EL DESTINO

2055 Words
NARRA ESMERALDA. —¡Oh por Dios, Max! —grité presa del placer. Como me aconsejó Peter me dejé llevar y sí que lo estaba disfrutando. Al principio creí morir por la sensación de mi primera vez. Él pudo notarlo y me dolió en el corazón ver la duda cuando se separó de mí. Por eso no lo dejé ir, me aferré más a él sin importar que eso me hacia estar suplicando por no ser rechazada. Las palabras que él dijo después fueron como un combustible a todo lo nuevo que estaba experimentando mi cuerpo y mi corazón. Al llegar al cuarto el fuego no hizo otra cosa mas que aumentar. Max me puso boca a bajo sobre la cama y sentí miedo, miedo a lo desconocido que era todo esto y a la misma vez me moría por saber que tan intenso podía llegar a ser cualquier intercambio entre nosotros. Él se ofreció a enseñarme y yo acepté ser su alumna. —Si esto es demasiado para ti me lo haces saber, hermosa principessa —Comentó tomándome ligeramente de mi cabello, al mismo tiempo que con su otra mano levantó mi trasero para entrar en mí de una sola embestida. Grité de dolor y de placer ante lo nuevo que estaba experimentando. Max me colocaba en diferentes posiciones una cada vez más intensa que la otra. La velocidad y fiereza con la que me embestía me hacía sentir que podía morir en cualquier momento. Había perdido la cuenta de cuántas veces había tenido un orgasmo al mismo tiempo que él, pero no parecía querer dejarme ya que su estamina estaba al máximo y su pene parecía no cansarse. —Tu coño se convirtió en mi nueva obsesión principessa. Adoro ver cómo mi polla se pierde dentro de tan bello y ya para nada virgen coño, haciendo que grites de esa manera —menciona dejándose caer sobre mí. Soltando mi pierna la cual tenía abrazaba mientras me embestía. Ya no sabía nada más que me sentía poderosa al causarle tanto deseo a un hombre. Máximo no solamente se había encargado de enseñarme a tener sexo, sino también a sentirme deseada y maravillosa ante cada orgasmo. El calor que dominaba mi cuerpo era exquisito. De un movimiento y sin salir de mí, me ubica sobre él. Dejo escapar un grito al sentirlo tan profundo en mí. «¿Como no es posible que se canse? No se cuánto tiempo llevamos en esto.» —Ya te enseñé un par de cosas. Ahora, muéstrame lo que tienes principessa. Quiero que dejes mi polla sin ganas de seguir. Algo que dudo suceda, tu coñito esta tan delicioso que mi polla no quiere salir de aquí —dice metiendo su mano entre nosotros para estimular aún más mi adolorido c******s. Comencé a moverme lentamente viéndolo a los ojos para ver sus gestos y si le agradaba lo que estaba haciendo. La manera en cómo se expresaba solo me hacía volverme más loca de deseo. Mis movimientos se fueron haciendo un más rápidos y mi respiración se cortaba ante la agitación. Max tenía su pulgar firme en mi c******s, sus gruñidos y jadeos me estaban llevando a el límite de nuevo. De un momento a otro me tomó de la cintura deteniéndome y el comenzó a embestirme. —¡Aaah! ¡Aah! ¡Aaah! —gritaba cada vez más alto conforme llegaba a mi cuarto o quinto orgasmo de la noche. —¡Esmeralda! ¡Maledizione! —Gritó apretando sus manos en mis caderas. Dejé caer mi cuerpo sobre él. Mi cabeza se recostó sobre su pecho y escuché el agitado sonido de su corazón. El acarició mi espalda con sus manos y sentí un par de besos en mi cabeza. —Quiero más de esto amore, una noche no me será suficiente —menciona y levante mi cabeza viendo el hermoso azul de sus ojos. «¿Me dijo amore?» —¿No es solo de una noche? —pregunté dándole un beso en su pecho. —¡No! Maldición que no, solo un idiota podría dejarte ir después de lo que me has dado. Si he insistido tanto por ser tu socio no solo es por negocios. Más que todo utilicé los negocios como una estrategia para acercarme y poder conocerte más. Este momento no estaba en mis expectativas, pero que haya sucedido solo hizo que todo el tiempo que esperé haya valido la pena —concluyó inclinándose para darme un beso en mis labios. —No sé si lo que diré me hace ver cómo una niña o como una mujer que le gusta expresarse —dije con algo de timidez. Él se carcajeó y acarició mis piernas. —Eres todo una mujer mi principessa puedes decirme lo que quieras —comenta con una gran sonrisa en su rostro. —Creo que me acabo de enamorar —comenté con timidez, pero sin dejar de verlo a los ojos. —¿Me creerías si te digo que yo también estoy perdidamente enamorado de ti? —pregunta y mi corazón palpita rápidamente de emoción. —¿Podemos seguir dándonos más clases, profesor? —pregunté moviendo mi cadera haciéndolo soltar un gruñido. —Creo que la alumna ha superado al maestro, pero por el momento cariño debemos descansar. Hemos estado en acción por algún tiempo ya —menciona viendo el reloj a un lado de la cama. Me sorprendo al ver que ya marcan las dos de la mañana. —Tienes razón, pero creo que debemos separarnos —le digo y el niega. —Me niego a eso principessa. Recuéstate sobre mi pecho —dice y yo hago lo que me pide. Comienza a acariciar mi espalda y mi cabello con sus manos. Cerré mis ojos para disfrutar la sensación electrizante que sentía al tener sus manos sobre mi cuerpo. Sin darme cuenta me había quedado dormida. —Principessa, despierta —me dice y yo negué. Me sentía cansada quise estirarme y mis piernas estaban entumecidas. Me quejo ligeramente por el dolor y el no poder acomodarme mejor. Abrí mis ojos y sentí el calor del pecho de Max. Me senté rápidamente y quise moverme a un lado de la cama, pero no pude no tenía fuerzas y mucho menos el deseo. Ya que sentí a Máximo en lo más profundo de mi ser. —Aah —gemí levemente. —No hagas eso porque si no, no podré controlarme. Vamos, prepararé un baño tibio para relajar tus músculos —Así fue parte de mi mañana entre besos y caricias al bañarnos, terminamos nuevamente sobre la cama. Mi teléfono se hizo escuchar provocando que saliéramos de la adictiva acción. Peter me estaba diciendo que tenía llamadas de mi padre preguntando por mí. —Creo que ya tengo que irme —Susurré con un puchero. —Está bien principessa. Yo también tengo que viajar a Italia por unos días. Volveré en una semana —dice y una tristeza que no sabría explicar me embarga. Pensando en el temor de ya no volver a verlo, al menos de esta manera. —De acuerdo —dije y él tomó mi barbilla. —Volveré, iré allá solo porque tengo negocios que dejé un tanto inconclusos. Cuando los soluciones me tendrás de regreso. Hablé en serio en lo que te dije durante la madrugada. Estoy enamorado de ti, Esmeralda. Si es algo apresurado y repentino, pero después de lo que he vivido anteriormente y lo que me has enseñado en un solo día. Me he prometido no dejar pasar el tiempo y dejar que esta soledad me consuma. Si tú me aceptas me gustaría pretenderte y no me gustaría que sea algo a escondidas. Me gustaría que fuera algo tan serio que si en un par de meses todo sigue bien entre nosotros. Me gustaría conocer a tu familia —Dice ayudándome a colocar el cierre de mi vestido. Me volteo y tomo su rostro entre mis manos para traerlo hacia mis labios. —Así será si es lo que tú deseas. ¿No te importa la diferencia de edad entre nosotros? —pregunté abotonando su camisa. —No amore, la edad es solo un número y el amor no mira esos detalles solo la sociedad. ¿A ti te importa? —me pregunta tomando mi mano. Negué con una sonrisa. —Claro que no. Tu solo me llevas 10 años más de experiencias vividas y no son nada parecidas a las mías. ¿Cuándo te irás? —pregunté mientras lo abrazaba. —Me iré hoy mismo. Me interesa avanzar con lo que tengo pendiente para volver a ti lo más rápido posible —dijo dándome un beso en mis labios. —De acuerdo yo te mantendré al tanto de cómo va todo con tu inversión —le digo y él se ríe para luego darme otro beso en la frente. —Se que cuidarás de todos nuestros intereses principessa, de eso no me cabe la menor duda —Después de besarnos por unos segundos más nos despedimos. Salí de esa suite con mis piernas temblorosas y un ardor en mi entrepierna. Con mi corazón derretido de amor por Máximo Fiore, deseando que esto sea solo el comienzo de la más bella historia de amor. Porqué ese hombre ya se había metido en mi mente, en mi cuerpo y en mi dañado corazón. Llega el elevador entro en él y presiono el número donde está el estacionamiento. Las puertas se cierran y el elevador desciende un par de pisos antes de detenerse. La puerta se abre y me sorprendo al ver la pareja que se besa apasionadamente frente a este. Al sentir que el elevador había abierto la puerta se separan y me quedo como estatua al ver de quienes se trataba. —Esmeralda —Dice un avergonzado Ezequiel. —Buenos días —dije con una sonrisa hacia ambos. Ezequiel estaba con su esposa, lastimosamente no tenía el placer de conocerla más que por las fotos en sociales. La mujer mira entre los dos como si nos conociéramos. —¿Se conocen? —pregunta sonriente. Ezequiel me mira y yo negué. —Su madre es tía de la mía por lo que hemos estado juntos en reuniones familiares, pero nunca hemos tenido el placer de conocernos —le digo sin soltar la sonrisa en mi rostro. Ella se emociona y se sorprende. —Qué bueno, no sabía eso. No me lo habías comentado mi amor. Pensé que sólo tus padres, tu abuela y Lorena eran tu familia los hubiéramos invitado a la boda. ¡¿Tú eres Esmeralda Galeano?! Por Dios eres más hermosa en persona que en las fotografías. Me hubiera encantado tenerte en nuestra boda —comenta ella alegre. —Si, muchas gracias. Es cierto, muchas felicidades por la boda —hago mi cabello detrás de mis orejas. La chica me sonríe con picardía. —Parece que no solo nosotros tuvimos una noche apasionada —comenta haciendo que a Ezequiel se le vayan los colores de la cara. —Cariño, eso no lo sabemos. Esmeralda no necesita saber de nuestra intimidad —comenta y la chica niega. —Lo digo por las marcas en su cuello. Son iguales a los que me has dejado tú. Lo siento por si mi comentario te incomoda —comenta ella yo sonrío y me descubro un poco más mi cuello. La puerta del elevador se abre en mi parada y para mi sorpresa Máximo también estaba saliendo del elevador de enfrente. Me imagino que no tuvo el mismo disgusto de que alguien desagradable se le subiera en el elevador. —Principessa, ¿Todavía no te has ido? —caminé hasta él y negué. El rodeó mi cintura y me dio un beso en mis labios. Volteo hacia el elevador que aún no se había cerrado. —Gusto en volver a verte Ezequiel, mucho gusto Anny —asentí con una sonrisa mientras la puerta del elevador se cerraba dejando a un iracundo Ezequiel. Ya que apretaba su mano en un puño junto con su mirada de molestia. —Creo que el destino no quiere que nos separemos —comenté dándole un beso en su mejilla. —Si amore, el destino. --------------------------------------- Copyright © 2023 Valery Archaga Todos los derechos reservados. Obra protegida por Safe Creative bajo el número 2304194085811
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