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2576 Words
— ¡Noo! Aquel grito hizo que como siempre, Lydia se sentará de golpe en la cama. Su vista seguía nublada, pero el frio en su pecho la hizo saber una cosa ¡Estaba desnuda! Sacudió su cabeza y de manera lenta, observo como alguien se sentaba a su lado, fue cuestión de segundos para que sus ojos se encontrarán. ¡Había dormido con el alfa más sexy del mundo! Esperen ¿Había dormido con Anthony? No recordaba nada de lo sucedido, estaban en la habitación del pelinegro, era obvio que había sido ella quien se había de alguna manera ofrecido ¡Oh Dios! Tendría que soportar los comentarios del beta de cuarta todo el día. — ¿Por qué gritas a estas horas de la mañana? —el pelinegro pregunto, soltando un bostezo. — ¿Por qué? —hablo limpiando sus mejillas— Te revolcaste con la rubiesita, Anthony ¿Como quieres que este? — ¿Como una persona normal? —preguntó suspirando. Escapar mientras beta y alfa discutían era la mejor idea que se le podía ocurrir en el momento. De manera silenciosa se puso se pie, envolvió la manta en su cuerpo y salió como peo de loca rumbo a la habitación que le habían dado. Avergonzada, adolorida y sobre todo, con una maldita laguna mental. No recordaba la noche anterior y ya había sucedido por segunda vez ¿Qué clase de karma estaba pagando? De pronto era culpa de su padre, el viejo usualmente estafaba a omegas todo el tiempo ¿Era por eso señor? Se preguntó mirando hacia el techo. Debía tomar una ducha, necesitaba ir por sus cosas al apartamento de Julián y de paso tratar de conseguir un empleo, no pensaba quedarse por mucho tiempo en ese lujoso y cómodo apartamento. Se alegraba de tener un pequeño baño en la habitación, podía relajarse en la bañera sin problema alguno, pero quizá lo haría luego, tenía un poco de prisa si no quería ser vista por el beta de cuarta y ser atacada, ni quería imaginarse algo así. Dejo la sabana en el suelo y se metió a la ducha, sus piernas, sus brazos, su pecho, tenían marcas de mordidas y se encontraban rojas ¿Se había acostado con un animal? ¡Maldición! Se lamentaba por no poder recordar nada. Tomo su respectiva ducha y se paro frente al espejo, su cabello era un desastre como siempre, sus ojos acaramelados parecían tristes, agotados, quién diría que su vida daría un giro de 360 grados. La ropa que se había quitado anoche estaba encima del cajón, pues Anthony le había prestado una pijama para que durmiera y se hallaba en la habitación de este. Eso era un gran alivio. Se vistió, tomo su celular y se encontró con un mensaje de Julián. Al parecer tenía todas sus cosas listas, aunque no tuviera muchas pertenencias, solo le importaba una sola cosa. Envió un mensaje avisando que se dirigía hacia el apartamento, guardo el teléfono en el bolsillo del pantalón, tomo aire, contó hasta tres y abrió la puerta. — ¿Por qué la casa esta tan silenciosa? —se preguntó mientras buscaba al pelinegro. Miro hacia el segundo piso ¿Estarán allá? Su curiosidad era demasiado grande, por lo que de manera casi silenciosa, subió de las gradas, tratando de hacer el menor ruido posible. Ahora podía escuchar unos susurros, como si alguien estuviera secreteando, camino otro poco y todo se escuchaba con claridad. Adrián parecía en desacuerdo. Alcanzaba a ver a Anthony de espaldas, admirando la vista y al castaño de brazos cruzados, de la misma manera, dando la espalda. — Lo digo enserió, Anthony —hablo el beta— Nunca te ha interesado salir con un omega, siempre sales con alfas o betas ¿Qué tiene ella de diferente? — No tengo una respuesta para eso, mi cuerpo actuó por si solo —respondió sin moverse— Parece una omega normal, no tiene nada de especial, también me preguntó que me sucedió en ese momento... — Quizá si consigues una omega dominante, puedas aclarar tus ideas ¿Qué te parece? —Adrián caminó hacia el pelinegro— Podemos ir al Bar hoy, los chicos me pidieron que te llevará. — Ya que insistes —suspiro. — Ya verás, pronto te olvidarás de esa omega recesiva —palmeo el hombro del pelinegro. Estar sorprendida no era nada inusual. Tampoco esperaba que se convirtieran en una pareja, eran desconocidos prácticamente. Pero escucharlos hablar así sobre ella, la hizo sentirse poca cosa. De pronto quedarse en ese apartamento era una mala idea, quizá debía hacerle caso a los comentarios del beta de cuarta e irse. Suspiro, iría por sus cosas y despejaría sus pensamientos. Debía conseguir un sitio donde dormir, después de todo no pensaba regresar. [...] — Lydia Florez. 20 años. Se presento como omega recientemente —Adrián leía los documentos que tenía en las manos— Es una niña apenas —hablo sorprendido. — ¿Ahora te sientes culpable por comportarte arrogante con una niña? —Anthony preguntó. — No es eso —sus mejillas enrojecieron— Era clasificada como alfa recesiva ¿Es eso posible? — Algo poco usual —musito— ¿No dice nada más? — Vivía con su padre, luego de graduarse del instituto abandono la casa del alfa y como suponemos vivió con Julián Bermudéz hasta el día de ayer, su madre se volvió a casar y vive en el extranjero actualmente. Numerosos trabajos, no hay registros de que se encuentre en la universidad. — Es una vida complicada —concluyó. — Tal vez sería mejor que la dejes quedar en el apartamento —sugirió— Digo, no vives completamente aquí y con los viajes que debemos hacer por la empresa, casi no se verían. — Adri —dijo mirando de manera seria al castaño— Desde un inicio pensaba hacer eso —dijo suspirando— Debería conseguirle algo de ropa, las que usaba estaban algo desgastadas —Anthony se encamino hacia el primer piso. —¡Lo siento! —gritó— A primera vista parecía que quería aprovecharse de ti, aunque aun lo pienso... ¿Qué estoy diciendo? —negó— Me disculparé con ella por juzgarla y tú, tienes que pedirle que se quede aquí. — Si, si, ya lo sé —el pelinegro empezó a bajar las escaleras— Deberías orar para que no se haya ido mientras me insistías en conocer a otra omega. —Hey, eso aún puede ocurrir. Además si no te gusta, porque te opones a conocer una omega dominante —concluyó con tranquilidad, siguiendo los pasos del alfa— Si te gustará la chica sería diferente o ¿Acaso te gusta? — Por favor, Adri. Apenas llevo dos días desde que la conocí y solo sé la información que me diste, aunque no puedo negar que es una omega hermosa. — Tienes razón —concordó— Es pequeña, rubia, tiene una sonrisa bonita y ¿Lo notaste? —preguntó animado— Cuando sonríe sus ojitos parecen dos medialunas, nunca había visto alguien así —suspiro, Adrián choco con la espalda del pelinegro, quien se giró para mirarlo de manera sería— ¿Qué? — Creí que era un ser invisible. Entonces de nuevo las mejillas del castaño se ruborizaron— ¿Yo dije algo así? —preguntó avergonzado— Tiene sus motivos para odiarme... Anthony negó de manera divertida, se dirigió a la habitación que le había dado a la rubia de ojos bonitos, encontrándola perfectamente organizada, algo demasiado extraño— ¿Donde está? — Qué sucede —hablo asomándose. — No está —respondió. — ¿Qué? —preguntó empujando al pelinegro. — ¡Carajo, Adrián! —se quejó levantándose— Casi caigo de cara ¿Qué te pasa? — ¿Qué haces en el suelo? —se giro mirando a Anthony confundido. — ¿ Es enserió? —preguntó dándole una mirada asesina al castaño. — ¿Crees que nos escucho? —preguntó asustado— Tengo su número de contacto, deberíamos llamarla —sugirió. El alfa llevo sus manos a los bolsillos del pantalón— Encargate de encontrarla —ordenó. — ¡Si! [...] — ¿Estás bien chica? — Si... Lydia se encontraba en el suelo, escondiendo su cabeza en sus rodillas. Se había estado sintiendo mal desde que abandono la casa de Anthony y quería creer que era por no haber comido nada la noche anterior, ni esa mañana. Había llegado a la casa de Julián, pero al parecer no se encontraba, pues estuvo tocando el timbre por más de 10 minutos y nadie abría. Se había resignado, se dejo caer al suelo sintiendo cero energías en su cuerpo. — El alfa de este apartamento salió muy temprano —le hizo saber— ¿Ya te comunicaste con él? —la vecina, una omega demasiado dulce. — Me dijo que viniera... — Oh —la omega se enderezo— Ahí viene. — Lydia... —el pelinegro hizo presencia. — Por fin —dijo poniéndose de pie— Gracias por decirme que te encontrabas —se cruzo de brazos. La omega se adentro a su apartamento, dejándolo con Julián en el pasillo. No tuvo tiempo ni de agradecerle por su amabilidad. — Estaba comprando las cosas para que almorzáramos juntos —dijo enseñando las bolsas en sus manos— Se que te gusta cuando preparo comida para ti. — ¿Comida? —los ojos de la rubia brillaron— N-No tienes que molestarte. ¿Se había mostrado desesperada? Aparto la mirada y empezó a golpear su pie contra el suelo. Esperaba que el pelinegro volviera a insistir, porque realmente tenía hambre. — Vamos —Julián le sonrió— Se que quieres que vuelva a insistir —comento abriendo la puerta de su hogar— Prepararé algo delicioso, para ti ¿Qué te parece? — No creas que con eso te disculparé... Lydia se adentro a la casa del alfa, el olor era familiar, después de todo llevaba viviendo con el pelinegro desde hace 3 años prácticamente. Sus pertenencias estaban dentro de una caja encima del comedor y se sorprendió al notar las pocas cosas que podía llamar suyas. A un lado de la caja, estaba Jay. Su conejo de peluche, su posesión más valiosa y el ultimo recuerdo de su madre. Le costaba admitirlo, pero el olor que desprendía ese conejo, le recordaba a su madre y eso hacía que pudiera dormir todas las noches con tranquilidad. Se acerco a sus pertenencias y tomo al peluche en sus manos, llevándolo a su nariz y por acto siguiente, abrazándolo con fuerza. — ¿Donde dormiste? —preguntó desde la cocina. — En casa de un amigo adinerado —respondió. — Oh el alfa que estaba contigo ayer —concluyó. — Si... Hablando de lo sucedido ayer —Lydia dejo el conejo en la mesa— ¿Como sabia tú madre donde estábamos? — Fue una coincidencia... —respondió— Me enfrente con esos tipos, pero no fue suficiente. Yo, tengo un localizador —le confeso— Mi madre en todo momento sabe donde me encuentro y llego enseguida para ayudarme. Pero me advirtió que me alejará de ti. — De nuevo... ¿No te cansas de que te diga con quien y no hablar? Julián es tu maldita vida —hablo irritada— No tengo intenciones de vivir en este apartamento de nuevo, por lo que puedes estar tranquilo, no me verás luego de hoy, pero ¿Y cuando te enamores de alguna omega? —preguntó— ¿También permitirás que lo aparten de ti? Llegará el momento en donde debas elegirte a tu mismo, no a tú familia. — Lo sé —Julián susurro— Por eso lamento demasiado lo de ayer. No sabía que esa zona era frecuentada por secuestradores, confié en Liam, pero el maldito nunca respondió. Estoy muy arrepentido de haberte llevado ahí, debo agradecerle a ese alfa por ayudarte. — No tengo intenciones de ver a ese alfa tampoco —admitió— Estoy buscando mi propio camino, Julián. Solo vine por mis pertenencias y como mi estomago esta vació, aceptaré la comida y me marcharé —lo apuntó. [...] — ¡Eso es trampa! —gritó Lydia— Me hiciste caer, maldita sea. — ¿Trampa? Supongo que se me deslizo el dedo por el botón —comento riéndose. ¿Que iba a comer y se iría? La rubia se encontraba entretenida jugando con Julián. Habían cenado y Lydia nunca había probado algo tan delicioso en su vida, por lo que accedió a quedarse un rato, pues siempre que comía algo muy delicioso por obligación debía tomar una siesta, algo raro. Cuando despertó, encontró al alfa jugando, entonces recordó las noches de juego y cerveza, los fines de semana cuando veían películas de miedo y ninguno aguantaba. Tenía recuerdos increíbles en ese apartamento. El timbre de la casa fue tocado y ambos se giraron en dirección a la puerta. De inmediato la rubia supo de quien se trataba, por lo que su cuerpo se tenso y se puso de pie, yendo a tomar sus pertenencias, debía marcharse lo más rápido posible. — Carajo... —se regaño— Debí irme luego de haber despertado. — No te preocupes, hablaré con ella y tu aprovecha y escapa. — Esta bien —dijo no muy convencida. El timbre sonaba de manera intensa, Lydia sostenía la caja con sus pertenencias de manera fuerte, pues la presencia de la señora Bermudéz era fuerte y amenazante, estaba empezando a asustarse. Se quedo atrás cuando Julián camino hacia la puerta y mordió sus labios cuando la puerta se abrió de manera brusca. — ¡Madre! — ¿Qué carajo hace aquí esta omega? —preguntó tomando por el cuello a la rubia. — M-Mierda... —se quejo. — Suéltala, solo vino por sus pertenencias —le hizo saber el pelinegro, poniendo su mando en el brazo de su madre. La tensión que había en el apartamento empezó a incrementar, Lydia poco a poco empezaba a lagrimear y a estar falta de aire. Sus pies habían empezado a elevarse, no tocando el suelo bajo sus pies. Escuchaba solo murmullos, no lograba ya entender lo que hablaban, pero cuando cayó toscamente al suelo y vio el rostro preocupado de Adrián Reyes, alias el beta de cuarta frente suyo, suspiro aliviado. — ¿Estás bien? —preguntó poniendo sus grandes manos en las mejillas de Lydia. — ¿Quién es este? —pregunto la pelinegra mirando a alfa. — No busco problemas, solo vengo por la rubia —Anthony le hizo saber con tranquilidad. — Le advierto que se mete en un gran problema con esa chica —menciono con burla— Yo de usted me deshago de ella de inmediato. Anthony camino hacia Lydia, se agacho a su altura y la tomo en brazos, como había hecho el día anterior— Andando, Adri. Prepara el auto —le ordeno al beta. — ¡Si! — ¿Quien te crees para ignorarme? —la señora Bermudéz camino hacia el alfa. De nuevo el cuerpo de Lydia tembló y bastó una mirada de Anthony hacia la alfa pelinegra, para que detuviera sus pasos. Ojos enrojecidos, mirada asesina y aura tensa, desvió la mirada hacia Julián, quien sujetaba a su madre y este simplemente bajo la mirada, justó como el día de ayer— Hora de ir a casa —musito, abandonando el apartamento.
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