Capítulo 4

3482 Words
Mire mi reloj, esta vez habia llegado a mi hora habitual, tarde como siempre y Alfred no se sorprendió al verme pasar, de hecho, me pareció que se estaba burlando de mi con una pequeña sonrisa satisfecha. Antes de acostarme a dormir habia decidido levantarme temprano y darle una sorpresa a Sarah y Alfred, de todo el personal, ellos eran los unicos que notaban mi hora de llegada, era extraño que Alexander nunca me replicara algo por esos minutos de retraso, pero ya que habia llegado temprano un dia anterior no queria que la gente que me conocia se burlara de mi por llegar tarde de nuevo, pero esa noche no habia podido pegar un solo ojo. El libro que me habia prestado Tracy me habia mantenido despierta al hilo del drama, el suspenso y el terror. Yo no era del tipo de persona que solia quedarse despierta leyendo, creia fervientemente que leer de noche cansaba mas la vista y no valia la pena desvelarse por ello, pero ese libro tenia algo que me habia mentenido leyendo pagina tras página y en un dos por tres ya habia terminado de leer, solo que sin poder dormir aterrorizada por todo lo que habia leido, sentia que en cualquier momento escucharía voces que me erizarian la piel, algun ruido que me alertara la presencia de algo maligno o simplemente una sombra con intenciones de llamar mi atención, por primera vez en muchos años volvi a temerle a la oscuridad y todo por quedarme a leer un libro. Fue la primera vez que admire el trabajo de un escritor, quizas era suerte que ese mismo hombre fuera a ser mi esposo, al menos ya tenia un tema de conversación en caso de tener que hablar con él ya que literalmente no nos conociamos y temas entre los dos faltaban. Cuando llegue a la oficina me sorprendio ver a Sarah sentada sobre mi escritorio, ella llegaba temprano, pero no por ello podiamos cambiar nuestros escritorios cuando quisieramos, esto no era como en la escuela, asi que frunci el ceño mientras me aproximaba a ella. —¿Qué sucede aquí? —le pregunte manteniendo una sonrisa suspicaz en los labios. —Alexander me dijo que estarias fuera unos días y que debia ocupar tu lugar mientras estabas ausente—me explico encogiendose de hombros, al parecer a ella tampoco le gustaba la idea de tener que estar sentada ahi. —Pero todavia no me voy—inste confundida, pero Sarah no era la persona indicada para explicarme que estaba pasando. —Perdóname, pero Alexander me dijo que lo hiciera cuando llego—informó aun mas apenada y yo me sentia aun peor, como si me hubieran desplazado. —Le preguntaré que sucede porque no me dijo absolutamente nada—objete dejando mi bolso sobre el escritorio. Llame a la puerta de Alexander, de hecho, era extraño que él hubiese llegado antes que yo, pero efectivamente estaba ahí, me indico pasar luego de unos segundos y al ingresar me aproxime a él con muchas preguntas formulandose en mi cabeza. —¡Oh, ya llegaste! —me dijo cuando alzo la mirada—necesito que firmes esto. Abrio una carpeta y la deslizo sobre la superficie de su escritorio hacia mi. —¿Es mi renuncia?—quise saber, todo eso me resultaba muy extraño. —El es contrato de confidencialidad que debes firmar—objeto frunciendo el ceño, no le habia caido en gracia mi comentario y la verdad es que a mi tampoco. —Claro,pero porque Sarah esta en mi escritorio. ¿Acaso me vas a desplazar o solo cambiaremos de asiento? —Ella se ocupara de tus asuntos pendientes y se quedara como mi secretaria principal mientras tú disfrutas de tus lunas de miel—bromeó, chiste al que tampoco le encontre ninguna gracia. —¿No se supone que eso será después de que envie el contrato? —Anoche sostuve algunas llamadas para confirmar los días en que viviras con ellos, pero al parecer algunos necesitan tu presencia antes de lo esperado, asi que debes mudarte esta misma tarde y de paso puedes llevarle a cada uno el contrato para que sus abogados lo revisen—informó sosteniendo un bolígrafo para mí. —¿C-cómo que esta misma tarde?—proteste— ni siquiera tengo hechas las maletas. —Pues sera mejor que vuelvas y las hagas—me ordeno mostrandose algo cansado de mi reproche, pero es que aunque fuera mi jefe no podia pedirme esto al menos no sin varias horas de anticipación para prepararme mentalmente para esto. Tome el bolígrafo que Alexander aun sostenia en la mano y me aproxime a observar más detenidamente los papeles, el contrato hablaba sobre la parte divulgante que en este caso serian los clientes y la parte receptora que seria yo. En resumen el contrato especificaba las consecuencias que tendria en caso de hacer publica la información que ya sabia y cuales serian las condiciones en que sesuscitaria todo, es decir, mi compromiso para cada caso, como debia actuar y que tenia permitido decir en caso de ser interrogada por alguna autoridad en caso de que fuera necesario. Realmente algunas de las clausulas no las comprendia del todo, eran terminos técnicos que no entendia a la perfección y eso me causaba conflicto, no queria firmar nada que no comprendiera bien. —¿Hasta cuando seran vigente estos contratos? —frunci el ceño, por más que busque la fecha de vencimiento no la encontré. —Cuando se resuelva cada caso o nuestros clientes se sientan satisfechos con tu trabajo—alego sin darme una respuesta clara. —¿No hay fecha?—insistí y como respuesta recibi un movimiento de cabeza. —No, asi que mas te vale hagas tu trabajo para que esto no dure mas de lo que estimo. —Lo haria si supiera con exactitud que debo hacer, tu esposa me explicó como debo verme, hablar y sonreir, pero exactamente ¿Cuando debere hacer todo eso? —En cuanto a Benedict y Nathaniel ya hemos arreglado algunas apariciones en público, pero respecto a Conrad deberas fingir todo el tiempo que son un matrimonio perfecto ya que su hermana vive en su casa. —¿Y no sera sospechoso que yo no este varios dias de la semana? —cuestioné sin entender muy bien su lógica. —Coraline necesita de silla de ruedas para moverse, ella casi no sale y su enfermera no logra si quiera sacarla al sol, pero solo en caso de que le de curiosidad ir a buscarte Conrad le dira que tú trabajas en una empresa de publicidad fuera de londres y que no te permiten renunciar hasta que dejes libre todos tus pendientes por lo que te quedaras en un hotel los dias en que debas trabajar y solo podras ir a casa dos días de la semana hasta que resuelvas tus asuntos. —¿Y ella lo creerá? —Conrad viajo a Escocia solo para comenzar esta mentira, le hablaba todos los dias a su hermana de su nueva novia y un dia simplemente le dijo que ya se habian casado, asi que esta mentira tiene fundamentos solidos para que ella lo crea. Mire nuevamente los contratos frente a mi, donde estaba impreso mi nombre, eran demasiadas responsabilidades para mi, pero al mismo tiempo me sentia comprometida a continuar con esto. Coloque el boligrafo debajo de mi nombre y puse mi firma o mejor dicho mi sentencia. Aun dudaba mucho del como podria ayudarlos, pero mi ganas de ayudar eran mas fuertes que mi incertidumbre. Una vez firmado, Alexander me dio las direcciones de cada cliente y tambien los numeros de sus teléfonos personales. Me indico que antes de llegar a sus respectivas casas debia transformarme en la mujer que seria su esposa y que debia acomodarme y esparcir mis cosas por sus casas como si realmente viviera ahi. —Ve primero a la casa de Benedict, él estara ahi hasta el medio día, acomodate como si estuvieras en tu propia casa y dale los papeles para que los revise, luego iras con Nathaniel, por ahora él no tiene ningún trabajo pendiente asi que estará todo el día en casa, pero trata de no tardar tanto ya que pasaras al hotel de Conrad para que