El Experimento

1874 Words
— Desde que empecé a hablar con ella he pensado mucho, en mi inseguridad, en mis miedos, ¿por qué fui tan tonta de no pensar en ellos cuando estábamos juntos?, me apoyé en ti para taparlos, la mente cerrada, me cerré contigo y cerré todo lo demás dentro. En cuanto pensé que tú empezabas a cambiar porque sexualmente fuiste capaz de expresar lo que seguramente siempre habías tenido en la cabeza, que horror, era como abrirle una puerta a mi mente por donde se iban a escapar todas mis debilidades. No supe estar a la altura, yo necesitaba una caja acorazada grande y fuerte, como tú, para vivir tranquila dentro sin sobresaltos, cuando esa puerta se abrió fui tan idiota que pensé que había perdido la confianza en ti, en realidad la estaba perdiendo en mi misma. No supe afrontarlo, igual que no supe afrontarlo después por las prisas en cerrar esa puerta, en volver a entrar dentro de la caja fuerte de mi vida, que nada la altere, estabilidad, dejarte a ti fuera por ser un elemento desestabilizador. ¡Qué idiota!, la caja fuerte se había convertido en una cabaña de madera de mierda que con un poco de viento se movía toda conmigo dentro. — ¿Podrás volver a encontrar esa caja fuerte? — Eso es lo más gracioso, no se trata de cajas fuertes, se trata de saber vivir sin ellas. Lo que tendré que descubrir es si soy capaz de acostumbrarme a la cabaña, conocerla y saber cómo defenderla cuando el viento sople, saber que pared tengo que apuntalar para que aguante. Lo que te quiero decir con todo esto, es que he perdido confianza, es como intentar construir tu propia vida desde abajo porque sabes que los fundamentos anteriores no eran buenos, he perdido confianza en mí y en todo. — Creo que te entiendo. — Lo que tengo que descubrir es si podré volver a confiar en ti para que me ayudes a aguantar la cabaña y no se caiga. — Aquí me tendrás para hacer las comprobaciones que quieras. — Estoy contenta de haber llegado hasta aquí, verte con los niños y veros bien me gusta, pero… Le entraron dudas de seguir hablando. — Sigue por favor. — No sé si podré avanzar más, como te decía estoy en un momento de construcción de mi misma, de coger confianza, tengo miedo de volverme a hacer daño. — Prefiero morirme antes de volver a hacer que sufras por mí, si no quieres avanzar más no te preocupes, para mí ha sido un cambio muy importante llegar hasta aquí, poder hablar contigo, estar todos juntos como el sábado o esta tarde me hace feliz, no te voy a exigir nada cari…, perdona, no puedo exigirte nada, si a ti te está bien a mí también. Aisha sonreía por que había estado a punto de escapársele llamarla cariño. Sabía que él la quería y que haría todo lo posible por no hacerle daño, lo que no tenía claro es que no se lo hiciera ella, poder tocarlo y confiar otra vez. Se despidieron en la puerta con dos besos. — ¿El sábado podríamos hacer algo juntos con los niños?, me lo pasé tan bien el anterior. — No sé, les toca estar contigo. — Te los dejo en casa y vengo yo como el pasado, no se tienen que mover y estoy con ellos igualmente, ¿si te parece bien? Aisha lo miraba con una sonrisilla. — Me parece bien. Alan dio una palmada de alegría, se iba a girar para irse. — Si no traes el bañador del otro día. — Hecho, ¿no te gustó? — Puede que demasiado, mejor otro. — A mi tú bikini me gustó mucho. — Me lo volveré a poner. Los dos reían, Alan volvió a girarse, Aisha dudaba... — Si te quedas a dormir. Alan se giró sorprendido. — ¿Me has dicho que me quede a dormir aquí el sábado? — Si no tienes otra cosa mejor que hacer. — Desde luego que no. Se volvió a girar contento. — Y pasas todo el domingo conmigo, con nosotros quiero decir. Alan reía a carcajadas. — Claro que sí, algo más antes que me gire. — Les toca estar con su padre, si vienes tienes que estar los dos días con ellos. — Y contigo. Aisha bajó la cabeza ruborizándose con una sonrisa. — Y conmigo. Alan estaba eufórico, aquello era mucho más de lo que había soñado. Los dos días que quedaban para acabar la semana habló con Aisha, también fue a tomar algo con Tomás, lo abrazó dándole las gracias a él y a Teresa por haber conseguido que pudiera estar así con Aisha, Tomás le recordó que les debía una buena cena. Teresa también abrazó a Aisha cuando el jueves le explicó lo que habían planeado para el fin de semana. Aisha le siguió confesando a Teresa que no sabía cómo avanzar más con Alan, habían conseguido hablar, encontrarse bien uno con el otro, pero dar otro paso adelante no sabía cómo hacerlo, Teresa la tranquilizó, le dijo que lo había hecho muy bien hasta ese momento y que seguro que encontraría la forma de descubrir más cosas, lo que quería Teresa era que Aisha decidiera por ella misma hasta donde quería llegar. Alan por su parte se había olvidado de plantearle nada a Aisha, le dejaba a ella la iniciativa de hacer las cosas, hasta ese momento le había ido perfecto, mucho mejor que cuando él quiso acercarse, tenía que dejar que ella se fuera abriendo. El sábado antes de ir a la casa de Aisha fue a comprarle un ramo de