La enorme entrada del hospital se alzaba ante ella. Vivían, se puso nerviosa y comenzó a pensar que le diría esta vez el médico tratante de su madre. Todos en el hospital la conocían por sus visitas frecuentes, cuando entro al área de Oncología, las enfermeras y porteros la saludaron.
—Hola, Vivían. Hoy viniste más temprano. La hora de visitas no es hasta las cinco.
La enfermera, una mujer de mediana edad, le sonrió amablemente.
—Lo sé. Llegue un poco antes porque el Dr. Miller me pidió que lo viera. ¿Sabes de qué quiere hablarme?
La anticipación se apoderó de Vivían. Tenía la esperanza de que fueran buenas noticias para su madre. La enfermera tenía una mirada complicada en sus ojos, ella estaba al tanto de la situación de Vivían y también del estado médico de la madre. Pero, prefirió callar y dejar que el Dr. Miller se encargara.
—No tengo ninguna información. Si el Dr. Miller te pidió que lo vieras, entonces date prisa y no lo hagas esperar.
Vivían asintió con la cabeza y se dirigió al consultorio que había visitado muchas veces. Seis meses para ser exactos, cada mes iba y preguntaba por la evolución médica de su madre. Y todas esas veces, el médico le dio la misma respuesta, no había nada que pudieran hacer.
Cuando llego a la puerta, se tomó un momento para calmarse. Su corazón latía con rapidez y le temblaban las manos, aunque su mamá tenía un diagnóstico final, todavía no podía evitar sentirse nerviosa, por lo que le diría el médico.
Llamo suavemente y espero a que le indicara que podía entrar.
Abrió la puerta suavemente y la recibió la sonrisa de un hombre de algunos treinta y cinco años. De aspecto duro y fornido y con su piel bronceada por el sol. El Dr. Richard Miller, había sido muy comprensivo y amable con ella desde que la conoció. La había apoyado en todo el proceso y le garantizo que le daría el menor sufrimiento posible a su madre. En el fondo, sabía por qué lo hacía, su mirada amorosa no escapo de ella.
—Hola. — le brindo una sonrisa amable. — ¿Querías verme?
El hombre la invito a sentarse. Ella obedeció y lo miro expectante. Ambos guardaron silencio durante unos minutos.
—Vivían… sabes que he hecho todo lo posible por ayudarte, soy consiente de tu situación económica y también está el hecho de que aprecio a tu madre.
Ella asintió con la cabeza y no dijo nada. Pero, podía adivinar levemente a donde iba.
—Presidencia me ha pedido que te dé un ultimátum. Son siete facturas sin cancelar, si no lo haces en un plazo de treinta días… — el médico bajo la cabeza y luego la miro con complicación — Tu madre será sacada del hospital.
Ella estaba sin palabras.
«¿Treinta días?»
Había acumulado varias facturas desde que se terminó su liquidación y también sus ahorros. Richard le había dicho que la ayudaría dándole tiempo para que ella cancelara las facturas pendientes, pero en seis meses, no había podido conseguir un trabajo cuya paga cumpliera con sus gastos mensuales. Apenas y lograba comer con lo que ganaba vendiendo flores.
La preocupación, la embargo.
Su madre tenía un estado de salud delicado, sin mencionar los constantes medicamentos que tienen que suministrarles por su enfermedad.
«¿Qué iba a hacer?»
Recordó las palabras de las chicas hoy en la calle. Su belleza era su recurso más preciado según los hombres, pero era su moral y valores lo que impedía que fuera a ese lugar. El pensar en acostarse con un hombre que no conocía por dinero, hacía que su estómago se retorciera. Pero, en este momento, ¿de qué servía tener valores y moral? Su madre iba a ser echada a la calle como un animal. Ella no podía permitirlo.
Mirando con ojos suplicantes al hombre frente a ella, le dijo.
—Dr. Miller, solo le pido un poco de tiempo. Por favor, no deje que saquen a mi madre. Conseguiré el dinero.
El hombre la miro profundamente y sintió pena por ella. Desde el primer momento en que la vio su corazón pareció haber sido flechado. Sin embargo, Vivían no había dado pie en ningún momento para que él le hablara de sus sentimientos. Lo único que podía hacer era ayudarla, desinteresadamente.
—Está bien. Te ayudaré lo más que puedas. Trata de conseguir el dinero, las normas del hospital son muy claras, es mi condición de socio lo que hace que te consiga tiempo.
Vivían asintió y luego pregunto cautelosamente.
—¿Cuánto es el monto total?
El médico, suspiro y dijo sin rodeos la cifra exacta.
—Cincuenta mil dólares.
Vivían abrió los ojos sorprendidos y exclamo.
—¡Cincuenta mil dólares!
—Sí, Vivían. El tratamiento de tu madre es costoso, sin mencionar los gatos del hospital. Ella está en una de las mejores salas, tiene atención las veinticuatro horas.
Reflexionando las palabras del médico, se dijo que tenía razón. La salud era costosa en Estados Unidos y más cuando se tenía una enfermedad como el cáncer.
—Lo entiendo. Solo te pido que me hagas tiempo, conseguiré el dinero lo antes posible.
Vivían, se levantó rápidamente. Quería estar sola para llorar, a veces pensaba que Dios estaba en su contra y que la vida era muy cruel con ella. Primero, dándole esta enfermedad a su madre y condenándola sin ninguna opción. Y ahora esto. ¿Qué más le sucedería?
Le dio las gracias al médico y salió rápidamente. Richard estaba a punto de decir algo, pero sus palabras quedaron en sus labios, no tuvo el valor. Sus sentimientos por ella, seguirían guardados en su corazón.
