Las horas habían pasado lentamente para ambos. La noche calló, con eso llego la hora de que cada uno fuese a su cuarto, y luego como siempre, el sol salió dando inicio a un nuevo día. Ni Leander ni Altea habían conseguido dormir con la paz que lo hacían antes de que sus destinos se cruzaran, pero lo que los mantuvo despiertos no fue la melancolía por aquel pasado que tuvieron, sino la conversación que habían tenido.
Leander no había podido dejar de pensar en lo que su esposa le había confesado. Entendía a la perfección que todo hubiese sido más fácil si ella le hubiese contado que había estado con otro hombre. Para él todo se hacía más cuesta arriba en este instante y es que no era lo mismo ser uno más que ser el primero.
¿Cómo podía acercarse a ella para intentar saber si podía haber am
