¿Comiste algo?

1653 Words
Los siguientes días fueron difíciles para Aisha y Alan. La idea que tuvo ella de apartarlo para que reaccionase no le había funcionado muy bien, llevaban varios días separados y él no respondía como ella esperaba. Alan lo que estaba esperando es que fuera Aisha quien lo llamara para volver con ella, si ella le había pedido que se fuera de su casa pensaba que sería lógico que fuera ella quién lo volviera a aceptar, lo estaba deseando pero ella no se lo pedía. Aisha no podía convivir con aquel nuevo marido que se había convertido Alan, lo quería mucho pero necesitaba que él volviera a ser el de siempre, que rectificara, se apartara de Giselle y recapacitara sobre lo que le había pasado, ella se lo advirtió muchas veces y él no le hizo caso. Alan reconocía que su mujer tenía razón, no sabía cómo había caído en las redes de Giselle, no la había tocado pero sentía una atracción, no era s****l, no había sentido la necesidad de estar con ella sexualmente, necesitaba verla, estar en su compañía, se estaba interesando en que le explicara cosas de ese mundo de la sumisión, por otro lado sentía el peso de la familia, de Aisha que la quería muchísimo, de sus hijos que adoraba, se le hacía un lio la cabeza entre el trabajo, Giselle y la familia que no sabía cómo deshacer. Se estuvieron enviando mensajes con Aisha, ninguno de los dos se veía con fuerzas de hablar con el otro, les haría daño y no era seguro que pudieran acabar una conversación sin ponerse a llorar. Pactaron seguir separados de momento, que él fuera a buscar a los niños al colegio cuando quisiera y los devolviera, intentaron no verse, si hablar les hacía daño verse podía ser un drama. Una mañana estaba Alan inmerso en unos documentos sentado en su mesa y escuchó que alguien llamaba con los nudillos en el marco de su puerta. — ¿Puedo pasar? No se hablaban desde que Leo se fue enfadado del apartamento de Giselle, Alan se lo confirmó con la cabeza señalándole una de las sillas de delante de su mesa para que se sentara. — A Marga y a mí nos sabe muy mal lo que estáis pasando Aisha y tú, quiero que sepas que estamos intentando cuidar de ella, la animamos lo que podemos y estamos pendiente de ella y de tus hijos. — Muchas gracias, seguir haciéndolo por favor. Leo hizo un silencio. — Aléjate de Giselle Alan, tú me avisaste a mí en su momento y no te hice caso, casi consigue destrozarme la vida, como sigas te la va a destrozar a ti y a tú familia, ¿no lo ves? — Gracias de nuevo por cuidar de Aisha, dale recuerdos a Marga de mi parte. Leo se levantó saliendo de su despacho convencido de que estaba demasiado enganchado a Giselle y no iba a ser fácil reconducir la situación. Marga y él estaban viendo como los dos sufrían y se les iba todo a la mierda, no sabían qué hacer para ayudarlos. Después de un par de semanas Alan le envió un mensaje a Aisha mientras estaba almorzando en un restaurante cerca del bufete. — ¿Cómo estás? — ¿Cómo quieres que esté? — ¿Y los niños? — Los niños bien, con ganas de verte. — Te importa si los voy a recoger al colegio el viernes y me los llevo a esquiar el fin de semana, siempre les ha gustado mucho hacerlo. — Seguro que les gustará, esta noche se lo diré. — ¿Tú estarás bien?, si te vas a sentir sola podemos hacer otra cosa. — Llévalos a esquiar, ellos también necesitan distraerse y pasárselo bien, no entienden lo que está pasando. — Hablaré con ellos para tranquilizarlos y quitarles preocupaciones que solo van con nosotros. Aisha le respondía con lágrimas en los ojos sentada en su cama. — Habla con ellos, yo lo intento cada día. — Otra cosa, ¿crees que podríamos vernos algún día?, no sé, tal vez cenar juntos y hablar. Aisha suspiraba cayéndole unos lagrimones tremendos por la cara. — ¿Has dejado de verla? Alan se quedó pensativo y tardó en contestarle. — No. A Aisha se le hizo un nudo en la garganta, escribió muy lentamente en su móvil y dudó si apretar el botón para enviarlo, cerró los ojos con dolor en el alma y lo envió. — Lo mejor es que nos separemos definitivamente, no puedo vivir pensando en que estarás haciendo con ella o no, ya no tengo confianza en ti. Mejor separados que hacernos daño. Aisha dejó caer el teléfono y se estiró en la cama llorando desconsoladamente, o él reaccionaba de una vez y volvía disculpándose o daba por acabada una relación maravillosa hasta hacía poco tiempo. A Alan le costó tragarse la comida que tenía en la boca, definitivamente se había acabado su matrimonio, Aisha se había