Parte 5: Anything To Say, You Are Mine

1068 Words
—Yo solo no podía evitar sentir que tú ya me habías olvidado, Agares, por eso yo vigilé durante todos estos a años tu corazón. Sé que soy un sinvergüenza egoísta, pero… aún guardaba la esperanza de volver a tu lado, aunque tuviera que rogar por tu perdón por 100 años más, no me importaba… —Las lágrimas inevitablemente salieron y se deslizaron por sus mejillas hasta mojar su hombro. —No me importaba cuanto debía sufrir… no importa cuando debía pasar para lograr tener tu perdón, por eso me aferré y lo seguiría haciendo si Amadros estuviera vivo y con deseos infinitos de matarme. —siente el cuerpo del contrario temblar y el sonido de los sollozos llegaron a sus ojos, alarmado toma su rostro y seca sus lágrimas. —Harvey… —Esto es tan injusto… —cierra sus ojos cansando. —¿Por qué pasaste por todo esto, tú solo? ¿Por qué… por qué no me lo dijiste? Tú… Maldito, tú debiste decírmelo, debiste decirme la verdad. Samael, esto duele tanto, ¿por qué no me dijiste a verdad? —siente las caricias del contrario y este le acurruca en sus manos. —Sé que debí decirte al menos por qué me iba, pero si lo hacía sé que ibas a querer enfrentar a ese bastardo y no dudo que lo hubieras hecho una y otra vez, pero… —mira todo su rostro. —… Pero por mi mente solo aparecían horribles imágenes, horribles imágenes de ti, de mí… De nuestros hijos. —cierra sus ojos y niega con la cabeza. —Muertes innecesarias, traumas eternos de tu cabeza, innecesarios, eternos, Harvey. —suspira y con firmeza le mira a los ojos. —Puedes reclamarme durante la eternidad al respecto, pero no iba a permitir que ese maldito bastardo obtuviera tu alma y te volviera un ser inanimado, no iba a permitir que siquiera tocara tu cabello, Agares. Por Dios, no sé cómo decirte que jamás permitiría que nada ni nadie te hiciera daño, ni siquiera yo mismo si me convirtiese en un animal. Prefiero morir antes que lastimarte ¿Puedes entender eso, por favor? —Harvey, impresionado tan fuerte y profundamente por segunda vez en su vida, le mira anonadado, sin palabra que mediar. ¿La primera? Cuando lo conoció por primera vez y se enamoraron perdidamente uno del otro. —Yo… Lo siento. —dice apenado, sin saber qué decir. —Está bien, lamento si me exasperé, es solo que… —No, está bien, tienes razón. —le mira ligeramente sonrojado. Aunque la situación es grave, tensa y sin duda dolorosa, su cuerpo reaccionó ante la emoción de su verdad y sus palabras tan firmes y exigentes, llenas de amor, compasión, angustia y, sobre todo, de deber hacia él. Harvey es plenamente consciente de que nadie podrá arrebatárselo, ni siquiera él mismo. Aquella situación estaba causando reacciones en su cuerpo completamente inapropiado. —Veo que ya lo has entendido muy bien. Pensé que me tomaría meses o incluso años conociendo lo terco que eres. —suspira con suavidad y lleno de compasión. —Me siento como un total pervertido por desear follarte en este momento. De verdad, ¿por qué haces eso? Estaba siendo serio. —baja su mirada y observa el bulto que se ceñía en la ropa interior del peli blanco, el cual instintivamente se baja de sus piernas y tapa el lugar con su camisón. —Es una reacción completamente natural, supongo que realmente ahora lo comprendo, mi cuerpo solo reaccionó así, así que sí, eres un pervertido. —nervioso lo observa. —Podrás convencer como todo un profesional a otros de tus mentiras, pero conmigo nunca han funcionado, lo sabes ¿verdad? —con una velocidad antinatural le toma de la cintura y pega su cuerpo a la pared, causando un respingo en el contrario, junto a una respiración agitada. —Debería castigarte por eso, sabes cuánto me molesta que me mientas. —sus ojos se ennegrecen suavemente mientras mira con lujuria y sensualidad, al contrario que atontada y claramente excitado, intenta hablar, pero solo consigue sacar palabras temblorosas pidiendo disculpas. —Harriet, sácame los ojos. —con dramatismo y un rostro de exagerado asco, avellana zarandea a su hermano que, sorprendido, tapa su boca mientras observa a la pareja de casados en medio de una situación claramente tensa y s****l. En ese momento, Harvey, sintió el verdadero terror de la vergüenza pura. —Dios mío. —se remueve con fuerza y empuja al hombre delante de él qué maldadoso le observa y alza los hombros, indiferente. —Eres mi esposo y puedo tocarte donde yo quiera, ellos son unos chismosos. —los señala acusatorio a los que Harvey, ya hecho un tomate, le pega como vieja con chancla en mano a su hijo mayor. —Cállate, qué vergüenza. —se gira y los mira, estos estaban riendo silenciosamente. —Les puedo partir el cuello si quiero ahora. —Ay, no, perdón, perdón. —Avellana temerosa, se refugia tras la espalda de su hermano. Un cuello roto es igual a 10 o 15 horas inconsciente. —Pero tiene razón, además ya estamos grandes. —tira un silbido y alza sus hombros restándole importancia. —¡Avellana! —Bueno, ya, dejen de gritar. —Harriet y Samael cruzan miradas por unos instantes. —Gracias por salvarme de hacer alguna estupidez. —No es nada. —asiente sin saber qué más decir, además de mirarse. —Señor papá uno, mira, dos toros mirándose de frente. —ríe con ganas mientras se sienta en una de las sillas altas de la cocina. Harvey ríe, mientras Samael y Harriet, avergonzados, se miran una vez antes de carraspear sus gargantas. —Yo espero no haber causado problemas. —Hijo, está bien, reaccionamos a tiempo. —Harvey, paternal y comprensivo, se acerca y acaricia sus brazos. —Así es, antes de que pudieras hacer algo… pude ayudarte. —suspira y se sienta junto a Avellana. —Pero esto me preocupa. Tu capacidad de autocontrol ante cualquier evento negativo o peligroso que involucre a Daniel te está causando problemas. —seriamente, se dirige a Harriet, quien baja su cabeza, apenado. —No tengo ni la más mínima intención de compadecerte, Harvey, esto es más peligroso de lo que cree, si no hubiera llegado, pudiste haber matado a todos los que estaban en esa recámara. —Samael.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD