LA BUSCARÉ, ENCONTRARÉ Y MATARÉ

1636 Words
NARRA MÁXIMO Me estoy quemando en este mismo fuego que yo decidí iniciar por culpa de una venganza. Esmeralda Galeano se había vuelto no solamente en mi nueva obsesión si no en una parte de mi. No había momento que no pensara en ella durante la noche. Después de nuestro encuentro Esmeralda se durmió en mi pecho y se sintió tan jodidamente bien. Tenía años de no sentirme de esta manera. Lo peor de todo es que no siento remordimiento o culpa por haberlo hecho. Ni pensar en Lena, me hizo retroceder. Esmeralda era otra cosa y sabía que esto que acababa de pasar lo único que haría sería condenarme. No pude dormir durante toda la noche descifrando que fue lo que me pasó con esta chiquilla. El aroma de su cabello no me ayudó para nada. El sol comenzaba a asomarse por la ventana cuando pude cerrar los ojos unos segundos. Mi teléfono vibró y era un mensaje de Alexandra. -Mi padre vendrá a cenar esta noche. Tienes que estar aquí, tu padre conocerá a su futura esposa -dice y no pude evitar maldecir en mis adentros. No tenía planes de irme hoy mismo. Deseaba descubrir más de esta chica sobre mi pecho. -Prepara todo, salimos después del medio día para Sicilia -le mandé a Ovidio, del cual sorprendentemente no escuché nada en toda la noche. Hago círculos en su espalda para levantarla. Su piel es tan suave que lo que hace es activarme nuevamente. La escucho gemir levemente, ella levanta su rostro de mi pecho y me mira. Ese verde de sus ojos logró desestabilizarme por completo. > La pregunta me golpeó y de que manera, al punto de que la abracé más a mi cuerpo no queriendo dejarla ir. Quería más tiempo con ella, pero no podía quedarme mucho tiempo aquí. Eso llamaría mucho la curiosidad de Alexandra y no dudará en querer lastimar a Esmeralda. No dejé que la culpa me abrumará. No ahora que la estoy viendo y sintiendo sentada sobre mi polla. Escucharla gemir solo me hizo perderme de nuevo en el deseo de poseer su cuerpo con fiereza nuevamente. La ayude a tomar un baño para relajar sus piernas. La posición en la que durmio no debió ser muy cómoda. Perdí el control cuando entramos de nuevo en el baño. No pude mantener mi pilla y mis manos lejos de ella. Esmeralda era como un imán del cual no quiero alejarme. Terminamos en la cama disfrutando de lo que nuestros cuerpo estaban sintiendo. Su coñito apretado estaba volviéndome loco. Después de medio día nos vimos en la obligación de salir de la cama. Me sentí un bastardo en mentirle sobre que estaba interesado en ella desde antes y en varios detalles más. Cuando la verdad es que no sabía ni quién era hasta que Ovidio me dio algunos detalles de su vida. Por un segundo sentí un vacío en mi pecho cuando la vi salir por la puerta de la entrada. A los segundos de ella salir Ovidio apareció por la puerta. Tenía una gran sonrisa en su rostro lo que llamó mi atención. No dije nada solo le señalé que tomara mi maleta y así fue con eso salimos de la suite. Me interesaba alejarme de aquí o me podía arrepentir de muchas cosas. Al llegar abajo me sorprendí al ver a Esmeralda salir del elevador de enfrente, no pasó desapercibida la manera en cómo ese tipo miraba a mi mujer. Cuando menciono eso de que el destino nos estaba uniendo. Recordé una conversación con mi madre que decía que no podíamos elegir a donde nacemos, pero si podíamos decidir nuestro propio el destino. El cual con nuestras palabras y acciones decidíamos si esté sería bueno o malo. La besé una última vez y la acompañe hasta su auto. Regrese hasta donde me estaba esperando Ovidio. —Tal parece que su noche estuvo muy buena, señor —se atreve este idiota a comentar. —No rebases tus límites Ovidio. Recuerda tu lugar —este solo negó, pero sin soltar la sonrisa de su rostro. —Parece que la tuya también estuvo buena —comenté y este asintió con efusividad. —Me he enamorado de una hermosa mujer y no pienso dejarla ir. ¿Cuando volveremos? —me pregunta y yo no le respondí solo negué viendo por mi ventana. Llegamos a Italia y el camino hasta la casa que compré con Alexandra fue un martirio. En todo el vuelo Esmeralda fue la única cosa en mi cabeza. Me tortura mi mente y no puedo evitar darle la razón a ese pequeño comentario interno. No cabe duda que yo solo me acabo de condenar. Trato de poner a Esmeralda en lo más profundo de mi mente pues esta cena es muy importante. Necesito tener mi cabeza despejada para prestar atención a todo lo que Danko y mi padre negociaran por ese matrimonio. Una joven rubia para nada parecida a Alexandra. Me atrevo a decir que es mucho más hermosa que ella. —Amor, bienvenido —dice Alexandra viniendo hasta mi y dar un beso en la mejilla. Ella limpia mi mejilla con su pulgar. —Disculpa, mi amor te deje algo de maquillaje en la mejilla. Yo tomo con delicadeza su mano y la alejo de mi. —Está bien, no te preocupes. ¿Mi padre? —pregunté sin darle oportunidad de más conversación. —Está en el despacho con mi padre. Ven, te presentaré a mi hermana Francisca —ella toma mi mano y me acerca hasta la otra mujer. Me solté de su agarré y camine a su lado. —Francisca, el es Máximo mi esposo e hijo de Don Mario —le comenta esta me sonríe y asiente sin acercarse a mi me saluda. —Mucho gusto Francisca, espero que sepas lo que se te viene —comenté con seriedad y ella solo bajo su mirada al suelo. Caminé hasta el despacho de la planta baja y ahí estaban los dos hombre. —Mi hija vale eso y mas. Es una joya de esas que ya no se encuentran, es hermosa, muy bien educada y virgen. Aún podrás tener más desendencia estoy seguro que así será —Escucho al no más abrir la puerta. Me causa mucha molestia que aún se negocien a sus hijas e hijos como si fuéramos un trozo de carne. —No lo dudo Danko, no lo dudo —Escucho que dice Don Mario con esa cara de diablo que lo caracteriza, la cual es muy bien actuada. —Buenas noches —dije entrando a donde los hombres ambos me dieron la mano y nos dispusimos a hablar sobre lo que quería negociar Danko, no me parecía tan descabellado. La verdad que el ya se había metido casi en esas líneas de tránsito. Porque ya no nos estaban dejando nada de ganancias. Al menos no como las demás. —¿Que es lo que traficaras? —pregunté porque si me decía que eran personas el trato de moría aquí y ahora. Sin importar lo que piense y quiera padre, al final quien lleva el anillo soy yo. —No tengo que estarles pregonando mis propósitos para dicho lugar —dice alzando su ceja. La cual no pude identificar si era molestia o nerviosismo de su parte. —Solo le advierto que si mujeres o niños son transportados por esas rutas se termina nuestro trato. Sin importar el matrimonio de mi padre. Mientras la organización esté bajo mi mano no se jugará con vida de inocentes. Tome esto como mejor le parezca, una advertencia o una amenaza. No le gustaría saber lo que le hace a los traidores por su propia experiencia —El me mira y se ríe. —Lo he vivido, enterré a mis hijos, nietos y esposa gracias a ti. ¿Ahora me dices que la vida de extraños vale más que los tuyos? Todavía te falta corazón que triturar muchacho. Yo dejé de pensar con el mío desde hace mucho y eso deberías de hacerlo tú —dice el y la puerta es abierta dejando ver a mi hermano Pilo. —Buenas, buenas. Llegó quien les quitará las caras largas. Compre un whiskey que está exquisito —entra como siempre mi inmaduro hermano. Pasamos a probar la botella, para luego ir hasta el comedor y cenar. Podía ver el intercambio de miradas entre mi padre y Francisca. Era algo muy incómodo y perturbador de ver. Era como ese cuento de Caperucita y el lobo. Al terminar nos despedimos y cada quien se fue a su casa. Quedándome solo con mis pensamientos de nuevo. Comencé a desabrochar mi camisa y la aventé sobre la cama. Segundos después la puerta de mi habitación se abrió. No necesitaba ser hechicero para saber que es mi esposa de metida como siempre. —¿Que es lo que quieres, Alexandra? —pregunte ignorando su presencia. De un momento a otro siento que viene a ponerse frente a mi y quiere pegarme, pero detengo su brazo con mi mano. —¿Que te sucede? —le pregunto alejándola de mi. —¡¿Que pasa?! —ríe con ironía —. Pasa que tiene marcas de uñas en tu espalda, lo que me dice que si eres funcional —grita y yo me río restándole importancia a sus reclamos. —Si, ríete todo lo que quieras. Esperó que con la puta que estuviste te haya complacido porque será la última vez que lo hará. La buscaré, encontraré y mataré, porqué tú me perteneces y si yo no puedo tener todo de ti, nadie mas lo hará.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD