Los recién casados se encontraban frente a frente sentados alrededor de aquella mesa que ostentaba un desayuno para muchas más personas. Altea observaba cada platillo en un intento por pretender que la conversación de hace un instante no había ocurrido, pero Leander no tenía pensado dejar pasar la situación. —¿Harás de cuenta que no pasa nada? —le pregunto él sin dejar de mirarla. Altea seguía sin mirarlo y en cambio comenzó a servir su plato. Le costaba no mirar a su esposo, pero sentía que si lo hacía no podría ser lo suficientemente fuerte para mantener su postura. Leander, cansado de la situación, se levantó de su silla y se acercó a ella. Una vez a su lado, se agacho e hizo que su esposa se girara para verlo de frente. La joven trataba de no inquietarse por la cercanía de su espos