rosas rojas y un par de botellas de vino blanco del que sabía que le gustaba. Aisha lo esperaba con el mismo bikini y mismo pareo que la semana anterior, le dio dos besos al llegar y él le entregó el ramo de rosas. — Muchas gracias, sabes que me encantan, pero esta vez no traen tarjeta. — Estoy yo, no hace falta tarjeta. Son para ti, gracias por devolverme la felicidad a mi vida. Aisha se emocionó, levantó una mano para acariciarle la cara pero se arrepintió volviéndola a bajar, Alan se dio cuenta del detalle. — Será mejor que pongamos las botellas de vino en la nevera, es más bueno frio. El entró a la cocina con las botellas, ella fue a colocar las flores en un jarrón. Cuando salió Alan, Aisha estaba de espaldas oliendo las rosas, al través del pareo le veía la braguita del bikini enseñando medio culo, se quedó embobado mirándoselo. Aisha sin girarse. — No me mires el culo marrano. — No me puedo quitar los ojos de la cara lo siento. Aisha reía, le estaba empezando a gustar provocarlo. Alan se cambió y salió a la piscina con un bañador tipo bermuda, Aisha le siguió los pasos hasta que llegó a su lado. Aquel era el Alan de siempre — Me gustas más así, como siempre. — Tú estás preci…, muy bien con ese bikini. — Ya, ya, tú lo que quieres es verme él culo. — No te puedes imaginar cuanto, perdona, perdona, no quería decir eso yo… Aisha se descojonaba de risa. — Anda ves a jugar con los niños antes de seguir diciendo tonterías. El día fue pasando, por la mañana Alan jugó con sus hijos en la piscina, comieron, se sentaron en el sofá con Aisha a seguir viendo una serie, dieron alguna cabezadita cada uno para un lado, merendaron los niños y ellos se tomaron un café, las conversaciones se sucedían o recordaban anécdotas de antes, Aisha preparó la cena de los chavales mientras Alan preparaba la de ellos, esperaron sentados con los chicos que acabaran de cenar y les acompañaron a la cama, estaban rendidos de estar todo el día jugando. Después cenaron ellos con el vino blanco que había traído Alan. — Tú eres muy listo, ¿me has traído el vino que me gusta para emborracharme? — No recuerdo haberte visto borracha en la vida, como mucho un poco alegre. — Pues yo sí recuerdo haberte visto más de una vez. — Ya sabes que nunca he tolerado muy bien el alcohol. — La última vez que te recuerdo borrachín casi te tragas mi culo entero. Se reían los dos. — Fue un accidente mujer. — ¿Un accidente?, que no te aguantabas de pie tío. Volvieron a reír y poco a poco fueron dejando de hacerlo, Alan observó que Aisha se ponía sería. — ¿Pasa algo Aisha, estás bien? — Sí, estoy bien, es que necesito hacer algo, pero prométeme que si no sale bien no te enfadaras. — Ya sabes que no quiero exigirte nada, haz lo que tengas que hacer. — Más tarde te lo diré. Siguieron cenando hablando de otros temas, Alan hablaba pero su cabeza estaba pensando qué coño quería probar Aisha, que es lo que necesitaba hacer, la cabeza no paraba de darle vueltas. Acabaron de cenar, se llevaron las copas y la botella de vino al salón para seguir tomándolo allí. Aisha buscó una película para ver y se sentaron juntos en el sofá como hacían habitualmente. Aisha se volvió a poner seria mirando a Alan. — Quiero saber que pasara si te toco, si nos cogemos de la mano, hemos avanzado hasta aquí, pero necesito saber si aguanto el contacto contigo. Alan respiró tranquilo, se había imaginado tantas cosas, que oír aquello le gustó. Levantó una mano y se la ofreció a Aisha, ella la miró, pensó en aquella mano, en las veces que la había acariciado, la había tranquilizado, la había masturb…, se quitó de la cabeza ese pensamiento rápido. Entrelazó los dedos de su mano con la de Alan mirándoselas y las bajó juntas apoyándolas en el sofá, Alan no se atrevió a mirar la reacción de Aisha y miró la tele fijamente con todos los sentidos en alerta, no se atrevía ni a mover un pelo. Aisha respiró profundamente y miró también la película en espera de saber cómo le reaccionaba el cuerpo, pasó un momento y no sentía nada negativo, le gustaba, movió los dedos entrelazándolos con más fuerza, apretando la mano de Alan contra la suya. Alan notó que abría los dedos y pensó que hasta allí había llegado, se dio cuenta que era para cogérsela con más fuerza y sonrió. Esperó un poco, como todo seguía igual y Aisha no decía nada muy lentamente fue moviendo su dedo pulgar acariciándole la mano, primero fue un movimiento lateral parándolo, no pasó nada y devolvió el dedo a su posición inicial volviendo a acariciarla. Aisha lo notó, Alan había movido el dedo pasándoselo por encima de la piel, volvió a hacerlo en dirección contraria, le gustó, recordó como él siempre lo hacía, apretó la mano de Alan y este muy despacio le fue acariciándole la mano como siempre había hecho. Sonrieron los dos, al cabo de un rato de mirar fijamente la película, que en realidad no se enteraban una mierda de que iba, Alan giró la cabeza, Aisha también y se miraron a los ojos. — ¿Qué tal tú experimento? Aisha le sonreía.
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