LO QUE SE ESPERA

895 Words
El encuentro con Joran había dejado el corazón de Altea completamente destruido. Regresar al palacio significaba aceptar su destino y ella lo sabía muy bien, pero no había otra opción para ella más que aceptar lo que todos habían planeado para su vida. En su mundo no cabía espacio para tomar sus propias decisiones, ni siquiera para negarse a las órdenes de su padre, y es por eso por lo que la resignación era su única opción. —¿Dónde has estado? Tienes que prepararte para tu boda —le cuestiono su padre al verla caminando por los pasillos del palacio. Altea lo miro con rabia y agacho su mirada ante la imponente presencia del emperador. —Respirando por ultima vez un poco de aire en libertad —declaro a media voz. El emperador se acercó con autoridad a su hija y la sujeto del brazo con fuerza acercándola a él. —No vayas a arruinar la única posibilidad que tenemos de salvar a nuestro imperio —le exigió. La joven miro los ojos grises de su padre y aguanto la rabia. —No lo arruinare, no te preocupes —le aseguro Altea. Ella sentía ganas de huir de la presencia de su padre, pero eso era simplemente imposible. —Y espero que ese tipo con quien te encontrabas a espaldas de tu padre no haya robado tu honra, el hijo del emperador de Ceviel no aceptaría tal cosa —le advirtió a su hija. Los puños de Altea se cerraron en respuesta a las palabras de su padre y contuvo sus ganas de llorar a causa de la rabia que sentía en ese momento. —No te preocupes, no tendrás quejas de su parte —respondió ella e intento continuar con su camino, pero su padre la sujeto un poco más fuerte para detenerla. —No basta con el casamiento, ¿lo sabes? Ella asintió. —Lo sé, buscas que me enamore de un desconocido, y que él se enamore de mí, pero a nadie le importa lo que nosotros sentimos —sentencio ella y fue la voz de una de las doncellas quien hizo que la incómoda conversación llegara a su fin. —Vete a preparar, la boda será en unas pocas horas —anuncio el emperador soltando el brazo de su hija para que ella pudiera marcharse. La vida tal y como la conocía Altea estaba llegando a su fin mientras que las doncellas la ayudaban para prepararse para la boda. Del otro lado de los muros de este palacio, el pueblo estaba sufriendo las consecuencias de la guerra, sin embargo, todo lo que se tramaba entre ambos imperios era pensando en salvarlos y volver a ganar su confianza. Las agujas del reloj avanzaban sin compasión hasta que la cuenta regresiva llego a su fin sin darle más opción a Altea de enfrentar su destino. Se miro al espejo una vez dándose cuenta de que estaba usando el vestido de sus sueños para la persona equivocada, —Hija, te ves hermosa —hablo su madre y Altea sorprendiéndose de su presencia. —Madre —dijo con su voz entrecortada y al darse la vuelta, Lucrecia estaba de pie a pocos pasos de Altea. —Quiero salir corriendo de aquí —confeso ella y su madre respiro profundo. Lucrecia se acercó a su hija y pidió que todos en el salón se retirara para dejarlas solas. Inmediatamente todos se retiraron del lugar y la mirada de Altea era de completa expectativa y su madre tomo sus manos con delicadeza. —Hija, sé que te estas sacrificando por todos nosotros, pero créeme, el amor es algo que llega con el tiempo —la alentó. —¿Tú te has enamorado de mi padre con el tiempo? —cuestiono sin rodeos y Lucrecia asintió. —Así es, asique no tengas miedo, todo estará bien —reitero. Altea no sabía muy bien que decir, solo asintió y dio dos pasos hacia atrás. —Debo irme, no quiero llegar tarde a mi boda, no quiero que me culpen de que el pueblo siga continue sufriendo —pronuncio la joven y queriendo terminar con su pesadilla, salió del salón rumbo al salón de baile donde todo estaba preparado para su boda. Ambos imperios y los invitados conocían muy bien los motivos de esta boda, por ende, no hicieron falta los protocolos típicos de una ceremonia como esta. Altea ingreso al salón de baile y se quedó parada al final del pasillo donde repente se centró la mirada de todos los presentes. Ella respiro profundo al sentirse tan observada y la joven miro a su alrededor con dudas hasta que de pronto vio al final del pasillo donde se encontró con la verde mirada de un hombre de altura imponente y cabello castaño claro. Él miraba a Altea de una particular manera y luego respiro profundo. La joven decidió caminar por el pasillo hasta llegar frente a él quien esbozo una sonrisa que apenas podía verse. —Leander Ceviel —se presentó el hombre. Altea apenas lo miro a la cara. —Altea Drunia, tu casi esposa —declaro ella con una actitud fría que dio a entender su postura ante esta situación. Ninguno de los dos estaba feliz con esta boda, pero también conocían lo que significaba y lo que se esperaba de ellos después de su unión.
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