Parte 2: Si Fueras Mío

1114 Words
—¡Bastardo, ¿por qué no me buscaste? ¡¿Por qué no buscaste mi ayuda?! Maldito… Maldito. —Aquellos sollozos aumentaban los sonidos de aquella casa, que parecía retumbar entre el llanto, el sudor y el dolor profundo que presionaba su cuello. —¿Por qué no confiaste en mí? —Se cuestiona silenciosamente. —Padre. —Presuroso entre el viento y el suave olor a hojas envejecidas, aparece Harriet junto a su hermana, Avellana. Harvey los observa, causando que aquel llanto que se iba apagando, volviera con todo auge. —Ustedes… ustedes sabían que él estaba aquí hace semanas, se desaparecieron durante el mismo tiempo y él solo viene… y me dice que un Plerus lo obligó a irse… Ustedes… ustedes ¿por qué no me dijeron nada, por qué no me buscaron antes? —Pregunta enfurecido, nublado aquel razonamiento debido a la combinación de sentimientos del presente momento. —Todo lo que dijo es mentira, ¿verdad que lo es, él no se fue por mi culpa, culpa, ¿verdad? —pregunta, sollozante, mirando a uno y a otro desesperadamente. —¡Contéstenme! —Lo siento padre. —Avellana, adolorida, le observa con los ojos enrojecidos. —Sabes bien que puedo ver la mentira, el engaño y la malicia, incluso en un vampiro sin alma… —suspira y niega con su cabeza sorprendida de la fortaleza de aquel hombre durante milenios, milenios lejos de su padre, Harvey. Alza la mirada y lo observa, —Es cierto, padre, es cierto. Samael se fue porque temía tu muerte… padre… —suspira con suavidad y pesadez. —Samael nunca se fue por la razón que pensabas… que pensábamos, que todos suponíamos. Lo hizo para protegernos… para protegerte y nosotros solo, solo lo repudiamos como Dios a Caín. Durante años… —Su voz se quebranta sin resistir más. —… Durante años sintió nuestro desprecio, odio y rencor. Padre. —Avellana cubre su rostro y llora dejando caer su cuerpo sobre la cama. —Padre, cuánto dolor habrá pasado. —Harriet deja caer algunas lágrimas sintiendo la desdicha. —Harvey, Samael… Samael está muriendo. —Sin resistirlo, José, suelta aquellas palabras que le estaban abrumando. —¿Qué? —Aquellas palabras hicieron temblar su cuerpo violentamente. —¿D-de qué está hablando? —José, no debíamos decirlo aún. —Pues lo lamento, pero más tarde será más triste y es mejor decirlo ahora. —Observa a Harvey. —Escucha y mantén la calma. Antes desconocíamos el origen de esta enfermedad… pero a pesar de mi aparente desinterés en la anatomía de mi gente, descubrí algo que lo cambiará todo… algo que incluso nos pondrá en peligro a todos. —¿De qué hablas? —Harriet, impaciente, le observa y percibe en aquella mirada que algo lleva su nombre en todo este asunto. —Yerniscarbunco Nigreos, no es solo una infección como todos pensaron desde el inicio, desde su primera aparición. —su rostro toma un brillo inesperado de entre toda la enfermedad de la que poco a poco ha ido saliendo. —La primera muerte por Yerniscarbunco Nigreos, fue antes de que Drácula siquiera existiera. —¿Qué tiene qué ver esto con Samael? —pregunta impaciente el hombre sobre la cama de ojos olivos. —Tiene mucho que ver y más con su vínculo, con el vínculo tan poderoso y a la vez peligrosos que ustedes tienen por variadas razones, entre ellas la profunda conexión amorosa que tienen sus almas. Estuve investigando desde que supe sobre lo que padecía, incluso lo sabía mucho antes que todos ustedes… disculpen mi silencio al respecto, pero fue necesario para confirmar de una vez por todas mis dudas. —Fatigado se sienta en el extremo de la cama. —Me pregunté constantemente ¿por qué aquel nombre?, ¿Yerniscarbunco Nigreos? Bien, al investigar y reventarme la cabeza, descubrí que es el nombre del primer vampiro original. De la bestia, la primera. Harvey, sin poder resistirlo, ríe con fuerza entre silencio sepulcral. No podía ser cierto todo aquello, durante milenios estudió la anatomía sobrenatural de su especie, en especial aquel caso tan enigmático. No podría ser posible que ahora el vínculo no solo fuera razón para convertir en carnada al humano que logra vincularse con un vampiro, muere y reencarna, no ahora también es razón para enfermar el cuerpo del Vampiro, pero ¿debido a qué? —Imposible, por lo que entiendo es que el vínculo ¿enferma? —No, no es eso exactamente. —Suspira ligeramente frustrado. —Harvey, lo diré sin tapujos, Drácula no es la primera bestia, la primera bestia fue alguien llamado Sir Yen Nigreos. Sí, resulta ser el mismo tipo que quemó el famoso pueblo ficticio entre nuestras historias, bien, no lo es, ese pueblo existió. —Entonces lo que decía Mami es cierto. —susurrante Avellana divaga conmocionada por aquel descubrimiento. —¿Estás hablando de la loca, misma loca que recuerdo? ¿La misma que mató a todos los animales de su rebaño asegurando que eran demonios? —Su padre pregunta incrédulo por la situación. —Sí, esa misma, aseguró haber visto a Nigreos, decía que era su espíritu, que deambulaba buscando a su esposa e hija… ella decía que “Tenía la piel como el color Madroño, sí… del Madroño del bosque, dulce, triste, solitario, desconocido. En aquel bosque se escucha su llanto, el de del Madroño, El llanto de la pérdida y de la locura… como el color del Madroño”. —¿Qué es eso? —Por Dios, Harriet, todo lo sabes, no puedo creer que no sepas qué es un Madroño. —Perra, no habló de una fruta, hablo de esa cosa negra que pareciera estar observándonos por la ventana. —Suavemente, se aleja de la misma y todos los presentes se ponen de pie ante tal ente. —¿Qué es eso? —Harriet, ayúdame, Harriet. Labios inanimados y sonrientes, junto a una boca profunda y ennegrecida, gritaban sollozante y aterrorizada aquella voz angelical, la voz de Daniel José Méndez Sandoval. Durante años, Harvey creyó que aquel espectro solo era producto de sus más terribles sueños, aquel ente con rostro inanimado, tétrico y con olor a miedo profundo, observaba a Harriet, y de su boca salió aquellos gritos agónicos de Daniel, de aquel niño que Harriet tanto ama. Y como si la vida volviera a su alma, Harvey observa alerta a Harriet, algo realmente malo pasaría en aquel momento. Avellana sin necesidad de palabras entiende la situación, al igual que José, que ahora energético por aquel espantoso ser, niega con su cabeza al comprender. —Hijo, escucha, nada de lo que estás escuchando es real.
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