Parte 6: I Love You So Bad

916 Words
—Juro que no le he hecho nada. —Aléjate de él. —se acerca con toda la intención de tomar a Daniel a lo que Santiago reacciona e intenta alejarse. —No. —exige temeroso mirando al peli blanco a la cara, mientras que los nervios se lo comían en aquel momento. Le está enfrentando, estaba enfrentando a Harriet, a aquel hombre del que se ha enamorado perdidamente que al mismo tiempo le causaba resentimiento por haberlo abandonado y haberle roto el corazón mientras lo observaba en las sombras, mientras escondía tantos secretos que inevitablemente ahora conocía en gran magnitud. —Él no me ha hecho daño. —tira de la ropa de aquel hombre, que, sintiendo la tensión de aquel momento, observa la mirada herida del peli blanco que antes lo miraba a él con ojos llenos de desprecio injustificado. Ya se habían reunido y habían llegado a acuerdos, comprendiendo su situación, pero claramente Harriet se resignaba a creer en las palabras de un Plerus. —¡Cuidado! Alexander grita y corre rápidamente para golpear con fuerza y en cámara lenta el rostro de un Draita de cabello rojo que estaba a punto de atacar a Harriet tras sus espaldas. Harriet sin perder más tiempo voltea rápidamente y se lanza sobre el Draita y acaba con él arrancando su corazón frente a todos. Daniel, se estremece y respinga al ver tan rápida acción, una fatal y visiblemente dolorosa. —José, llévate a Daniel, ustedes dos vengan conmigo, debemos deshacernos del resto. Cuando los maten, tomen sus collares y guárdalos, debemos dar razones al Ministerio de los Uros. —guarda en su bolsillo el pequeño amuleto del Draita y dirige su mirada al Draita y al Plerus frente a él. Incapaz de ver a Daniel, le ignora repentinamente causando mayor irritación en el joven de ojos azules y lloroso, todo le parecía una injusticia. —¡Muévanse! Corre rápidamente al jardín y ataca con agilidad y rapidez sobrenatural a dos de los Draitas, logrando arrancar el corazón de ambos desprevenidos. José, no pierde más tiempo y toma al chico en brazos y lo aleja en segundos de la revuelta, ocultándose juntos dentro de una casa de al lado patrimonio cultural y segundo museo de centro de la ciudad de Medellín. —Daniel ¿En el sótano hay cuerpos? —Sí. —dice recordando aquellos sonidos perturbadores. —Santiago se hizo cargo de ellos, no tenía idea de que estarían aquí, lo juro, solo vine a buscar más información de la que ya me había dado mi madrina respecto a ustedes. —observa temeroso al hombre frente a él —Lo siento, no quería causar problemas, lo lamento. —Tranquilo señor, no lo estoy culpando, nosotros tampoco sabíamos de esto, hasta que Santiago me llamó urgentemente hace varios minutos, antes de enfrentarse a los Draitas en el sótano, así que nos apuramos en llegar, estábamos lejos de este lugar. —calma al chico tomando sus manos asintiendo comprensivo y con suavidad. —Saldremos tan pronto Harriet o algunos de los otros nos llame. —E-está bien, por favor dejen de llamarme así ¿por qué lo hacen? —Exasperado lo cuestiona y este inevitablemente sonríe suavemente con ojos nostálgicos. —Usted se ganó el respeto y la protección de varios de nosotros en el pasado, quizás el desprecio de otros, pero se sobreponía el respeto de quienes lo protegían, usted nunca nos despreció. —suelta sus manos suavemente y se sienta frente a él. —Recuerdo que me regañabas cada vez que escapaba por mi rebeldía, nunca me ha gustado seguir las órdenes del Ministerio y por ello me escondía durante días en cualquier lugar. También, recuerdo que nos veía a todos con tanta transparencia, que sabías cuando me encontraba triste o rabioso y siempre tenías una sonrisa pura y honesta. —ríe avergonzado. —Me daba tanta vergüenza, me sentía como un animal frente a ti. —suspira y le observa con cariño. —Usted nos enseñó a pocos de nosotros a ser más humanos y aceptar nuestro destino y hacer cambios en el…en nosotros mismos. —se levanta y observa tras la ventana a ver si alguien se acercaba. —Quizás ahora estén pulverizando sus cuerpos con las dagas en el esternón, de esta manera no quedarán rastros, desaparece, me refiero al polvillo, rápidamente. —traga ligeramente nervioso sin saber qué decir y cambiando de tema repentinamente. —Habrá tiempo para explicarle todo, señor. La puerta es abierta sorpresivamente poniendo a la defensiva a José frente al chico que rápidamente se refugia tras un escritorio del lugar. —Soy yo, tranquilo. —con sorpresa y extrañeza, José observa a Santiago entrar “Ese bastardo, de verdad, ¿no vas a venir por tu hombre?”, piensa evidentemente irritado por la acción de Harriet. —¿Dónde está Harriet? —Está esperándonos en el parqueadero, dijo que viniera por ustedes. —observa a Daniel que llega rápidamente y toca al hombre por doquier. —¿Estás bien? —¡revisa debajo de su abrigo largo y no hay ni un rasguño. —Sí, señor, no se preocupe, estoy bien. —agradecido toma sus manos y las agita ligeramente y con ojos sonrientes y conmovidos, observa al chico, que sonríe con suavidad y preocupación en sus ojos, con un deje de dulzura en ellos. —De acuerdo. —suspira estresado por la infantilidad de las acciones de su amigo y buen hermano. —Vámonos, ahora.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD