El señor Mortí nos llamó, entramos y estaba sentado en su sillón.
—Saben quién es verdad.
Asentimos, lo habíamos notado, era Augusto Mortífero.
—Ahora sabe que están aquí, tienen que irse.
—Sí señor. —contesto Alexander.
—¿Cuándo se irán? —pregunta Mortí a Alexander algo que me tomo por sorpresa.
—Señor hoy mismo en la noche. —respondió él, al voltearme a ver y yo solo asentí.
—Muy bien preparen todo.
—Sí señor. —contestamos a coro Alexander y yo.
—Retírate Alexander, Coraline debemos hablar.
Moví la cabeza aceptando y Alexander salió, se paró del sillón el señor Mortí y se sentó en su escritorio.
—Acércate querida.
Me acerque y tomo mis manos.
—Sé a dónde tienes planeado ir Coraline, solo quiero que tengan cuidado, todo lugar lo tiene vigilado tu abuelo, también quédate con la botellita que les di, así estaremos en contacto, tú sabes muy bien que esta situación que está pasando tienes que ver mucho.
Me dio un beso en la frente y al instante su mirada lo distrajo, observaba mi muñeca donde estaba colgando mi llave.
—Es mía señor —, no sé porque reaccione de esa forma, al decidir tapar mi muñeca con mi mano y preguntar: —¿Que sucede?
—Nada Coraline, no importa, solo quiero que hables con James.
Asentí y me retiré, Alexander me esperaba afuera.
—Ahora que haremos, el señor Yod no se ha contactado conmigo.
—Entiendo —, no era raro en Alexander en que yo sabía que hacer, nuestra confianza es confortable al ser aprendiz del señor Watson, un vampiro que ha visitado lugares tan extraños que no cualquiera conoce, en eso miro a mi amigo. —No tienes de que preocuparte Alexander iremos al castillo n***o.
Mire su sorpresa a lo que me dijo:
—Solo que tendrás que hablar con James, recuerda que él no ha tomado sangre y será débil cuando peleemos con los sanguinarios.
—Yo hablare con James.
Asintió y se fue a su respectiva tienda, yo me dirigí a la tienda de James, al entrar estaba Gari.
—¿James? Gari.
—Se acaba de ir, dijo que iría al rio.
—Gracias Gari.
Me fui caminado, recordaba cuando había llegado al Imaginario por primera vez, las criaturas del señor Mortífero eran criaturas pequeñas, bueno casi como enanos con una cara desfigurada de trolls, todos con piel oscura y fea, vestían de túnica, uno de sus defecto era que tenían la costumbre de morder cuando uno los tocaba, al instante madame Moss siempre los regañaba para que no mordieran a las personas, no habían cambiado nada cuando los vi, solo que había más, pero estas semanas había notado mucho, que esas criaturas nos tenían muy vigilados a los tres, hasta que ese mismo día que andaba enojado James conmigo los regaño madame Moss. Al llegar hasta el rio vi que estaba en la roca sentado James me acerqué.
—¿Qué sucede? —le pregunte.
—No nada.
—Sé que algo te sucede por tu mirada, anda cuéntame.
—Solo quiero saber que sucede.
—Mira James, ese hombre que vino quiere comenzar una guerra que ya ha pasado hace 100 años, y tú eres una pieza importante aún no sabemos el por qué y lo vamos a averiguar, quiero saber por qué no has tomado sangre aún. —conteste omitiendo que es mi abuelo.
—Eso, no quiero que eso poco que tengo de humano se vaya.
—Mira James, tienes miedo de tomar sangre.
Asintió.
—No creas tanto lo que dicen los cuentos de terror o leyendas o mitos, si piensas que al tomar sangre te convertirás en un chupa sangre en toda la vida y que es eso lo que importa, estas equivocado, hay cosas más importantes, tú eres el que decide quien vas hacer en toda la vida que no morirás, porque aunque pienses que, al ser vampiro solo pensaras en sangre vuelvo a lo mismo, estas muy equivocado James, Alexander y a mí que notas que los dos solo pensamos en sangre.
Negó con la cabeza.
—Entonces hoy nos iremos en la noche es peligroso estar aquí y no queremos llevarte débil, sin tomar sangre.
Saqué de la bolsa de mi chamarra, un tubo con un líquido rojo lleno le extendí la mano.
—Tómalo.
Se sorprendió, lo abrió, sus labios delgados tocaron el afilado tubito y tomo el líquido cerrando los ojos, extendió la mano para dármelo, se había tomado todo el líquido, tome el pequeño tubo y al instante abrió sus ojos de un n***o, se volvieron rojo oscuro.
—Ahora. —dije.
James sonrió.
—No me siento tan diferente.
—Ya lo notaste, la sangre es como una vitamina, te da energía y fuerza para crecer y desarrollarte.
Y es como recibo un abrazo de él.
—Y de ¿Dónde sacaste la sangre? Coraline.
—Un amigo, con la habilidad de curación y que siempre cuando viajo tengo guardado muchos tubitos de esos, algunos no son de sangre humana.
—¿He tomado sangre humana? —pregunta con timidez.
—Si.
Hablamos por unas horas más, después nos fuimos caminado hacía el Imaginario, al estar ahí Alexander tenía ya listo todo, solo teníamos que esperar el momento, teníamos que ir hasta a la otra esquina de Ohufer.
Un bosque con una humedad muy humana, ahí nos encontraríamos cerca, al ser que ahí estaba el castillo, teníamos que pasar muchos bosques y panteones, claro eso eran lo más probable que tenía en vigilancia Mortífero, pero en eso nos había llamado el señor Mortí a los tres, nos encontrábamos en su tienda al decirnos:
—Quiero que se apresuren a llegar a su destino, cuídense, ahora solo se tendrán entre ustedes, ahora vayan a seguir preparándose, Coraline debemos hablar.
Pensé de nuevo, en eso salieron Alexander y James, el señor Mortí me miro y dijo sin ningún titubeo.
—Coraline solo quiero que sepas que Michael aun sirve al señor Watson.
Me quede petrificada al escuchar su nombre, de nuevo prosigue el señor Mortí.
—Si lo encuentras, de alguna manera necesitas que te informe todo lo que planea Mortifero, tu abuelo.
—Señor, Michael está en áfrica.
—Querida, el señor Watson le dijo que se fuera a áfrica, el no acepto aun es nuestro espía y ha sido muy bueno.
—Está bien señor, yo informare todo al encontrarlo.
Se paró frente a mí, se inclinó y me dio un beso de protección digamos, en mi frente.
—Retírate.
Me fui afuera, no estaban Alexander ni James, entonces preferí caminar hacía mi tienda, al entrar me cambie de ropa, traía un pantalón azul de mezclilla y me lo cambie por uno rosa de mezclilla, solo me quede con mi blusa de manga larga gris y mi suéter azul marino, con mis tenis blancos, me había guardado los tubitos de sangre en la pequeña bolsa que me había dado Alicia, me lo colgué y salí.