ESTAS SUFRIENDO

1951 Words
NARRA ESMERALDA —Es una niña —confirma la doctora. No pude evitar derramar un par de lágrimas y sentir un nudo en mi garganta. Miles de preocupaciones vienen a mí en este momento. El apretón en mi mano me hace salir de mis temores. —Todo estará bien, cariño —me dice mi padre quien sostiene mi mano derecha, mientras mi madre sostiene la izquierda. —¿Algo fuera de lo normal doctora? —pregunta mi madre y la doctora sonriendo niega con la cabeza. —No, la pequeña está creciendo como debe. Tiene las medidas y peso ideales a su edad gestacional. Estamos a medio camino ya que hace unos días llegaste a tu quinto mes de embarazo. Necesitamos que sigas pendiente de cambios en tu cuerpo. Monitorees los movimientos de la bebé y su frecuencia. También si te sientes más cansada o fatigada no dudes en decírmelo o a tu cardiólogo. Todo está perfecto con tu bebé, estás haciendo un excelente trabajo —menciona la doctora dándome mucha tranquilidad—. Le pasaré este reporte a tu médico, necesita saber que tu presión arterial está un poco elevaba, pero dentro de los márgenes normales. Nos veremos nuevamente dentro de 15 días. Asentí en respuesta mientras me acomodaba mi sudadera nuevamente. —Muchas gracias, doctora. Me seguiré encargando de que haga todo al pie de la letra —comenta mi madre. —¿Estas bien Esmeralda? —me pregunta mi padre al percibir que voy en completo silencio de camino a casa. En los últimos días me había estado sintiendo muy mal por varias situaciones. Lucas seguía desaparecido, Peter ha caído en una depresión profunda al estar ayudando a la madre y hermana de Lucas. Sin mencionar que mi madre no ha cedido a su reintegración. Entre tantas emociones peleo con mi mente que se empeña en recordarme a Máximo. Últimamente está en mi cabeza a cada momento y más cuando siento los pequeños movimientos de mi hija dentro de mí. Una parte de mi desea contestar sus llamadas o sus mensajes, pero mi orgullo me puede y no deseo dar mi brazo a torcer. No ha hecho nada para ganarse algo que venga de mí. Sin olvidarme de que todos los días recibo mensajes diciéndome lo mucho que me necesita, que me extraña, que me ama y si no fuera suficiente todos los días me ha pedido perdón. No sé qué es lo que sucede o que problemas tiene, mucho menos a que se debió su hipocresía al humillarme esa noche y a las horas pedirme perdón. No creo que sea por nuestra hija, pues no dudó en pedir que me deshiciera de ella como si no tuviera ningún tipo de valor para él. Ahora no hace nada que preguntar por nuestro bebé y como me siento. Por mi padre sé que ha mandado regalos para mí, pero mi madre no deja ni que los mire. —Si, estoy bien —respondí sin dejar de ver por mi ventana. La mano de mi madre toma la mía y me hace verla. —No puedo seguir viéndote así, Esmeralda. Me duele en mi corazón verte de esta manera. Ya no sé qué hacer para animarte —comenta apretando mi mano. —Talvez si le dejaras de robar sus cosas sería mejor —comenta mi padre. Reprochando a mi madre, ella se sorprende y me mira algo ansiosa. Tal parece que la señora Jimena se ha avergonzado. —¿De que hablan? —finjo no saber a qué se refieren. Cuando se a perfección que es lo que sucede. —Nada hija, no sé de qué habla tu padre —menciona y eso no hace más que sorprenderme aún más. —Mamá, ya sé que Máximo me envía cosas a la casa y que tu no las haces llegar a mi —comenté viendo por mi ventana, no había sido máximo quien me había dado la información, pero lo que menos quería era seguir creando esta brecha entre mis padres. —¿Quién te lo dijo? —pregunto sorprendida. —Máximo, envía mensajes todos los días mamá y me dice que si me gustaron las cosas que él me ha enviado. La verdad que no se si enojarme contigo o agradecerte. No deseo nada de él ni mi hija tampoco —menciono llevando mi mano mi barriga sintiendo un leve movimiento de mi hija. Nadie comento nada durante el resto del camino a casa. Llegamos a nuestro destino y me llamó la atención ver varios autos estacionados fuera de la casa. Miro a mi madre con la ceja alzada. —No me culpes a mí, tu hermana Patricia quiere saber si ganó o perdió la apuesta. Armo esta pequeña reunión solo están tus hermanos sus esposas y las mujeres de la familia —respondió mientras abría la puerta del auto y entra rápidamente a la casa. Mi padre viene, abre mi puerta y me ayuda a salir. —Se lo que sientes mi niña y aunque tu no me has dado la oportunidad de tocar el tema de Máximo o bueno, tu madre. Deseo hablar contigo de algunas cosas que desconoces y es muy necesario hacerlo. Ya no puede con esto en mi pecho. Iré a tu habitación después de que tu madre se duerma esta noche —concluye cuando entramos a la casa y todos estallan con un fuerte. —¡¡SORPRESA!! Mis sobrinas Aitana y Alana vienen a mí. —Necesitamos sacarte de esta sudadera y vestirte como deberías vestir. Presumiendo y mostrando más esa adorable pancita —dice Aitana tomando uno de mis brazos guiándome hacia mi habitación. Alana toma mi otra mano y me llevan arrastras a mi habitación. —¡Con cuidado niñas, no la agiten! –les grita mi madre y eso ayuda a que ellas disminuyan la velocidad de su paso. Llegamos hasta mi habitación y puedo ver un bellísimo