenta que entre las compañeras habían muchos comentarios sobre los doctores, si este es muy guapo, si este otro tiene fama de follar bien pero no le pidas compromiso, si fulanita está liada con uno que está casado y con niños, en fin, parecía que las enfermeras allí tenían más trabajo en enterarse de los chismorreos de la jodienda en el hospital que de cuidar a los enfermos, ella no quería entrar en ese tipo de comentarios haciendo su vida lo más discreta que podía. Solo con una de ellas, Belén, tenía la suficiente confianza para hablarle de algunas cosas íntimas y tomar algo fuera del trabajo cuando se terciaba, una mujer muy guapa con grandes ojos que parecía tener las ideas muy claras, todas sabían que muchos médicos le tiraban los tejos día sí y otro también, eso provocaba ciertos celos en algunas compañeras no tan agraciadas, lo cierto es que ella no entraba al trapo y que se supiera nunca salió con ningún hombre que trabajara en el hospital.
Nuria por casualidad se ofreció voluntaria para cubrir una baja en un quirófano, así conoció a Ernesto, un reputado cirujano del que las compañeras no hablaban, eso le hacía pensar que debía ser una persona seria que no entraba en jueguecitos follándose a enfermeras. Lo cierto es que lo era, Ernesto era muy responsable y organizado, eso le atrajo, nunca supo si era porque su ex marido no lo fue en casa en su momento, Alan en su trabajo lo era mucho, necesario para no perder muchos millones en las inversiones en las que trabajaba, pero fuera de allí parecía que no le prestaba toda la atención necesaria a las cosas, el despacho en su casa era un caos organizado a su manera, ella siempre se lo recriminó y él siempre se reía. Ernesto era bastante alto, delgado y con unas gafas que le hacían interesante, al menos era lo que a ella le parecía, desde luego no era tan guapo como Alan, se reía sola cuando pensaba que si su ex marido hubiera trabajo en aquel hospital a más de una enfermera se le hubieran caído las bragas al verle, habrían perdido el culo por follárselo. Ese detalle tal vez también le hizo tomar la decisión de emparejarse con Ernesto, ya había estado mucho tiempo con un hombre atractivo, sabía lo que era ver en la cara de algunas mujeres las ganas de cepillarse a su pareja cuando estaban juntos, con Ernesto no tuvo nunca esa sensación cuando salían a cenar o tomar algo.
En una cosa aunque a ella le daba cierta vergüenza pensarlo si que era mejor Ernesto, aquel cuerpo alto y delgado tenía una buena polla, bastante más gorda y larga que la de su ex marido, la vio por primera vez después de que la invitara a cenar y tomar algo en su casa, habían salido un par de veces y él fue muy caballeroso con ella, cuando esa noche se lo ofreció sabía que entrando en su casa era para follar, no sería tan imbécil de proponérselo para no hacer nada, y no se equivocó, una vez sentados en un cómodo sofá, le miró a los ojos, le acarició la cara y la besó. Las manos de Ernesto se le colaron por debajo de la falda buscándole las braguitas, ella esperaba a ver cómo reaccionaba él, estuvo claro que no era tan eficiente en esos menesteres como Alan, se sentía excitada, lógico porque llevaba mucho tiempo sin estar con un hombre, Ernesto con sus finas y eficaces manos de cirujano no le tocaba mal el coño, pero no se podía comparar a la manera que lo hacía su ex marido.
Recordaba a veces con una sonrisilla aquella tarde, era el segundo día que salía con Alan, el primero se habían besado y él le acarició muy sutilmente una teta por un lado pasándole un dedo, le sorprendió que la llamara para pedirle por favor que se pusiera una falda y que la invitaba al cine. No tardó mucho en entenderlo, eso y lo que le dijo cuando entraron a la sala…
—Ven, vamos a sentarnos en las últimas filas, en la fila de los mancos.
—¿Que mancos?— Pensó ella.
Pues lo descubrió muy rápido, en cuanto se apagaron las luces y empezó la película, Alan la miró con una sonrisa, le besó los labios a la vez que se juntaba a ella todo lo que le daba la butaca, ella miró a su alrededor preocupada, se dio cuenta que estaban bastante separados de otra pareja que por lo visto estaban en su misma situación, más que nada por los movimientos de brazos que se intuían. No tuvo tiempo a mucho que notó como la mano de Alan le subía entre los muslos, antes que pudiera reaccionar le había separado las bragas y sus dedos jugaban con sus labios vaginales, un gemido se le escapó dentro de su boca. Por mucho que lo pensó después nunca entendió como Alan consiguió que se abandonara de aquella manera, dejó que la tocara como le dio la gana, se le encharcó el coño en tiempo record notando sus dedos acariciándoselo, introduciéndose en su interior, jugando con ella. Se corrió dos veces antes que él se sacara la polla y se la pusiera en medio de una mano para que lo pajeara, sintió un tercer orgasmo tremendo a la vez que se le mojaba la mano con un líquido caliente y viscoso, sin darse cuenta seguía subiéndola y bajándola alrededor de su pene pringándose la mano y la polla de semen.
