El tiempo parece pasar sin siquiera darme cuenta. Lo que empezó como unos días, se convirtió en semanas y el mes pasó volando. Las horas con él son un suspiro placentero que mis pulmones emiten en constante armonía. Carol y Oliver se han hecho a mí con rapidez y yo a ellos como si lleváramos toda una vida juntos. Parecemos estar predestinados. Nunca he sido tan feliz. Lo son todo para mí. A pesar de haber pisado el turbo en nuestra relación en un principio, aún esperamos el momento adecuado para formalizarlo ante nuestros padres. Y lo haremos muy pronto. —¡Nena, ya estoy en casa! —grita al entrar. Lo miro con los labios fruncidos. —Me estás viendo, Oliver. ¿Por qué gritas eso siempre que entras? —pregunto frustrada. Se ríe casi con inocencia. —Ya lo sabes. —Me dedica