Ni Leander ni Altea sabían muy bien que decir o hacer. Joran estaba paralizado también y es que, si bien estaba al tanto de la forzada boda de Altea, él jamás imagino que el hombre sería nada más ni nada menos que su mejor amigo. Una brisa de viento movió el cabello de la mujer haciendo que ella lo acomodara de inmediato, siendo este el único movimiento que se atrevió a hacer. Las hojas secas se rompieron ante los pasos de Leander quien abatido por la cruda realidad agacho la mirada. —Lo siento mucho amigo —fueron las breves palabras que salieron de su boca para luego alejarse de ellos. Altea sentía que su mente era como aquel mar revuelto que imposibilitaba la navegación durante sus fuertes tormentas. No tenía idea de que hacer o sentir, solo se atrevió a dar dos pasos hacia adelante