vestido color café claro sobre la cama y con la opción de dos cinturones uno rosa y uno azul. —¿Necesitas ayuda? —me pregunta Aitana, yo niego. Sin embargo, no tengo ánimo de hacerme ni el maquillaje. —Yo me pongo el vestido, pero por favor ayúdenme a maquillarme. La verdad no tengo ánimo de hacerlo —menciono y ellas se ponen manos a la obra. Minutos después ya estábamos en lo ultimo y era el cinturón. Aitana me explico cómo ponérmelo de ultimo que para ellas también debía ser sorpresa. Salieron y yo me mire en el espejo. Podía ver la gran curva que resaltaba de mi vestido. Sonreí al acariciarla, tomé la cinta rosa y la coloqué como me había explicado Aitana. Abrí la puerta y la sala estallo en gritos de una parte y de la otra se notó la desilusión. —¡Yo sabía, se los dije! —grita mi hermana emocionada. Todos vienen a mí y me abrazan, las felicitaciones llegan de parte de todos. Nos tomamos fotografías con la decoración tan bonita que había en la sala de la casa. Las lágrimas me abrumaron cuando todos comenzaron a hablar dando sus deseos para mí y mi bebé. Cuando mi madre mencionó que a pesar de mi condición estaba llevando esta situación como mejor me es posible. No pude evitar levantarme, disculparme y refugiarme en mi habitación. Cerré la puerta y me recargué en ella. Llevando mi mano hasta mi pecho. Lloré y no porque ella haya dicho algo malo o una mentira. Si no mi temor de saber que esta “situación” como ella le dice es mi hija y tengo miedo a no conocerla o a no poder cuidarla como una madre debe de hacerlo. Respiro profundo tratando de calmarme ya que siento que me falta un poco el aire. —¿Estas bien, cariño? —escucho la voz de mi papá. —Estoy bien papá, solo que me siento un poco cansada creo que me recostaré a dormir un rato —mencioné sentándome en la cama para quitarme mis zapatos. —Descansa, cariño. Nuestra platica puede esperar hasta mañana —dice y ya no siento la necesidad de responder. Me recuesto sobre la cama y no sé si son las hormonas o simplemente los muros en los que decidí esconder mis sentimientos y están quebrandose. Me siento tan abrumada, triste y cansada que no se en qué momento me quedé completamente dormida. Me despierto y escucho voces afuera de mi habitación. No logro identificar de lo que hablan así que abro la puerta y mis padres están del otro lado. —Cariño, vine a pedirte una disculpa. No analice antes mis palabras, no deseaba hacerte sentir mal o incomodarte —dice ella con bastante pesar y puedo ver sus ojos ligeramente rojos y la clara evidencia de que también estaba llorando. —No tienes porque disculparte. Tu no dijiste nada que no fuera la verdad. El problema soy yo que no termino de aceptar que esto puede no terminar como yo lo deseo —digo acariciando mi vientre. Ella lleva sus manos a mi vientre y luego lleva una hacia mi mentón para hacer que la vea. —No digas eso hija. Conocerás a tu hija y la veras crecer y ser tu mayor orgullo, así como tú lo eres para nosotros. Recuerdo cuando nos dijeron de tu enfermedad, recuerdo que tu madre cayo en una fuerte depresión ante la idea o posibilidad de perderte cuando apenas eras una pequeña. No lo hicimos público a la familia hasta que ya tenías unos 7 o 8 años. Tu abuela Sofia que en paz descanse. Te llevo a tu primera clase de boxeo con las águilas y nosotros no lo supimos. No fue hasta que terminaste en el hospital por una insuficiencia cardiaca que todo salió a la luz. No era ajeno para la mayoría que a ti no te gustaban las actividades a exteriores ya que tu madre siempre te tenía sentada detrás de algún dibujo. Te menciono esto porque como padres pasamos por ese temor de perderte a una edad muy temprana y ahora eres una princesa preciosa de 30 años, empoderada que tendrá su propia princesita que cuidar. No dejes que esta depresión o ese sentimiento que tienes guardado te vuelva temerosa. Porque no le debes de tener miedo a la muerte. Debes tenerle miedo a no disfrutar de esta etapa tan linda por vivir con miedo. Estoy seguro de que todo estará bien mi niña. Cree en mis palabras porque así será —concluye mi padre dándome un beso en la frente y otro en la mejilla. Rodeo su cintura con mis brazos para abrazarlo fuertemente. Manuel Galeano tiene como siempre los mejores consejos. Me despido de ellos deseándoles buenas noches. Mi padre me guiña el ojo, asentí en respuesta. Me quede sentada en una silla viendo la luna. Llegué a preguntarme si Máximo al menos la mirara y pensara en mi tal como yo lo estoy haciendo en este momento. La puerta de mi habitación se abre y es mi padre. Él se acercó a mí y se sentó en la otra silla a un lado de la mía. —Estas sufriendo, Esmeralda. Estas sufriendo más por el amor que sientes, que por tu enfermedad o tu bebé. Prometí a Máximo no hablar, pero ya no puedo seguir viendo como la tristeza te va consumiendo —comenta y tiene toda mi atención después de estas palabras. —Cariño, Máximo hizo lo que cualquier hombre en su situación haría. Mantener segura a la mujer que ama y a su bebé. --------------------------------------- Copyright © 2023 Valery Archaga Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2304194085811
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