La noche cayó una vez más y con ello la soledad del palacio se hizo más sombría. Altea y Leander habían tenido una ligera cena falta de palabras y llena de miradas que reflejaban frustración, reclamos y dudas. Sin embargo, Altea ya estaba llegando al límite de su paciencia, y es que ella comprendía perfectamente que cada día que transcurría los pueblos sufrían más. Ella fue testigo de los intentos fallidos de los emperadores por mejorar la vida de sus pueblos, pero aquella lucha de poderes entre ambos imperios condujo al caos completo, a algo que muchos llaman maldición. Los pueblos creían fervientemente que solo cumpliendo aquella leyenda sus imperios mejorarían. Todos murmuraban del sol radiante después de las lluvias y tierras fértiles que ayudarían a los campesinos para dar de comer a