Parte 4: Anything To Say, You Are Mine

1192 Words
—Mmm… Yo también ¿podemos hacerlo otra vez? —¡No! Suelta, me duele todo, déjame. —Qué bueno es escuchar eso. —besa con suavidad su espalda hasta llegar a su cuello. —Bésame y te dejo ir. —Samael, deja de comportarte como un niño. —ríe al sentir sus dedos acariciar su estómago. —Samael, ya. —este se voltea y mira con ternura los ojos del contrario, que lo observan atontado. —Te amo. —Yo también te amo, ahora déjame ir, quiero ir al baño. —Yo te llevo. —Samael. —golpea su pecho mientras ríe. —Es en serio. —¿Me estás amenazando? —pregunta sospechosamente. —No, de hecho, te exijo que me dejes ir a hacer mis necesidades. —Bueno, pues yo te llevo. —No, puedo caminar por mi cuenta. —Pero ¿cómo es que caminas? —pregunta con voz seductora y acaricia su trasero con suavidad. —Y-yo…—titubea en su respuesta y empuja su rostro. —Quiero ir al baño. Ya. —se queja cuál niño, enterneciendo el corazón del contrario que lo levanta y le lleva en sus brazos con suavidad. —Entonces, vamos. —palmea su trasero recibiendo un golpe en el hombro de vuelta. —Tengo mucha hambre. —suspira descansando su mejilla sobre el hombro del más alto. —Hazme de comer. —Todo lo que quiera mi señora. —Cállate. —Esconde su rostro algo agotado. —Te prepararé el baño rápidamente y me iré a la cocina, ¿de acuerdo? —Está bien. —Aunque pensándolo bien debería quedarme para ayudar a estregarte y… —¡No, no! Ni lo piense, no puedo más. —toma su cabello y lo jala furioso. —Auch, auch, lo sé, lo sé, está bien. —Entre carcajadas y leve dolor besa su mejilla y lo deja dentro de la tina. —Largo de aquí. —Está bien, está bien, ya me voy. —suspira y le mira desde la puerta. —¿Algo específico que quiera usted para el desayuno? —Tú sabes bien qué es. —baja la mirada ligeramente avergonzado. —Duraznos en almíbar. —Sí, quiero duraznos en almíbar y muchos otros platillos. —¿Hace cuánto no comes apropiadamente? —… Hace varias semanas, pero no es nada grave, ahora podré recuperarme, realmente tengo mucha hambre, por favor no discutamos al respecto. —mueve la espuma del agua tibia y luego lo observa, este sonríe con suavidad y asiente. —Yo… Yo debí ser más responsable con mi alimentación, lo sé. —Eso es cierto… pero también soy responsable de eso y está bien, de ahora en más voy a cuidar de ti mi Agares. —se sonríe tiernamente y con nostalgia al mismo tiempo. —Mejor me iré antes de que decida entrar a esa bañera contigo. Debían aceptar ese hecho, en especial Harvey, pues si bien el comer y tener que comer es responsabilidad de cada uno, en su caso, los conflictos emocionales le privaban del deseo por la comida, observándola con asco y como algo realmente negativo, simplemente se rehusaba a ello a pesar del dolor de estómago y sus facciones desgastadas. Ahora con algo de color, solo queda comer apropiadamente y de eso su esposo se encargaría de ahora en más. Con parsimonia observa la cocina y cada uno de sus gabinetes es revisado, por suerte la comida tiene presencia, de todo tipo y en buen estado. —Mocosa astuta. —ríe pensante al suponer que ella es quien había preparado todo con antelación. —Veamos qué tantos platillos puedo preparar para el desayuno. Con manos a la obra toma el recetario que se encontraba en el cajón izquierdo del mesón en la primera fila de enfrente. Había tantas recetas para desayunar. Si bien sus gustos son en un 99.9% diferentes a los de Harvey en cuanto a comidas dulces, no le quitaba el entusiasmo el preparárselas, después de tantos años, tantas épocas distintas y difíciles de vivir y soportar, termina ahora preparando el desayuno para la persona que ama y si nadie los interrumpe, también podría disfrutar de un café amargo junto a su amado Agares. ¿Acaso después de la guerra, un soldado no merece un descanso después de haber perdido las piernas? Cuestionaba Harvey a sus estudiantes cuando era profesor de la universidad de Hembreas en 1778, antes de que esta, por situaciones aparentemente misteriosas, se quemara una noche, donde no había nadie, nadie, excepto Harvey, que observaba como el ministerio de los Uros, decidió quemarla para proteger la identidad de la comunidad sobre natural. —Agares. —le mira a los ojos algo distraído. —Estabas divagando, ¿en qué pensabas? —Ha, es que… Yo recordé a mis estudiantes de la universidad de Hembreas. —mira sus ojos algo inseguro de preguntar. —¿Alguna vez fuiste ahí? —Sí, todos los días. —acaricia su mejilla con suavidad. —Además… —carraspea su garganta. —¿Por qué crees que Anderson dejó de cortejarte? —se acomoda en la silla y sonríe con suavidad, para luego volver a beber de su café de manera burlona. —¡Tú!… —lo señala acusatoriamente dejando medio panqueque con mandarinas, fresas y peras a medio terminar. —Con razón no volvió a dirigirse a mí de manera informal ¿Por qué lo hiciste? Digo, sé que estaba cortejándome, pero no iba a involucrarme con él. —Qué pregunta más estúpida… te la acabas de responder tú mismo. Estaba cortejándote. —alza sus hombros y sonríe victorioso. —¿Y qué? Solo estaba siendo tierno conmigo. —Por eso mismo. —¿Por eso mismo qué? No es justo, todo este tiempo pensé que le empecé a desagradar. —dice pensante y uniendo cabos. —Por supuesto, es que cómo no lo pensé si… —Estaba celoso, ¿feliz? —frustrada mira su taza de café al interior y luego sube la mirada y encuentra a Harvey sonreír con burla, pero tan hermosamente. —No me jodas ¿Le diste largas, a propósito? —deja la taza a un lado y se levanta para tomarlo de la cintura y abrazarlo, hacer cosquillas a su cuello con suaves besos. —No, para, perdón. —dice entre risas. —Ya, en serio. —agitado aparta su rostro mientras ríe. Entonces llega un momento de silencio y se miran directamente a los ojos. —¿Tú de verdad…? —Sí… Yo me acerqué a él y le dije… bueno, no voy a mentirte, lo asusté una noche y la advertí que no debía acercarse a ti demasiado. —observa al peli blanco que ríe y lagrimea de la risa. —No puede ser, ahora me siento tan avergonzado. —oculta su rostro en su pecho y se sienta suspirando. —Lo siento… —Está bien… —respira con calma y deja la risa a un lado para mirarlo nuevamente a los ojos. —Gracias por cuidar de mí. —Samael baja su mirada con tristeza. —No hagas eso. —besa su mejilla y le abraza.
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