— ¿Como demonios conseguiste que te dieran una casa?
— No soportaron mi ternura —respondió la rubia orgullosa— Y quitate, no me dejas ver mi programa —miro mal al castaño.
— Creí que me habías extrañado —Adrián fingió llorar y se tiro a los pies de Lydia.
— ¿Quien te mintió? —preguntó con expresión seria.
— ¡Maldito seas, Anthony de la Torre! —grito apuntando a la cocina donde se encontraba el alfa cortando fruta.
— Si, si ¿Quieres dejar de gritar? —el pelinegro camino hacia el sofá— Te corte un poco de fruta, no puedes comer helado todas las noches —extendió un plato con diversos tipos de fruta.
— Pero odio las manzanas —se quejó.
— Si no te comes las frutas no traeré más helado —le advirtió.
— ¿Ya dije que te odio?
— Todos los días —el castaño tomo un trozo de manzana y se la co