ambos lleguen a su casa como si acabaran de llegar del aeropuerto—explicó dandome un papel con la dirección del hotel y con ello sus ultimas órdenes, como se veia todo esto parecia que no lo veria en un largo rato—te quedaras en su casa esta noche y a partir de ese momento comenzara tu actuación, procura que nadie de su personal se acerque demasiado a ti y no te quites la peluca ni para dormir. —Creo que el cheque que me diste no es suficiente con todo lo que debo de sufrir—bromee para aliviar la tensión que sus órdenes me habian provocado, era mucho que procesar. —¿Quien hubiera imaginado que mi secretaria más confiable era la mas ambiciosa? —se quejo mas lo hizo en tono de broma. —Ojala estuvieras en mis zapatos para que comprendieras como me siento—expresé cruzandome de brazos. —Bueno, si yo estuviera en tu lugar y tuviese que convivir con tres bellezas, no me importaria tener que sufrir. —Es evidentemente que la logica de los hombres no alcanza a comprender el sentir de una mujer—me quejé—no importa, hare lo que me dices, pero te voy a cobrar después la terapia. Tome la carpeta donde se encontraban los tres contratos, la cerre y la coloque debajo de mi brazo. —Te llamare—anunció Alexander mas a mi me sonó como una amenaza. Gracias a Dios hoy no tendria que verle el rostro todo el dia ni seguirlo a todas partes, al menos algo bueno saldria de todo esto. Camine a zancadas por su oficina y luego abri la puerta, pero la cerre demostrando en ella mi molestia al no ser mas comprensivo conmigo. Sarah me miro desde mi escritorio, mi demostración seguramente le habia hecho pensar que me molestaba que ella hubiese tomado mi lugar porque me dirigio una mirada desconcertada, quizas me tenia miedo y con el humor que en ese instante tenia no era para menos, pero mi enojo no era con ella sino con nuestro insensible jefe. —¿Qué pasó? —preguntó Sarah levantandose de mi asiento, quizas temiendo que fuese a pedirle que se retirara de ahi. —Nada, debo ir a dejar estos documentos y luego hacer un encargo que me pidio Alexander, estare ausente por un tiempo asi que espero que no sea mucha molestia que te hagas cargo de mis pendientes—expresé un poco mas tranquila, después de todo eran, por asi decirlo, unas pequeñas vacaciones en tres casas diferentes. —Por supuesto que no, ve tranquila que yo me ocupo de esta oficina—su expresión cambio del temor a la tranquilidad. —Gracias, te debo una. Nos veremos en unos días. —Nos vemos pronto—me dijo haciendo un ademan con la mano, luego de eso sali de la oficina. Hubiese preferido pasear por las calles de Londres para meditar, necesitaba mucha fuerza y voluntad para afrontar tres problemas diferentes, quizas tomar un té y observar el atardecer en un cafe con vista algun parque, algo muy novelesco, pero para mi mala fortuna debia volver a casa y preparar mis malestas. Cuando llegue al departamento, por suerte Tracy seguia dormida, lo bueno de ser una influencer y ganar dinero haciendo videos es que era dueña de su propio horario y no debia darle informes a nadie, con excepción de los impuestos, ahi si tenia que dar cuentas de todo lo que hacia. Fui a mi habitación y enseguida busque las maletas que habia comprado algunos años atrás cuando comencé a trabajar para G&B. Me costo mucho adaptarme, sobre todo por la agenda tan ocupada de Alexander, debia viajar a muchas partes y yo debia ir con él como si fuera su sombra, por suerte para mi, desde que se habia casado los viajes habian quedado atrás. Saque la ropa de las bolsas y la acomode por montones para separar las prendas que utilizaria en cada casa y luego las fui metiendo en cada maleta, las etiquete para no equivocarme y por ultimo tome un bolso rosa grande en donde cabian todas las pelucas, ese bolso seria mi vida apartir de ahora, ademas tambien meti la carpeta con los contratos de confidencialidad. En otro bolso guarde algunas cosas de aseo personal como mi cepillo de dientes, mis peines y por si acaso mi maquillaje, aunque tendria que dividir todo y quizas comprar algunas otras cosas. Ya que no sabia que usar exactamente, opte por ponerme una falda negra recta, una camisa blanca de manga larga y un abrigo ligero rosado, por ultimo me puse unas zapatillas que habia comprado un mes atras, me habian encantado la primera vez que las vi y las compre de inmediato ya que estaban en oferta, solo que el unico problema es que yo no solia usar zapatillas hasta este momento. Eran rosas, mi color favorito. Me ate el cabello como la señora Reese me habia indicado y me puse la peluca rubia no sin antes asegurarla, me veia extraña, la mujer en el reflejo de mi espejo no era yo. Suspire, debia acostumbrarme a ver a esa chica cuando me tocara ir a la casa de Benedict Corwin. Me asome a la sala de estar, Tracy todavía estaba durmiendo, podia escuchar sus ronquidos, eso pasaba porque se quedaba dormida leyendo y no se acomodaba para dormir, era un mal hábito que iba a terminar dañando su salud o mejor dicho su espalda. Camine a hurtadillas por el departamento varias veces para llevar las maletas, no parecia, pero estaban muy pesadas, por suerte el ascensor no estaba muy lejos y no tendria que cargar con ellas mucho tiempo. Suspire cuando finalmente cerre la puerta del departamento, habia escapado de tener que darle una explicación a mi amiga, pero aun asi debia enviarle un mensaje para decirle que esa noche, la siguiente semana y quizas todo el mes no nos veriamos, pero seria mas tarde. Llame un taxi mientras esperaba que el ascensor llegara, por suerte la estacion no quedaba lejos de mi departamento asi que cuando baje al primer piso no tuve que esperar mucho. El taxista me miro extraño cuando entre al auto, quizas mi atuendo no concordaba con el edicio de mi departamento, la ropa que me habia comprado la señora Reese era muy notoria. Solo cuando le di la dirección a donde deseaba ir dejo de mirarme, pero de igual modo tuvo que haberse sorprendido porque la casa de Benedict Corwin no estaba en ningún suburbio cualquiera, sino en un lujoso edificio residencial cerca de Paddintong green. Al llegar me quede con la boca abierta, el edificio era todo menos simple. Era evidentemente el porqué Benedict Corwin habia decidido hacer de ese lugar su hogar y no era para menos, quizas la renta no era nada para él o mejor dicho tal vez ni siquiera pagaba renta y el edificio era únicamente suyo, debia bajar del auto para averiguarlo. Le pague al taxista, quizas pensaba que era una rica millonaria que se habia perdido en un suburbio simple porque senti que me habia cobrado demás, pero no podia reclarmarle, ya estaba en mi nuevo hogar y el que la gente de ese lugar me viera discutir con un aprovechado taxista se veia mal. El hombre me ayudo a bajar las maletas, pero solo eso, el muy desdichado no tuvo la gentileza de ayudarme a llegar si quiera a la recepción del edificio por lo que tuve que tomar mis malestas y arrastrarlas hasta entrar. Con tan solo observar el interior del lugar supe que habia una gran brecha social y económica entre Benedict y yo, todo tenia apariencia de ostentoso y excepcional, por lo que me detuve antes de llegar a la recepción, estaba muy nerviosa y la verdad ni siquiera sabia que decir para que me permitieran la entrada, asi que opte por buscar aquella pequeña hoja de papel con el número de mis esposos, saque mi teléfono movil y marque el numero de Benedict. La linea sono varias veces y él no contesto, volvi a llamar y paso lo mismo, pensé que tal vez él ya se habría ido, pero al mirar mi reloj descubrí que todavia faltaba una hora y media para el medio día, asi que volvi a llamar, espere a que los tonos de llamada entrarán, no obstante, torci los labios cuando la llamada estaba apunto de perderse, él podia ser un rico CEO, pero no podia dejar botada aqui a su esposa falsa. —¿Si, diga?—escuche su voz repentinamente del otro lado del auricular. Suspire dejando ir mi molestia, al menos se habia dignado en tomar mi llamada. —Señor Corwin—trate de mostrarme seria y formal—mi nombre es Abby Connor, nos conocimos ayer en la oficina de mi jefe, Alexander Reese, en G&B. —Ah, es verdad—expresó con pereza—Alexander dijo que vendrias hoy. Cerre mi puño algo molesta. ¿No se suponia que él era quien requeria de mi presencia? ¿Como era posible que olvidara que vendría? —Asi es, señor—dije tratando de fingir calma, aunque él no me estaba haciendo las cosas fáciles—estoy en recepción, decidi llamarlo para evitar tener que explicar porque no tengo llave de su departamento. Le escuché soltar un lamento casi inaudible, pero efectivamente lo escuche, luego solo hubo silencio. —Espera un momento—dijo de repente y colgó. Mire la pantalla de mi teléfono para corroborar que me habia colgado, arrugue la nariz y me cruce de brazos molesta por su comportamiento, no era la forma de tratar a la mujer que fingiria ser su esposa. Al fin de cuentas deje escapar un suspiro, ya sabia como era él o al menos tenia una vaga idea, sabia que mi vida en este lugar no seria fácil por muy lujosa que fuese, Benedict no era un hombre tratable. Esperé por varios minutos, algunas personas me miraban con curiosidad, después de todo era una rubia despanpanante con tacones altos, ademas tenia tres maletas a mis pies y este no era un hotel sino un edificio de apartamentos residenciales. —Disculpe señorita—expresó una voz masculina detras de mi, al girar me di cuenta de que se trataba de un guardia de seguridad. Era alto y fornido, me miro de arriba abajo con recelo, alzo una ceja y luego coloco sus manos sobre su cadera tomando una postura imponente. No vi la necesidad de hacer eso, yo no era mas que una chica debil si me comparaba con él, no estaba ahi para asaltar a nadie—¿Necesita ayuda? —Amm...n-no muchas gracias—mi voz tembló, me aleje un paso de aquel sujeto y lo mire desconfiada, no porque fuese un guardia de seguridad, se suponia que estaba haciendo su trabajo, sino porque temi que notara que mi cabellera rubia era falsa, no debia permitir que la gente se aproximara tanto a mí. —Disculpeme señorita, pero esto no es un hotel—impugno de pronto. Levante la vista hacia su rostro, me miraba mostrando una expresión severa que me erizo la piel, daba miedo. —Lo sé—logre decir, trate de imitar ese tono de voz de Benedict, me mostre desinteresada y desvie la mirada hacia mi teléfono que aun sostenia en la mano. Trate de volver a remarcar el número de mi estúpido esposo falso, pero los nervios me traicionaron. —¿Acaso no me escucho? —insistio, esta vez alzo la voz, quizas en forma de advertencia—discúlpeme, pero le voy a pedir que si usted no es residente de este lugar debe marcharse. Trague saliva y gire levemente la mirada hacia ese mismo guardia de seguridad. Suspiré y posteriormente mire la pantalla de mi teléfono, esta vez remarque el número con exito, escuche los tonos de llamada, pero nuevamente fui ignorada. —Por favor señorita, debo pedirle que se retire—senti su mano sobre mi hombro, eso me incómodo bastante y no iba a dejar que se tomara esa libertad conmigo. Al girar, esta vez con el suficiente enfado para decirle sus verdades note que una mano masculina habia tomado la muñeca del sujeto, la apretaba con fuerza y este únicamente mostro una mirada desconcertante. —Quita la mano del hombro de mi esposa—impugno con severidad, al ver quien era aquel quien le habia amenazado, me encontre con la tipica mirada fria de Benedict Corwin.
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