Volvemos a la casa con el sol poniéndose frente a nosotros. Es una vista magnífica. Hemos pasado un día espléndido en el lago. Hemos comido de maravilla, nos hemos bañado en las cálidas aguas y hemos hecho el amor. Mucho. Sonrío y siento el calor extenderse por mis mejillas. Uno de los hombres que trabajan en la casa detiene mi yegua y Oliver me ayuda a bajar cogiéndome en brazos. —Gracias, Patrick —le dice al hombre que toca con suavidad su sombrero y se lleva a los caballos—. ¿Te lo has pasado bien? —pregunta bajito en mi oído. Le sonrío tan emocionada que creo que podría brillar con luz propia. Oliver sonríe al interpretar mi sonrisa y besa mis labios. —Eres la mujer más bonita que he visto en mi vida. Y eres toda mía —afirma. Contengo las ganas de patalear de la