Joran ya se había marchado, y es que había comprendido que salía sobrando en aquel lugar. Su corazón pedía a gritos luchar por Altea, pero una vez más su mente le indicaba usar su lógica y apartarse por el bien de los imperios. Por otra parte, Altea y Leander se encontraban frente a frente en un vacío salón donde incluso se podía oír el eco de sus respiraciones. —¿Me dirás lo que esta pasando? —exigió ella mirándolo a los ojos. —No podía permitir que te casaras con Gunner —dijo él sin rodeos. La respuesta por supuesto que sorprendió a Altea y se notaba en la forma que sus ojos se abrieron de par en par. Su mente trataba de comprender el motivo por el cual Leander había dicho aquellas palabras. —¿A qué te refieres? ¿Por qué dices que no podías permitir que me casara con tu hermano? —cue