—¡¿Cómo te atreves?! —grita el rey Cahen al ver lo que había hecho el rey Serkan quien, con una sonrisa, regresó a su lugar diciéndole sin una pizca de temor: —Solo marco lo que me pertenece—responde el rey Serkan con su mirada fija en Cahen —. Ella puede ser tu esposa, pero Annia es la destinada de una bestia ancestral y lo será hasta el día que muera. Espero que nunca se te olvide… ahora, ve a tu carruaje, tu querida “doncella” está esperándote. El rey Cahen comenzó a temblar de la ira y solo para desquitarse de su molestia levantó su mano para pretender golpear a Annia en frente de todos, pero no pudo acercarse demasiado porque el olor de Serkan era muy fuerte para él, al grado que le resultaba insoportable si quiera imaginar ponerle una mano encima a la muchacha. Él sentía como si es