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Cuatro meses transcurrieron con rapidez, el abultado vientre de Lydia parecía en cualquier momento querer explorar y eso tenía a todos con los nervios de punta, recibía visitas diarias de su cuñado; Fernando, Julián usualmente llegaba luego de salir de sus clases y Adrián se la pasaba metido en el apartamento, algo normal en el castaño. Su estado de animo parecía cambiar constantemente, habían días en donde despertaba feliz con la vida y el universo, pero otros en donde despertaba odiando a nada más y menos que al padre de su cachorro, no queriéndolo ver ni en pintura, lo que se le hacía gracioso a todos sus amigos, incluso más a sus ahora; suegros. — ¿Quieres un masaje en tus piecitos? —Fernando se ofreció. — No, gracias —respondió adormilada— Tengo demasiado sueño... — Deberías ir a d

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