A las seis en punto de la tarde, Oliver me espera en la entrada de mi edificio. Abro las enormes puertas de cristal y ando hacia él. Está concentrado mirando algo en su móvil apoyado en el lateral del capó de su coche, con una mano metida en el bolsillo y las piernas cruzadas sobre los tobillos. Está impresionante, tan guapo e imponente que no pasa desapercibido para nadie. Un pequeño grupo de mujeres pasa por su lado y casi babean mirándole. Se me para el corazón cuando una de ellas se detiene a su lado y le comenta algo. Él se mantiene férreo. Con amabilidad, se mira la muñeca y le dice la hora, luego baja la mirada a su móvil de nuevo para dar por terminado el cruce de palabras. Sonrío encantada e incrédula porque un hombre así exista y sea para mí. Entonces leva