Una polla que podía agarrar con la mano para menearla perfectamente, muy diferente a la de Ernesto, cuando aquella noche en su casa le desabrochó los pantalones y le metió la mano por dentro de la ropa interior abrió los ojos de la sorpresa, notó una polla muy gruesa, al menos para lo que había conocido hasta ese momento, la mano no le llegaba a abarcarla entera. Pajeándola suavemente se le mojó el coño de golpe, se excitó y tomó la decisión de follárselo en aquel momento, le bajó los pantalones y los calzoncillos de un tirón, se sentó encima suyo, le agarró la polla y se penetró ella misma dejándose caer lentamente, notando como aquella polla tan gorda le llenaba poco a poco el coño, como rozaba con sus paredes vaginales proporcionándole placer. Lástima que en unas cuantas cabalgadas Ernesto se corrió decepcionado, sabía que ella no había llegado al orgasmo. Se excusó diciéndole que hacía demasiado tiempo que no estaba con una mujer, ella le quitó importancia educadamente, se tomaron después una copa charlando de diferentes temas. El pedazo de paja que se hizo Nuria cuando llegó a su casa no se la quitó nadie.
Pensándolo con el tiempo no tenía muy claro porque acabó conviviendo con Ernesto, la paja que se hizo aquella noche lo hizo pensando en Alan. Cuando salieron del cine en su segunda salida juntos, después de haberse corrido tres veces por culpa de sus dedos jugando por dentro de las bragas, solo tenía una cosa en la cabeza, en la siguiente salida se lo iba a follar, tenía que buscar la manera de estar a solas con él, si con solo los dedos había disfrutado tanto con todo el cuerpo tenía que ser la hostia.
Casualmente, sonrió ella al pensarlo, la siguiente tarde la llamó Alan para decirle que uno de sus compañeros se iba ese fin de semana con sus padres y le dejaba el apartamento donde vivía, que casualidad, él también se moría de ganas de follar, pensó ella. Y tanto que lo deseaba, después de ver como Nuria se entregó en aquella butaca de un cine pensó que se tenía que buscar la vida, tenía que conseguir algún sitio donde poder estar con ella en la intimidad. Cuando se enteró que uno de sus mejores amigos se iba ese fin de semana no dudo en pedirle que le dejara su apartamento, se provisionó de condones para que no faltaran y llamó a Nuria. Desde luego ninguno de los dos se arrepintió, solo entrar en el apartamento se enfrascaron en un beso con lengua con pasión y deseo, se desnudaron uno al otro mirándose a los ojos riendo, los dos sabían que sería una gran tarde, Nuria se dio cuenta en el instante que la arrinconó contra la pared, le bajó y quitó las bragas de un tirón, le subió las piernas para que rodeara su cintura, sin saber muy bien cómo consiguió ponerse el condón y apuntarle la polla pegándole un pollazo empotrándola contra la pared, aquel grito de placer de los dos fue el primero de muchos que llegaron después, el chico que había conocido porque casi le tira un café por encima la tenía contra la pared, la penetraba una vez detrás de otra sin mostrar el más mínimo síntoma de cansancio, el ritmo justo, ni demasiado rápido ni demasiado lento, ella le apretaba la cabeza rodeándola con sus brazos, él le besaba el cuello y el oído, sentía sus gemidos cada vez que la penetraba con decisión, un primer orgasmo se aceleró dentro de su cuerpo. Alan paró de moverse dejándole su m*****o dentro, Nuria jadeaba mientras él le acariciaba la carita con una mano mirándole a los ojos y con la otra la seguía aguantando agarrándola por el culo.
De allí Alan caminó con ella encima, entró en la habitación dejándose caer los dos en la cama, Nuria seguía sintiéndose llena por el m*****o de su amante, si el anterior Alanvo había sido pasional y eléctrico, ahora Alan la follaba de nuevo lentamente, besándole los labios con ternura, ella levantaba las rodillas y abría todo lo que podía las piernas para que llegará lo más profundamente posible dentro de ella. Se volvió a correr con él encima, con ella cabalgándolo, a cuatro patas encima de la cama sintiendo el golpeteo de sus pelotas. Le pareció que la potencia s****l de aquel chico estaba por encima de lo normal, tuvo que quitarle el condón, agarrarle la polla y metérsela en la boca para que después de un rato chupando y succionando se le corriera dentro, fue la primera vez que probaba el semen, ciertamente su experiencia con el sexo no era mucha, pensó que tal como iban las cosas con Alan iba a hacer un curso acelerado sobre el tema.
Aquel sábado por la tarde y la mañana del domingo que volvieron a quedar y follar en el apartamento antes de que llegara el compañero por la tarde, los convenció a los dos que serían una gran pareja, allí empezaron su relación.