¡MALDITOS SEAN!

2211 Words
NARRA MÁXIMO —¿Por qué no quieres que ella hable? ¿Qué sabes tu? —pregunté con la ceja alzada. —Simplemente no tiene caso hablar de cosas ahora. Los involucrados no están presentes ya no pueden hablar y defenderse por están muertos. —comenta y parece darse cuenta de que hablo de más. —Habla, Ruth —le ordeno y ella mira a mi padre. Este solo baja la cabeza en derrota. —¡Alto! Alguien explíqueme, ¿Como así que Ruth está viva? —pregunta Pilo sorprendido viendo a todos los presentes. —Pilo, yo fingí mi muerte. Yo no morí y mucho menos me suicidé como les hice creer. Mi único pecado fue irme sin mi hija, pero necesitaba sanar yo primero para poder ser la madre que ella merece. No tengo pensado decírselo hasta que cumpla la mayoría de edad. Actualmente está en una etapa donde todo lo que suceda la marcará para siempre —dice ella viendo a un punto fijo. —Máximo, ¿Aun tienes las cartas que dejé para que le entregaras a mi hija cuando fuera mayor? —me preguntó. Asentí y caminé hasta la caja fuerte donde las guardo. Pongo la clave y saco el sobre. Se lo entrego, puesto que esta sellada. Nunca abrí la carta dirigida a mi sobrina solo leí la pequeña nota que ella dejó a un lado de esta explicando que era para su hija. —Me sorprende que no la hayas leído. Significa que… no sabes nada —dice para sí misma como un susurro. —Por eso digo que es mejor dejar las cosas como están Ruth. Ya no podemos hacer nada para cambiar el pasado. Esto solo abrirá viejas heridas que causarán más dolor —dice mi padre tomando la mano de Ruth. —Lo siento, Don Mario, pero si quiero dar una explicación lógica y sincera del porque hice lo que hice tengo que decir lo que paso. Perdóneme, pero no podemos vivir así toda la vida —mi padre asintió en respuesta —. Máximo, Lena y Pietro eran amantes. Las palabras que salen de los labios de Ruth fueron las ultimas que esperaba escuchar. En este momento siento como si un hierro hubiera atravesado mi cuerpo. Me recargo en mi escritorio. Mis ojos no abandonaron los de Ruth buscando la mentira en sus gestos y nunca lo mostro. —Estas mintiendo ¿verdad? —cuestioné más como un susurro, llevando mi mano a mi cabeza. —No, Máximo. Te juro que no miento, yo misma los vi en la cama que compartía con Pietro. Mi depresión no fue causada por el postparto como Pietro se llenaba la boca diciéndole a todos ustedes. 2 semanas después de tener a Madeleine los encontré teniendo sexo en nuestra cama ¿Y sabes que me dolió más en mi corazón? Que mi hermana, mi sangre me dijera que me estaba ayudando a mantener tranquilo a Pietro. No me aguanté y la bajé de Pietro tomándola del cabello, no sé si lo recuerdas tu estabas con los niños en el patio jugando. A Pietro no le importó que tuviera a Mad en brazos, mucho menos que acabara de darla a luz. Me empujó y caí al suelo con mi hija. Mi hermana se vestía y no dijo nada más que para dirigirse a Pietro. Que me mantuviera callada, que esto arruinaría sus planes. Pietro me amenazó con separarme de mis hijos. Hacerme pasar como loca en un par de ocasiones. No dije nada y pasaba todo el día en mi habitación recluida en mi propia casa por culpa de mi esposo y mi hermana. Todo empeoró unos días después que mi hijo y mis sobrinos llegaron a verme llevaron unas rosas del jardín para mí. Estoy segura de que fuiste tu quien los envió, fuiste el único que se preocupaba por mis hijos y por mí. Pietro estaba ahí en ese momento jugando con Mad, los niños me dieron las flores uno a uno acompañadas de un beso en mi mejilla, para luego salir corriendo. Como estocada de su parte… me confesó otra cosa que no esperaba. Que lo único que hizo esa verdad fue terminar conmigo —ella solloza aún más fuerte y yo estoy viendo a un punto fijo en mi despacho. Tratando de procesar lo que me está diciendo, cierro