hartado de él, todo por culpa de la nueva socia, se levantó a media comida, pagó y entró en su coche. Llamó a la puerta varias veces, la abrió Giselle sorprendida porque llegara más temprano de lo normal, Alan entró agarrándola por la melena mirándola con odio, la llevó a la fuerza hasta el salón haciendo que se arrodillara. — Arrodíllate puta de mierda, has conseguido hacerme un desgraciado, que me separe de mi familia, ¿y todo para qué? — Yo te daré todo lo que necesites mi amo. — Tú cállate zorra. Se bajó la cremallera del pantalón y se sacó la polla, estiró del pelo de Giselle que no había soltado en ningún momento, ella abrió la boca viendo lo que buscaba Alan y se la metió entera apretando la cabeza de Giselle contra su cuerpo, le empezó a crecer dentro llegando a la garganta, Giselle no podía casi ni respirar, solo le entraba un hilillo de aire que intentaba aprovechar para no sacársela, era la primera vez que le hacía algo s****l y no le iba a defraudar. Alan fue moviendo sus caderas follándose la boca de Giselle agarrándola con fuerza por el pelo, a Giselle le venían arcadas, se ahogaba con su propia saliva acumulada y notaba como la polla de él le golpeaba la garganta sin compasión, el dolor de la estirada de pelo la estaba poniendo a cien, sus manos se aguantaban en los muslos de Alan para no caerse, de pronto empezó a gruñir apretando su manos más fuerte sobre su melena soltándole el primer lechazo en la garganta, después vino otro y otro, Giselle se ahogaba sin poder respirar, tosió y le salió leche por la nariz, Alan veía como su semen salía por todos los orificio de Giselle, y se corría más gritando y gruñendo, su cara estaba roja de no poder respirar pero a él no le importaba, ojala se ahogue pensó. Apartó su mano del pelo de Giselle, esta se dejó caer apoyando las manos en el suelo tosiendo intentando coger aire, le caía el semen al suelo saliendo de su boca y nariz. Alan se guardó la polla y pasó por el lado de Giselle dándole un golpe con la mano en la cabeza, se fue sin decir nada. Giselle se quedó sola riendo, medio ahogada pero contenta, sabía que ya lo tenía, que era suyo. Alan conducía para llegar al hotel donde estaba hospedado todavía excitado por lo que había pasado, cómo podía odiar tanto a alguien y a la vez excitarse tanto, se había corrido como un animal, es cierto que con su mujer no lo había hecho nunca, correrse en su boca, tampoco se lo pidió ni le hizo falta jamás, pero con Giselle parecía que todo era diferente, esa manera de hacerlo, dominándola, obligándola y ella dejándose hacer, ella le estaba sacando algo diferente que llevaba dentro escondido. Al día siguiente trabajó hasta el medio día y antes de comer hizo dos cosas, concertar una visita a un apartamento para vivir y después ir a ver a Giselle, ella siempre salía antes que él, como socia del bufete no tenía que cumplir un horario, solo presentar resultados. Cuando le abrió la puerta se abalanzó sobre ella, le arrancó la bata desgarrándola, le estiró del sujetador rompiéndoselo y con las dos manos le destrozó el tanga dejándola desnuda, la cogió del pelo estampándola contra la pared se puso detrás de ella apretándola con su cuerpo y se quitó la americana desnudándose totalmente, se escupió en una mano y se la pasó por el agujero del culo, se agarró la polla y se la apuntó metiéndosela de un golpe hasta el final, Giselle dio un grito cerrando los puños, Alan le dio un par de golpes de caderas clavándole la polla hasta el fondo, le pasó una mano por delante y se la metió en el coño metiéndole dos dedos dentro de la v****a pajeándola con el resto de la mano moviéndola arriba y abajo, la follaba con los dedos y por el culo con la polla. Giselle gritaba de gusto abriendo la boca y los ojos, él se volvía loco de lujuria sintiendo su m*****o como entraba y salía apretado de las entrañas de aquella mujer que era como el diablo, se corrieron los dos. Giselle se giró pasándole los brazos por el cuello dejando que cayera el semen de su culo por sus piernas. — ¿Has comido algo? — No. — Me limpio y preparo algo para los dos. Alan se sentó mientras Giselle se duchaba, tenía la cabeza baja y se la aguantaba con la mano, era como si todo hubiera pasado demasiado rápido, hacía cuatro días que estaba perfectamente con su mujer y se acababa de follar a otra después de tantos años. Las lágrimas le resbalaban por la cara, seguía queriendo a Aisha pero no podía dejar de ver a Giselle.
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