Touch by Touch

1099 Words
Entre arbustos sin vidas y el olor de la sangre putrefacta en consonancia con las hojas tristes, amargas y frías, corría Daniel, desesperado por volver casa, por estar a salvo, lejos de aquel hombre de largos cabellos azules salpicados de sangre y acompañado de una larga sonrisa endemoniada, feroz, puntiaguda y con pequeños colgajos de carne humana. —Oh, Dani, ¿por qué huyes, Dani? ¡Ven aquí y déjame saborearte, pedazo de mierda! El joven aterrorizado corrió con todas sus fuerzas, entre sudor, lágrimas y deseos profundos de vomitar hasta el alma. El agotamiento se hacía cada vez más intenso entre aquel bosque infinito y sin salida “¿Cómo saldré de aquí?”, piensa desesperado entre jadeos y sollozos —¡Ayuda, por favor! —sus pies cansados tropiezan haciendo que te caiga dolorosamente, para luego levantarse tan rápidamente como puede y seguir corriendo. — ¡Ayuda, ayuda, ayuda! —¡Dani, Dani, ven a jugar conmigo niño de mierda! ¡Ven aquí, Dani, Dani, Dani! —¡No, suéltame, no! —¡Daniel, despierta, mijo! —su padrino asustado y preocupado lo zarandea con fuerza, para que este logre despertar. Daniel, abre sus ojos observando con espanto su alrededor. —Hijo, calma, calma, todo está bien, tranquilo, mírame, mírame. —acaricia su rostro y logra que la mirada llena de lágrimas y miedo, observen a su padrino. —Papa. —solloza angustiado y abraza a su padrino con fuerza. —Respira, está todo bien, fue una pesadilla, solo eso. Ay, Dios mío, mi muchacho. —dice sintiendo el cuerpo del joven temblar asustado. — Ya, ya, ya, tranquilo. Venga, vamos a desayunar, esa masa cruda que a usted le gusta. —Se llaman panqueques y no están crudas. —ríe mientras niega con la cabeza, acurrucado en su pecho. —Aja, esa porquería con dulce, vamos. ¿Me quieres contar qué soñaste? —No quiero hablar de eso ahora. —tragan entero y acaricia sus brazos, temeroso. —Bueno, pues, vamos a comer y salimos un ratico al centro, para comprar ese pan mazacotudo que le gusta a tu madrina. —Está bien. —asiente y ríe en respuesta. —Pero antes de salir debo hacer algo en el cuarto, ¿bueno? —Bueno, pero no te tardes o tendremos que hacer el pan a mano. Las lágrimas no tardaron en salir, mientras su pecho se oprimía acelerado. Aquella cosa en sus sueños lo estaba despedazando. —Patata. —¿Qué mijo? —responde su padrino mientras mira los precios de los panes con queso y arequipe de la panadería del centro. Patata era un apodo que el niño le puso desde que empezó a decir sus primeras palabras de pequeño. —Qué patata ni que nada. —Patata. —repite el chico y luego toma una cucharada más de helado. Sonríe y ríe embobado con el sabor del helado. —Patata. —¿Este helado tiene droga? Te he dicho que no confío en los helados de Maria Fernanda. —Cómo así parce. —ríe. —Eres una patata y punto. Patata, patata. —repite mientras su padrino lo mira preocupado. —Cuál patata, yo tengo cara de gente. —Y de patata. —Este culicagado. —intenta alcanzarlo para pegarle con la bolsa de pan, pero un hombre bastante alto se interpone en su paso. —Ay, perdón, es que estaba buscando al muchacho. —Lo observa detenidamente y frunce el ceño. —Perdón, estoy muy viejo, ¿me alcanza al mocoso? —Claro… no hay problema, ¿dónde está? —pregunta el extraño sonriendo amablemente. —Se fue corriendo por allá. —hace un ademán y se sienta en la banca del negocio. —Ese pendejo. —respira hondo, recuperando el aliento. El hombre agraciado ríe y camina en dirección del sonido de la risa suave y melodiosa del más joven. Daniel saltaba por los pequeños muros del lugar mientras decía patata porque sí, aquella imagen era tan pura ante sus ojos, tan bella e infantil, propio de Daniel, ese chico curioso y despreocupado por la vida misma. —¿A dónde crees que vas, Daniel? Una voz suave y susurrante acarició sus oídos al llamarlo por su nombre y abrazarlo sorpresivamente. Se volteó rápidamente y vio aquellos ojos esmeraldas, junto a una sonrisa cálida y pícara que nunca olvidaría. —¿Señor Harriet? —No me llames así, ¿acaso me veo viejo? —pregunta con suavidad. —¡No, no es eso! ¿Qué haces acá? —pregunta mientras se separa de él con prisa. Harriet sonríe al ver su nariz sonrojada. —Tu padrino, míster patata, está buscándote. —ríe al ver la cara del chico llena de vergüenza. —Sí, hace rato estaba escuchando como molestabas a tu padrino. ¿Por qué lo llamas patata? Tengo curiosidad. —No te importa. —camina rápidamente en vano, pues, el contrario se pone en su camino. —Quítate de en medio. —No quiero. —dice retador observándolo con picardía. —No te enojes, solo pregunto qué tiene que ver una patata con tu padrino. —Qué insoportable, deja de molestar, nadie pidió tu opinión. —Lo sé, pero quiero que me digas lo de patata, no tienes de qué avergonzarte. —Y esa fue la gota que rebasó el vaso. —Idiota, deja de burlarte, pensé que me caías bien. —Tú sí me caes bien, aunque confundas una patata con una persona. —alza sus hombros, aguantando la risa. —Imbécil. —Tonto. —dice suavemente mientras se acerca un paso más al chico. —Copito. —Auch, eso dolió. Enano. —sonríe mientras da un paso más. —Ya no quiero volver a hablar contigo, Velita. —intenta irse, pero es atrapado por los brazos del contrario. —Suéltame o empiezo a gritar. —Hazlo. —alza sus hombros, indiferente. —Te juro que lo haré. —dice sintiendo su corazón palpitar cada vez más fuerte. —Hazlo… —se acerca a su rostro y observa sus ojos celestes y mejillas sonrojadas. —... Y juro que te beso aquí mismo para que el señor patata nos vea. —Idiota, cómo te atreves… —sus palabras se cortan al ver aquella sonrisa suave y cálida, mientras aquellos ojos lo observan ¿con amor? Aquello pasó por la mente del más joven entre los nervios o eso cree. —Suéltame, soy menor de edad… —Pero no lo eres para insultarme y hacer eso con tus labios. —contraataca dirigiendo la mirada a sus labios suaves y carnosos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD