Después comiendo tuvieron una larga conversación sobre temas que no tenían nada que ver con el trabajo ni con el sexo, Giselle era como era pero tenía mucha cultura, de algo le tenía que servir haber ido a los mejores colegios o internados. Ella estaba contenta, había conseguido lo que quería, lo tenía para ella sola y la follaba con toda la fuerza y dominación que había soñado, tal vez no se ajustaba a lo que sería una dominación clásica como la de Sebástien, lo suyo era más primitivo, más animal, pero la ponía a cien, se excitaba como pocas veces lo había conseguido algún hombre.
La extraña pareja Alan-Giselle entró en un dinámica de sexo sin cuartel, él llegaba a su apartamento y directamente la atacaba, hacía con ella lo que quería, le destrozaba la ropa y la obligaba utilizando su fuerza a hacerle lo que le pasaba por la cabeza, nunca la agredió, pero veía que a ella le gustaba, era más, le animaba a ser más bruto con ella, que la agarrara fuerte, que le estirara del pelo, le diera azotes en el culo mientras la follaba a cuatro patas o se la metía en el culo sin miramientos. Alan perdía la cabeza en esos momentos, se dejaba llevar por algo salvaje que le salía de dentro, una mezcla de odio y lujuria le hacía perder la cabeza pero por otro lado las corridas eran bestiales, Giselle conseguía llevarlo a un estado que nunca antes había conocido. Después de follar como salvajes se tranquilizaban, se duchaban y comían juntos.
Giselle era feliz, había conseguido lo que estaba buscando durante mucho tiempo y Alan no le defraudó, se corría con él como pocas veces lo había hecho en su vida. Solo tenía que mantenerlo en ese estado, provocarlo para que sacara todo el odio que llevaba dentro con ella y a la vez darle conversaciones interesantes para mantenerlo enganchado a su personalidad.
Alan no podía decir que fuera feliz, solo se sentía liberado cuando perdía la cabeza follando con Giselle y podía olvidarse un poco de todo con sus conversaciones comiendo. Fuera de eso el era consciente del daño que le había hecho a su familia y no se lo podía perdonar, sentía una culpa que lo estaba matando. Giselle tenía demasiado poder de persuasión y no se veía con fuerza de acabar con ella, no sabía si era la necesidad de vengarse de ella, lo que llegaba a excitarse o simplemente que era idiota por haber llegado a esa situación.
* * *
“— Lo mejor es que nos separemos definitivamente, no puedo vivir pensando en que estarás haciendo con ella o no, ya no tengo confianza en ti. Mejor separados que hacernos daño.
Aisha dejó caer el teléfono y se estiró en la cama llorando desconsoladamente, daba por acabada una relación maravillosa hasta hacía poco tiempo.”
A partir de ese momento Aisha sabía que tenía que ser fuerte, por ella y por sus hijos que no se merecían sufrir por los errores de sus padres, intentó hacer vida normal cuidándose de ellos, haciendo que fueran el centro de su vida. Trabajaba por las mañanas y se buscaba cosas para hacer para distraerse y no pensar en Alan, muy difícil a principio, más de un día acabó llorando sobre la bicicleta estática mientras sudaba o cuando miraba la hora y era la que llegaba él habitualmente, delante de sus hijos siempre se hizo la fuerte, habló con ellos para que entendieran la situación, tranquilizándolos de que verían a su padre siempre que quisieran.
Ella dio la cara con su madre explicándole la nueva situación y también quiso hacerlo con sus suegros. Los padres de Alan hablaron con él, intentó tranquilizarlos, decirles que lo de Aisha lo arreglarían, que estaba en un mal momento pero intentaría solucionarlo, a su padre no se la coló, sabía lo enamorados que estaban y para que Aisha diera ese paso tenía que pasar algo gordo. Alan no quiso dar más explicaciones de las necesarias.
Marga y Leo en cuanto se enteraron de lo que había pasado se presentaron en casa de Aisha sin dejarla un momento sola, Marga se convirtió en su sombra, la animaba, la consolaba cuando tenía un momento de bajón dejando que llorara en su hombro. Cenaban con ella los fines de semana y le facilitaban la vida todo lo que podían.
Aisha pensaba mucho, recordaba mentalmente lo sucedido, en algún momento de desesperación se había arrepentido de no haber matado a Giselle, después se arrepentía de haberlo pensado, en la cárcel sin ver a sus hijos estaría peor que en ese momento. Necesitaba encontrar una razón, una sola, del porqué Alan le había hecho algo así, había llegado a tener plena confianza en él, le veía en los ojos el amor que le profesaba, se adoraban los dos, disfrutaban sexualmente, nunca tuvo un no para él ni él para ella, ¿qué coño le dio Giselle para quitárselo?, ¿cómo pudo un hombre responsable e inteligente como Alan caer en las redes de semejante tía?, ¿porqué fue más fuerte lo que fuera que le diera o dijera que toda una vida juntos con ella y con hijos a los que adora?. Eran demasiadas preguntas sin respuesta, alguna vez había pensado en ir a buscarlo y hablar con él, que le diera un explicación convincente del porqué, pero nunca encontró la fuerza para hacerlo, sabía que al verlo no podría aguantarse las lágrimas y le haría daño, mucho daño, si no era capaz de pensar en él sin sentirse mal como lo iba a poder tener delante, se desmoronaría, ya se le había desmoronado toda la vida, y tenía que mantenerse fuerte por sus hijos, al menos cuando estaba delante de ellos.
Con la ayuda de Marga y Leo fueron pasando las semanas y los meses, no tuvo ninguna noticia de Alan que no fuera un mensaje cuando quería pasar por el colegio a buscar a sus hijos, desde que le dijo que era mejor separarse él no le volvió a preguntar cómo estaba ni intentó un acercamiento, tenía noticias de él por Leo cuando ella le preguntaba, Leo sabía que le hacía daño hablar de Alan y nunca le explicaba nada del trabajo ni de él si no era ella quien le preguntaba.
Casi había pasado medio año cuando un compañero de trabajo también separado en un descanso le preguntó a Aisha si querría cenar con él, le pidieron una cita, la primera cita después de tantos años, él último que se la pidió fue Alan, se puso colorada y se aturulló la cabeza solo de pensarlo, le dio una excusa y no se la dio. Era un hombre atractivo, buena persona y lo conocía de hacía muchos años, le pidió perdón por haberla molestado, ella le dijo que lo sentía pero era culpa suya, que no se había planteado nada parecido.
Cuando se lo explicó en confianza a Marga esta le dijo que a lo mejor no era mala idea, había pasado tiempo y salir con alguien no significaba que tuviera que acostarse con él, podía distraerse y pasar un rato agradable e ir conociéndolo poco a poco sin prisas. La convenció bastante, Aisha había asociado una salida a cenar con el sexo y una relación y no tenía que ser así si lo aclaraba antes con él, que no tuviera esperanzas ni se le pusiera pesado buscando algo que ella no le podía dar en ese momento.
Dani era un hombre tranquilo y educado con todo el mundo, Aisha hablaba mucho con él en los descansos y más o menos le conocía el carácter, no parecía ser un hombre muy echado para adelante, seguro que le debió de costar mucho decidirse para pedirle ir a cenar.
Una mañana mientras hablaban antes de volver al trabajo Aisha se disculpó de nuevo por cómo había reaccionado cuando le pidió la cita, le dijo que ella en ese momento no buscaba ni una pareja ni un ligue, pero si quería ir a cenar para hablar y pasar un rato como amigos que a ella no le importaría. Dani se llevó una buena sorpresa y por supuesto le aceptó la cena como amigos, hacía mucho tiempo que se había fijado en ella, por edad podía ser una buena pareja para él y atractiva lo era un rato, sabía que tenía una familia y nunca se atrevió a decirle nada pero una vez enterado que estaba separada y había pasado un tiempo prudencial pensó que era el momento de dar algún pequeño pasito acercándose a ella.
Quedaron un viernes en un restaurante, cuando ella llegó él la estaba esperando en la puerta, se la abrió muy amablemente para que Aisha entrara primero, estuvieron hablando de diferentes temas, él se preocupó de darle conversación agradable e incluso hacerla reír como no lo había hecho en mucho tiempo, pasaron un buen rato, a Aisha le pareció mucho mejor persona de lo que ya sabía que era, no le hizo la más mínima insinuación de nada, la trató como a una buena amiga y eso le gustó. Pagaron la cuenta a medias aunque Dani insistió caballerosamente en invitarla, se despidieron en la puerta del restaurante confirmando los dos que se lo habían pasado bien y que lo volverían a repetir, no se dieron ni dos besos, se despidieron hasta el lunes en el laboratorio y se fue cada uno por un lado.