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Lucas Preston vivía en una hermosa mansión de dos pisos, con diez habitaciones y pisos de mármol. La elegante propiedad tenía vistas a Green Park. Tras una reja de hierro forjado se alzaba la mansión Preston House en todo su esplendor, deslumbrante, pero también fría y solitaria.
Tras la puerta principal, dentro de la opulenta sala decorada con arañas de cristal, una quietud vacía se extendía por todas partes. Los sirvientes activos y silenciosos, limpiaban el comedor donde el señor de la casa había cenado solo, como siempre.
Ahora estaba sentando inmóvil ante el espléndido piano de cola situado en la esquina de la oscura biblioteca. Le gustaba la música, así que poseía varios instrumentos musicales. Pero su favorito, era el piano. Era su orgullo y su alegría. Se decía que si no hubiera tomado la carrera política como su padre, habría sido un célebre pianista.
Toco las teclas sin ningún orden y se dio cuenta de que esto ya no le ofrecía ningún consuelo. Solía, escribir canciones y luego vendría para darle vida a través de las teclas. Pero su musa ya no estaba.
Esa noche había una cena con inversionistas; sin embargo, no se sentía con el ánimo de ir.
Sentado en el banco se quedó mirando fijamente las teclas blancas y negras. La tenue luz de la lámpara iluminaba levemente su rostro, mostrando la frialdad que lo invadía desde hace tres semanas cuando Brenda desapareció.
Apretando en su mano el relicario de oro que contenía su foto, alargo la mano para tomar el vaso de whisky. Alzo el vaso y examino el matiz de la luz de la lámpara que brillaba a través del cristal.
«El color de su pelo»
Se cuestionó porque no había sido valiente, y donde estaba cuando Brenda lo necesito. Ella había entrado a su vida y la había cambiado por completo.
Bebió un poco más de whisky, y recordó la primera vez que había visto la joven esposa de Julius. Desde luego no había reaccionado de la misma manera a la sobrina de Bredford, lo cual habría sido lo adecuado.
«Debí haber puesto mis ojos en ella, no en la mujer de otro hombre…»
¿Pero cómo luchas con tu corazón? Nada más verla y fue flechado por ella. Su dulce inocencia, sus ojos tiernos, su sonrisa cautivadora.
Demasiado tarde.
Demasiado tarde para amarla. Demasiado tarde para salvarla.
Su cuerpo tembló de rabia cuando pensó lo que Bredford le había dicho ese mismo día, salto de la silla y comenzó a caminar de un lado al otro a lo largo de la habitación, los pasos aplastaban la alfombra de bajo sus zapatos. Se dirigió hacia la ventana, se apoyó en la cornisa y se frotó la boca con el puño, pensativo.
Ya había conocido al engreído playboy sobrino de Julius. Logan. Por supuesto que había escuchado hablar de sus escándalos en el círculo y su reputación como don juan. Era un despilfarrador y por supuesto que estaba ansioso por heredar la cuantiosa fortuna de su tío.
Lucas se preguntó si Julius sería capaz de engendrar un hijo a su edad. Su primera esposa, Mónica, no pudo ser madre, por lo tanto, después del accidente donde murieron su hermana y su cuñado. La potestad de sus sobrinos paso a él. Pero, si Brenda hubiera tenido un hijo, Logan no hubiera podido heredar el dinero. ¿Era ese un móvil irrebatible para que matara a Brenda? También estaba el hecho de que Logan contaba con muchas posibilidades para enfrentarse a Brenda a solas.
Lucas se planteó la posibilidad de contratar a un investigador privado para que investigara el asunto, pero decidió que era algo sumamente importante y muy personal que debía ser tratado por el mismo, no se podía confiar a un extraño.
Después de abandonar la tumba de Brenda, hizo unas cuantas investigaciones y descubrió que Logan frecuentaba un club en la calla cercana al capitolio. Al parecer, se trataba de un bar exclusivo, con hermosas mujeres que te acompañarían si le pagabas suficiente dinero.
Lucas deseaba ir inmediatamente por Logan. Pero como había dicho Julius, solo era una sospecha, no sabían a ciencia cierta si había sido él. Se pasó una mano por el cabello, abundante y rubio.
Se volvería loco si no descubría la verdad, pero no podía precipitarse y hacer acusaciones sin base y menos sin nada que lo respaldara, acusaciones que implicaban la mujer de otro hombre. Eso sería dar pie para un escándalo y no podía manchar su futura carrera política.
Las elecciones estaban a la vuelta de la esquina. El ministro y amigo de su padre, Rick River, había apoyado y también había sido su mentor para que ganara las próximas elecciones en el senado. Su reputación como hombre íntegro se traducía en poder e influencia. Una pérdida de credibilidad o cualquier escándalo perjudicaría sus esfuerzos por lograr hacerse con el puesto. Tampoco podía machar el recuerdo de Brenda con rumores maliciosos. Además, si hacia acusaciones sin fundamento, lo único que conseguiría sería quedar en ridículo.
Se quedó mirando fijamente el cielo lleno de estrellas, absorto en sus pensamientos. La razón le dictaba que reconociera que existía una pequeña posibilidad de que la muerte de Brenda fuera un accidente. Pero su corazón, le gritaba que no lo era.
Como hombre justo estaba obligado por sus principios a actuar con objetividad y llegar al fondo del asunto.
Tenía que conocer los hechos para poder entrar en acción, pero Logan no iba a admitir el asesinato. Hacía falta un pretexto. Tendría que investigar a Logan, tal vez incluso volverse su amigo, hasta que encontrara el modo de ponerlo entre la espada y la pared. Todos los hombres tienen un punto débil. Él sabía cuál era el de Logan y lo utilizaría para acabar con él.
Descubriría la verdad de cualquier modo.
Solo era cuestión de paciencia.