Parte 3: Si Fueras Mío

1087 Words
Con lentitud acerca sus manos para tomar sus hombros. Avellana asiente con lentitud, cualquier paso en falso y el joven, lábil emocionalmente, explotaría e iría detrás de aquella cosa, a causa del despertar de su más profundo miedo, perder al joven Daniel y enloquecer. —Harriet, mírame. —Al mínimo toque de sus dedos en los hombros del susodicho, este se voltea con los ojos inyectados en blancura, en cámara lenta, entre la suave luz de casi medio día, se veía el rostro confuso y ojos llenos de dolor. Sin pensarlo dos veces, un moribundo José, un adolorido Harvey y una conmocionada Avellana se lanza sobre el joven, que ahora, en medio de la pérdida de control sobre aquello que es real y lo que no, lucha por salvar la vida de Daniel de aquella pesadilla inexistente. —¡Harriet, despierta! ¡Despierta! No hubo tiempo de reaccionar ante el movimiento rápido y conciso de Samael. Presiona con firmeza la parte posterior de la cabeza de Harriet mientras la mira a los ojos. Aquel movimiento le hacía consumir energía de manera excesiva, y le haría relucir aquel color del Madroño que tanto temían ver… que tanto temía ver Harvey. La vitalidad de su cuerpo se agotó rápidamente, tratando de decir algo a Harvey que sin saber qué hacer acercó sus manos temblorosas evitando que este cayese sobre Harriet por completo. Ahora ambos inconscientes, aprovechan para moverlos rápidamente. —Avellana, llévenlos a habitaciones separadas. Si despiertan de repente, quizás no estén en sus sentidos y terminan matándose entre sí. —Agitado, Harvey se levanta y deprisa sube a su habitación para buscar todos los implementos necesarios para hacer combinaciones de hierbas para ambos. —Padre. —La peli blanca deja sobre la cama a Samael, causando que su padre temblara súbitamente. —¿Qué? Aquí no, no, llévalo a tu habitación… —No, aquí se va a quedar. Sé que hay motivos para que lo sigas despreciando, pero no puedes negar que esos motivos no se comparan a la verdad que escuchaste. —Yo… —suspira ligeramente ansioso. —… Déjalo sobre la cama. —Avergonzado baja su rostro sintiendo culpa de manera inevitable. —Iré a ver a Harriet, José y yo nos encargaremos de él, tú encárgate de tu esposo. —Avellana… —En pocos segundos desaparece entre una suave brisa, causando el movimiento de todas las cortinas de seda de la habitación. —Dios, no puedo con todo esto. —respira hondo y apoya sus manos sobre el escritorio exhausto. La preparación de aquel calmante le tomaría aproximadamente una hora y en aquella travesía las dudas llegaban a su mente como aquellas mariposas que acostumbran a revolotear a su alrededor cuando sale de casa, “Las mariposas realmente te adoran, pero no te aman tanto como yo…” Pulsa los dedos en sus sienes relajando la punzada que siente en ellas al recordar aquellas palabras, tan repetitivas, “Odio las malditas mariposas, las detesto, son tan molestas”. Suspira, frustrado y ve las dos mariposas amarillas pegadas en las ventanas de su habitación. —Malditas. —masculla y vuelve a la preparación de aquellas amargas bebidas, pero sin duda efectivas. Coloca dos tazas para verter, hasta la orilla de cada una, el preciado líquido. En el mundo humano aquella combinación podría ser distribuida como un veneno comercial para toda clase de insectos por la mortalidad que esto representa para los seres humanos y animales comunes. Pero la frase de “Todo es cuestión de perspectiva” aplica con un cambio especial “Todo es cuestión de anatomía”. Los seres humanos se quejan por las complejidades del cuerpo humano y en miles de años de evolución y cientos más de estudio a duras penas se sabe cómo funciona el cerebro, su topografía y etiología, dejándolos en el limbo, aquello es una nimiedad ante el organismo de seres como estos, de los cuales los gobiernos no dudarán en abrir y sacara hasta el último trozo de carne con la excusa de “deseamos saber más…” —Más vale que funcione… —traga con suavidad y toma un bisturí de uso quirúrgico para cortar su dedo pulgar y verter dos gotas de sangre en cada vaso. —¡Avellana, está listo, ven por la bebida! —¿Cuál de las dos? —pregunta agitada al llegar tan rápido como el viento. —Cualquiera, mézclalo con la cuchara que tiene adentro antes de dárselo. Su hija asiente y se retira en un abrir y cerrar de ojos. Ahora era su turno de cuidar al pobre, el mismo que ama y que repele al mismo tiempo. Toma con cuidado su cabeza y la coloca sobre dos almohadas para que esta se sostenga, al estar tan débil, su capacidad para soportar a un hombre tan grande como el que está en la cama, es nula, es el costo de estar encerrado, no comer y no tomar el sol, absorber su energía y permanecer con más energía que los demás. “Ya veo porque los otros clanes nos envidian tanto” piensa mientras sostiene el vaso, observa al hermoso y moribundo hombre frente a él. Sienta a su cortado y cuidadosamente abre su boca con sus delgados dedos, sintiendo su rostro arder avergonzado y nervioso; vierte poco a poco el líquido en su garganta, sintiéndose aliviado al ver que faltaba poco para terminar, para terminar y huir de lugar antes de que siquiera despertarse. Las manos sudorosas de aquel hombre se movieron rápidamente tomando las suyas, tan hipersensibles debido a la enfermedad causada por su estado emocional de las últimas semanas, chillando, tembloroso ante el dolor y la sorpresa. Aquella bebida, la mitad de ella, se había perdido por completo, ensuciando las sábanas y su cuerpo desnudo y bañado en sudor. Aquella imagen en su mente, en medio de tal situación desesperante, una situación que deseo evitar debido a la vergüenza, la culpa y la confusión, el sentimiento de abandono por un bien mayor, todo aquello le causaba, ganas de llorar, ganas profundas de esconderse para siempre. —Todo es mi culpa, lo siento tanto. —solloza temblando de manera violenta, angustiado y perdiendo las fuerzas de su cuerpo. — Todo es mi culpa. —Sus ojos, profundamente llenos de culpa y dolor, despertaron en aquel hombre terribles sentimientos de ira a la vida misma por ver aquella imagen tan dolorosa. Los ojos del contrario volvían a la normalidad de aquel color, del color del Madroño, fruta solitaria.
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