La fuerza de aquel primer beso entre Altea y Leander desató un incendio que ninguno de los dos esperaba. Las fuertes y grandes manos de Leander se ubicaron en la nuca de su esposa mientras que sentía como su cuerpo se volvía loco al sentir la silueta de la mujer tan cerca suyo. Las respiraciones de ambos estaban demasiado agitadas y para ella todo esto era nuevo, tanto que cuando su esposo la acorralo contra una de las paredes, ella se asustó. Él sonrió sobre sus labios y ella lo miró a los ojos fijamente. —Siento que se me saldrá el corazón —explicó Altea. —Yo también —confesó Leander y una de sus manos se paseó por el perfil del cuerpo de su esposa—. Eres hermosa —dijo acercándose a sus labios. —Leander —murmuró y sin saber cómo continuar la frase, lo volvió a besar con fuerza. Ella