Parte 4: Si Fuera Mío

1054 Words
—Agares. Los ojos del contrario se suavizaron llenos de ternura, de alegría y al mismo tiempo, rabia, culpa y dolor. Aquellos sentimientos afloraron por la clara idea de que Harvey, había sufrido mucho más de lo que él imaginaba entre penas y cantos llenos de tristeza, el sufrimiento, ahora, había crecido al saber la verdad y aquellas consecuencias nunca las había medido, nunca pensó con claridad que aquella mentira ahora ya fuera de la realidad, impacta con una verdad tan heroica y al mismo tiempo masoquista. El miedo se había sobrepuesto, el miedo a perder lo amado a veces lleva a tomar acciones de las que te arrepentirás, acciones que, si bien son por un bien mayor, terminan por agrandar cada día la herida, por el abandono y la falsa verdad que se tenía. Surgirán cuestiones muy grandes a partir de ahora, enfrentamiento que Samael, al tan solo pensarlo, causan malestar, se dará cuenta de que quizás, tan solo quizás había otras alternativas y que el miedo no solo previene del peligro, sino que te aleja de las posibilidades para enfrentar el mismo. Las manos de Samael abrazaron con añoranza el cuerpo del afligido y arrullaron con suavidad aquella alma adolorida, aquella que solo escuchó a su conciencia, y aquella le dijo que aquel hombre solo se había ido por arrogancia y egoísmo, y que ahora la realidad le muestras la verdadera razón de la desgracia y su verdadero propósito. Repentinamente, un deseo consiente y reprimido se hace presente y en combinación con aquella maldición pintada de rojo, es liberada, deseando entonces el cuerpo del peli blanco, temiendo al instante lastimar tan delicada anatomía a pesar de tantas habilidades sobrenaturales. —Agares. —Asustado lo observa y siente su cuerpo caliente, a punto de perderse en el inconsciente. —Vete, Agares, vete de aquí. —Las venas alrededor de sus ojos y esparcidos en su cuerpo, le hacen sentir la incoherente necesidad de ser aliviadas al tocar su cuerpo. —Te lo ruego, Agares. —¿Q-qué pasa?, Samael, me duele, suéltame. —respira rápidamente, sintiendo el agarre del contrario cada vez más persistente, con el claro mensaje que no lo dejará ir. Inmediatamente, este se remueve, Samael con todas sus fuerzas le suelta y empuja con fuerza; se levanta y retuerce debido al dolor y la necesidad carnal violenta que surge de su interior. Con sus garras lastima su piel, sintiéndose enloquecer entre los gritos de dolor y el deseo. Con fuerza golpea su cabeza contra el piso, impetuoso. —¡No, no, detente! —grita con fuerza y angustia el peli blanco sin saber qué hacer, jamás le había visto así. —¡Noo! —ruge al ver que este se acerca para tratar de ayudarlo. —No puedes ayudarme ahora, por favor, vete. —Con dificultad lo mira a los ojos, sintiendo perder el control poco a poco. —¡Agares, vete! —golpea su cabeza contra la pared, cayendo de rodillas con suavidad. —No, no voy a irme, déjame ayudarte esta vez, Samael. —se acerca rápidamente, se arrodilla tras él y toca su espalda enrojecida. Súbitamente, este se voltea y toma su rostro, lo acaricia, y baja sus manos hasta tocar todo su cuerpo. —Samael, detente. Escúchame… —Tembloroso intenta alejarse. Aquella mirada le indicaba que Samael no estaba en el ahora, en ese momento, ya no estaba, estaba perdido dentro de su propia mente y debía hacer algo pronto para sacarlo de ahí o… —Samael, mírame. —Mi Agares no me abandones, mi Agares perdóname. —Mueve sus manos de manera automática y sin importar el forcejeo del contrario, desgarrando sus ropas. —¡No, Samael, escúchame, detente! —forcejea inútilmente. —Samael, escucha, estoy aquí, no voy a irme, no voy a irme nunca más. —Logra empujarlo con fuerza para alejarlo por unos segundos, este vuelve a lanzarse sobre él y muerde su cuello con fuerza. —¡Ah, no, Samael! —grita y golpea con fuerza su espalda, sin obtener nada a cambio. —¡Avellana, alguien, ayúdeme! ¡Ah…! —gimotea al sentir la lengua del contrario recorrer su cuello de manera inevitable. Golpea una y otra vez con la vista ahora nublada, estaba absorbiendo su sangre rápidamente. —Ayu… ayuda… Samael… Por favor. —se desmaya finalmente, derramando una suave lágrima por su mejilla. Algunos gruñidos terminaron de salir de su garganta, y sus ojos ennegrecidos poco a poco desaparecieron, dejando respirar pausadamente, volviendo así mismo. Sacudió levemente su cabeza y observó horrorizado con lágrimas en los ojos, lo que acababa de hacer. —No, no, no, no, Agares, ¡Agares! —grita desesperado, sin saber qué hacer. —Por Dios. —Avellana corre inmediatamente y trata de acercarse a su padre. Un gruñido sale de las fauces de Samael junto a unos ojos ennegrecidos al instante, amenazadores. —Samael, soy Avellana, mírame. —traga a fondo mientras se mantiene alerta. Samael respira pausadamente y poco a poco desaparecen aquellos colmillos, garras y ojos turbados de negrura, dando paso a la desesperación y al llanto. —Mi Agares ¿qué le hice, Avellana? Por favor, ayúdame, ayúdame, ayu… —¡Padre! —grita finalmente viéndolo a los ojos, que sorprendidos dejan de llorar en aquel instante. —Padre, escúchame, todo va a estar bien, solo está inconsciente, estaba enfermo desde antes, por supuesto no iba a resistir que tomarás de su sangre. —acerca con cuidado sus manos y acuna su rostro aún temeroso de sus desvaríos. —Todo va a estar bien, Padre. —Entre lágrimas, impresión y confusión este asiente cansado. Nunca imaginó que alguno de los dos hermanos le llamaría padre, algunas, nunca. —Está bien, ¡José, ven aquí! —¿Qué pasa? Harriet está despertando… Carajo, pero esto… —preocupado, observa la escena de sangre y lágrimas. —Después buscaremos una explicación, ahora llévate a padre a la habitación de Harriet, haz la curación, necesita descansar. Yo me encargaré de Samael. —De acuerdo. —acaricia sus cabellos, estresado. —¿Qué diablos está pasando? Nota: Madroño: El Madroño es una fruta poco común en el mercado y al mismo tiempo poco consumida; esta proviene de un arbusto llamado Arbutus unedo, de hoja verde oscura y originario de los litorales de la Europa meridional.
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