mis ojos para esperar que siga hablando, pero nuevamente mi padre la interrumpe. —Eso es suficiente Ruth, no más —abrí mis ojos y lo miré fulminándolo con la mirada, pues significa que aún hay más y él está enterado de todo esto. —Continúa —dije poniéndome de pie y caminando hacia la ventana. —Max, creo que tu padre tiene razón. Ya dije lo que pasó, dejemos a los muertos descansar en paz —dice y esta vez no pude controlarme. Tiré todo lo que había en una mesa al lado de la ventana. —¡Habla de una maldita vez! ¡Di todo lo que tengas que decir! —grité desesperado de saber que es peor que saber que mi esposa, la mujer que amé con todo mi alma y devoción se acostaba con mi hermano. Que me era infiel con él. Los dos viéndome la cara de imbécil vaya Dios a saber cuánto tiempo. —Cálmate, Máximo. —se acerca mi padre. —Dijo que se enorgullecía de cómo sus tres hijos crecían como todos unos hombres dignos de llevar el apellido, Marchetti. Le pregunté a que se refería y me dijo con orgullo de que Leo y Milo eran sus hijos. Lo siento, Máximo, pero tal parece que desde antes de tu boda ellos ya se acostaban. Mi hermana me presentó a tu hermano y yo me enamoré como una tonta, pero solo era para tenerme como cuartada para excusar las veces que pasaba en nuestra habitación —y tal como ella mencionó esa información golpeo todo mi ser. Las fuerzas abandonaron completamente mi cuerpo, haciendo que caiga al suelo de rodillas. Esto no puede ser verdad, esto no me puede estar pasando. ¿Lena y Pietro estuvieron juntos todo ese tiempo? ¿Leo y Milo no eran mis hijos? Volver a preguntarme internamente solo hizo que el dolor que sentía creciera. Sentía que el aire me faltaba y mi corazón se apretaba en mi pecho. —No, eso no puede ser posible. No, ¡No! ¡Nooo! —grité golpeando la alfombra con mis puños. —Ya Máximo, no vale la pena —Escucho decir a mi padre. La rabia, el dolor, la impotencia y la burla se apoderan de mí. Me pongo de pie y lo tomo del cuello de su camisa y lo empujo contra la ventana. —¿Desde hace cuánto tiempo lo sabes? ¡No me mientas, maldita sea! —Le exigí y él quiso salir de mi agarre. —¡¡HABLA!! —Demandé con mucha más rabia y presionando más su pecho. —Siempre, siempre lo supe. Supe de todo esto desde antes. Tu hermano se vanagloriaba con eso. Yo mismo les mandé hacer pruebas de ADN a los niños. Lo siento hijo discúlpame por no decirte esto antes, pero es que hay una cosa aún más grave en todo esto —Lo solté y di un puñetazo a un lado de la pared. —¿Qué? ¿Qué es más grave que todo lo que me acaban de decir? ¿No soy tu hijo? ¿También esa es una mentira? —dije esa última como ironía. Él se quedó ahí viéndome con los ojos abiertos sorprendido como si lo que dije fuera lo que me iba a decir. —¿No soy tu hijo? —pregunté de nuevo con un nudo formándose en mi garganta. —Tu y Pilo son mis hijos. Pietro no. Pietro era hijo de Danko Konikov, tu madre fue dada a mi como un contrato, así como Alexandra y tú. La diferencia es que yo si quise a tu madre y ella también me quiso a mí con el tiempo. Fuimos felices aun sabiendo que cuando nos casamos ella ya tenía meses de embarazo de Pietro con su novio de la universidad. El cual con el tiempo me enteré de que se trataba de Danko Konikov. Tu madre murió en un accidente donde Danko intento secuestrarla. Así fue como comenzó el odio entre nuestras familias. Luego yo mande hacer lo mismo que el hizo con mi esposa. Alexander su hijo mayor unos años menor que Pietro se enteró de esta verdad. Por una conversación supe que Danko siempre comparó a Pietro y Alexander. Restregándole en la cara lo orgulloso que se sentía por los logros que obtenía Pietro dominando y controlando ciertos territorios. La gota que derramó el vaso para Alexander fue cuando Pietro le quitó la ruta asiática. Pietro se había convertido en un monstruo, frente a ustedes siempre se mantenía cordial y amable. Frente a mí y a otro era despiadado. Con todo respeto a ti Ruth, pero lo había hasta violar a jovencitas frente a miembros de la organización. Para “demostrar” como le importaba lo que alguno de ellos pensaran de él. Fue por eso que… —hizo una pausa y el silencio dominó en la habitación, hasta que continuó hablando. —Al ver en lo que Pietro se estaba convirtiendo. Tuve miedo de que ustedes se convirtieran en sus siguientes víctimas. Fue por eso que yo ayudé a Alexander a organizar aquel atentado. El cual será mi mayor pecado pues no sabía que los niños iban con él en el auto —dice y los sollozos de Ruth se hacen escuchar con mayor fuerza en la habitación. Yo estoy completamente ajeno a procesar lo que acaba de decir. No puedo creer en sus palabras, no puedo. —¿Fuiste tú no es cierto? Tú le diste a Gertrudis la tarjeta con la información de las águilas ¿No es así? Mi niño era inocente. ¡Los niños no tenían la culpa de lo que hacían los adultos! —reprocha Ruth casi en el rostro de mi padre. Este baja su rostro y asiente. —Si fui yo. Quería que cuando esto pasara estuvieras lejos o al menos que contaras con ayuda de terceros para rehacer tu vida lejos de todo lo que viviste con Pietro. No pensé que todo sería así. No debía terminar así —confiesa y yo siento que estás cuatro paredes se vienen sobre mí. Por inercia caminé hasta la puerta y salgo de ese lugar. Escucho a mi padre y Pilo llamarme, pero no me detengo llego hasta el garaje y tomó una de las llaves guindadas y aprieto el botón de abierto. Camino hasta el auto que iluminó sus luces y me subo en él. El garaje abre su puerta y salgo en el auto a toda velocidad haciendo que una de sus llantas se derrapara en el asfalto. Mientras espero que alguien abra el portón de salida alguien abre la puerta del copiloto. —Si te vas a ir a matar en este auto, yo también me iré contigo —comenta la única persona a la que puedo confiarle mi vida. Golpeó con furia el volante. —¡MALDITOS SEAN! —grité hasta que todas las emociones que me abruman hacen que me rompa en llanto. Una mano en mi hombro llama mi atención. —Sin querer escuché todo. Lo único que puedo decir es que solo hay una manera de que todo ese dolor salga de raíz. Bájate del auto yo manejo —me dice y eso hice. El auto salió de los predios de la mansión y nos deambuló por las calles de Sicilia. Hicimos una parada a la gasolinera. Hasta que llegamos a la casa donde viví la peor mentira. El lugar que almacena ahora mis peores recuerdos. Las veces que compartí con mis sobrinos. Aún no puedo creer que no fueran mis hijos, pero ahora tiene mucho sentido que ninguno sacara el color de mis ojos o el castaño claro de mi cabello. Ellos tenían un gran parecido a Pietro. Recuerdo que Lena una vez dijo que los niños siempre se parecen a él familiar que más los quiere y ese era Pietro ya que estuvo hasta el día que nacieron. ¿Como pude ser tan idiota? —Bueno, aquí y ahora mandaremos todo a la mierda. Ya me aseguré de sacar a todo el personal de este lugar —comenta, poniendo unas botellas de gasolina frente a mí y una caja de fósforos. —Así es como mi madre me enseñó a quemar los recuerdos. Recordar y hacer que se vayan en las llamas. Esta casa alberga mucho de tu dolor y es tiempo de dejarlo ir —dice Ovidio. Que si me ayudara a aliviar mi dolor, no lo creo, pero si sentiré gusto de saber que lo que se construyó en esta casa a base de mentiras se volverá cenizas y que nada de eso existe ahora. Ahora solo puedo desear que los culpables de causar tanto dolor estén ardiendo en lo más profundo del infierno. --------------------------------------- Copyright © 2023 Valery Archaga Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2304194085811
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