Aquella noche antes de dormir le dijo a Alan que no pensaba volver y le pidió por favor a su marido que tampoco lo hiciera él, le contestó que de momento no podía hacerlo, que tenía que encontrar una solución. Aisha se dio cuenta que lo tenía controlado, Giselle hacía lo que quería con él y no tardaría mucho en follárselo.
Alan salió del despacho, se fue a comer solo pensando en lo que había pasado el día anterior en el apartamento de Giselle, nunca se imaginó que su mujer pudiera dar un paso así, a él le había encantado, ver en directo como Giselle hacía que se corriera le excito tanto que no le costó nada correrse él con una simple paja de Aisha.
Cuando acabó se dirigió como cada día a ver a Giselle, llamó a la puerta y se la abrió ella con mala cara, parecía dolorida.
— ¿Estás bien, ha pasado algo?
A Giselle le cayeron unas lagrimas, llevaba puesto un batín que le tapaba todo el cuerpo, no le contestó, caminó con dificultad y Alan se dio cuenta que algo había pasado, le agarró un brazo para pararla y Giselle hizo un gesto de dolor.
— Párate, te ordeno que te pares y te abras el batín.
Giselle se giró con lágrimas en los ojos, se deshizo el nudo y abrió el batín, tenía todo el cuerpo de marcas rojas, Alan miró a un lado y vio la fusta de domar caballos en el suelo, le dio la vuelta a Giselle y en la espalda le atravesaban latigazos por todos lados. Se asustó de verla así.
— ¿Quién ha sido Giselle?, ¿quién te ha hecho esto?
Giselle lo miraba en silencio moviendo la cabeza de lado a lado dándole a entender que no se lo diría.
— Ya sé quién ha sido, ¿puedo hacer algo por ti?
Giselle volvió a negarlo con la cabeza sin dejar de llorar.
Aisha había estado toda la mañana en el trabajo pensando que podía hacer para solucionar el “problema” que tenía Alan y por tanto ella también. No pensaba dejar que una tía loca se lo quitara, tantos años juntos, con dos hijos, una buena familia hasta ese momento se podía ir a la mierda por las locuras de una mujer. Ella sabía que Giselle se iba al medio día del bufete a su casa, comía y se cambiaba esperando que llegaran ellos. Salió un poco antes del laboratorio, se subió al coche y condujo hasta el apartamento de Giselle.
Le abrió la puerta y se le notó en los ojos la sorpresa de verla sola tan pronto. Aisha la agarró por el cuello y la metió en su casa cerrando la puerta detrás de ella.
— ¿Has venido antes para que te vuelva a comer el coño sin nadie delante?
Aisha le soltó un bofetón.
— ¿Te crees que voy a dejar que te quedes con mi marido sin hacer nada, que te lo vas a poder follar cuando te dé la gana?, tú no me conoces.
— Es bueno ¿eh?, folla bien, te deja satisfecha siempre…
Aisha le acababa de dar otra bofetada.
— No te puedes imaginar las ganas que tengo que me folle, que me agarré los brazos con fuerza y me inmovilice, que me penetré, me parta en dos con su polla y me llene el coño de leche haciéndome correr como una loca.
Aisha vio encima de una silla la fusta, la cogió y empezó a darle golpes a Giselle con ella por delante, Giselle se encogió en el suelo para protegerse y Aisha le dio un golpe detrás de otro hasta perder las fuerzas, la odiaba, tenía ganas de matarla, de que no existiera y dejara tranquila a su familia. Dejó caer la fusta al suelo y se fue hecha polvo, nunca pensó que sería capaz de hacer algo así.
Cuando se fue, Giselle se levantó dolorida con una sonrisa, sabía que esa reacción la iba a ayudar, cuando llegara Alan la vería así y le daría pena, solo tenía que llorar un poco para ablandarlo y habría dado un paso importante para llegar a su objetivo.
Aisha llegó a su casa y se duchó, como si aquella ducha le pudiera hacer olvidar lo que había hecho, no pudo comer, se estiró en la cama intentando relajarse. Se durmió y la despertaron los gritos de Alan desde la planta baja, se encontró con él en las escaleras.
— ¿Qué coño has hecho?
— No se dé que me hablas.
— Lo sabes perfectamente, ¿cómo has podido darle esa paliza, estás loca?
Aisha se alteró levantando la voz.
— Se lo merece, no voy a dejar que nos destroce la vida una puta como esa.
Alan se abalanzó sobre ella.
Aisha se giró intentando subir corriendo las escaleras pero él fue más rápido, la agarró por la cintura y la estiró en los peldaños poniéndose encima, le metió la mano por debajo de la camiseta y le agarró el coño. Ella notó la mano de su marido y suspiró.
— Fóllame cariño, fóllame como tú sabes.
Alan le arrancó las bragas, se bajó la cremallera del pantalón y se sacó la polla, se escupió en una mano y se la pasó por el ojete del culo lubricándolo.
— Cariño, ¿qué haces?
— Algo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo.
Le apuntó la polla en el agujero y apretó un poco metiéndole la punta dentro del culo.
— Alan por favor, que no lo hemos hecho nunca.
— Pues ya va siendo hora.
Se dejó caer un poco más metiéndole la mitad de la polla, Aisha dio un grito de sorpresa y escozor en el culo, se quedó callada, sabía que cuando Alan estaba tan excitado no lo iba a parar, él poco a poco se la metió entera, la saco un poco y la volvió a meter, resoplaba de la excitación, Aisha pensaba que dejándole hacer le demostraría que ella era tan buena como cualquier otra, nunca ninguno de los dos había pedido hacerlo por detrás pero ella tenía claro que si él alguna vez se lo hubiera pedido no se hubiera podido negar, el culo se le dilataba y lubricaba quedándole solo una sensación extraña de notar la polla de su marido follándoselo, él la agarraba fuerte por la cintura moviéndose encima cada vez más rápido, notaba como le entraba justa y apretada, se estaba volviendo loco de morbo y placer, se corrió abundantemente dentro de ella, apoyó los brazos en la escalera y se incorporó un poco resoplando recuperándose de la corrida, Aisha se salió de debajo, se puso la mano en el culo para que no cayeran los flujos y se fue a duchar otra vez sin decir nada.
Cuando le caía el agua por encima entró Alan en la ducha y la abrazó por detrás, ella se giró y se besaron, le acariciaba el pelo y se miraban a los ojos, Aisha veía los ojos enamorados de su marido, los mismos ojos de siempre, eso le daba esperanzas, sabía que la seguía queriendo.
— Un día de estos te tienes que disculpar con Giselle, le has hecho mucho daño.
A ella no le gustó nada que se lo pidiera, pero en el fondo se sentía culpable de haber hecho algo malo.
— Deja que pase algunos días vale.
— De acuerdo.