Capítulo 3. Tyler

2126 Words
Mantenía mi cabeza gacha, con mis manos apretaba mis rodillas con fuerza, mientras mi culo palpitaba del dolor al permanecer sentado en el mismo sitio durante una hora completa. Habían llamado a mi hermana desde hacía una hora atrás, la cual increíblemente, se estaba tardando más del tiempo que siempre se tomaba en llegar; tal vez el estar de luna de miel hacía que se olvidara de las cosas fundamentales de la vida, como lo era venir por su hermano revoltoso a la escuela. El tipo al que había golpeado, permanecía sentado en la banca frente a mí, ambos esperábamos a que el director se dignara en abrir la puerta para así permitirnos entrar, muy probablemente por una nueva suspensión. Levanté mi mano, para así pasar la manga de mi chaqueta de cuero en el borde de mi labio. Había sido el único golpe que logró atinarme, aunque debía de admitir que logró con ello hacerme daño, pues desgraciadamente mordí mi labio con tanta fuerza, que sentía hinchada la parte inferior de mi boca. —¿Te he dicho que puedes verme? —cuestioné, al sentir su mirada sobre mí. —Perdón —arguyó, antes de bajar su mirada. Escuché pasos venir de la esquina del pasillo, moví mi rostro para observar no a la, si no a las personas que caminaban a paso rápido en mí dirección... o en dirección del tipo de último año que no se le reconocía el rostro. Lizzy caminaba al lado de la Sirenita, ambas se detuvieron frente al sujeto del cual ni siquiera conocía su nombre, y comenzaron a revisar pacientemente sus heridas. —Por Dios, Frederick. Gary nos dijo que estabas aquí, ¿Qué sucedió? —le preguntó la pelirroja, observándolo con notoria preocupación plasmada en su rostro. Puse los ojos en blanco mientras me dedicaba a estirar mis piernas y entrelazar mis dedos tras mi cabeza. El rubio las observaba a ambas, a la vez que yo no perdía detalle del buen culo que tenía Ariel. Admitía que había cambiado mucho con el paso de los años, ya no era tan flacucha a como lo era cuando tenía 13 años y solíamos jugar a los "besitos robados". —Me senté en la mesa equivocada en la cafetería —le sonrió el rubio, con aire de víctima. —Deberías de estar en la enfermería —agregó Lizzy, mientras me fulminaba con la mirada, viéndome sobre su hombro. —Estoy bien, no necesito atención médica. —No estoy hablando contigo, Cold. Levanté los hombros, mientras me dedicaba a sacar el móvil de la bolsa de mis pantalones. Deslicé mi dedo por la pantalla en busca del número de Oward, para después enviarle un rápido mensaje con la confirmación de mi asistencia al Agujero esa noche. El Agujero solía ser el lugar donde podía descargar mi furia; un sitio donde eran organizadas las mejores peleas clandestinas de la ciudad. A cada dos semanas recibía contrincantes de cada rincón del estado, terminando al final de la noche con un mismo resultado: yo, con una buena suma de dinero en mis bolsillos; ellos, con algunos problemas para caminar. —¿Qué sucedió ahí adentro? —le preguntó la pelirroja, sentándose a su lado. Apoyé mi cabeza contra la pared y cerré los ojos, no se me apetecía observar los "cuidados" que le daban al pobre e indefenso Frederick que no pudo defenderse cuando lo ataqué al percatarme de que estaba en mi sitio. —Nada, sólo cometí un error en la cafetería que no volveré a repetir —afirmó. Entreabrí mis ojos y lo observé con frialdad, transmitiéndole con ello que era mejor no volver a atravesarse en mi camino. Escuché nuevamente pasos provenir desde el pasillo, ni siquiera me molesté en girarme para comprobar de quien se trataba, eran pasos ligeros y livianos, llevaba años conociéndolos para reconocer sin necesidad de ver, a la persona dueña de ellos. —¡Tyler! —Me senté derecho y esperé a la exhortación—. ¿Habrá un solo maldito día en el que no me llamen a ponerme alguna queja sobre ti? ¿Lo peor de que tu hermana sea tu encargada legal? Que se crea tu madre. Sabía que Thiara había tenido que madurar muy rápido para poderse hacer cargo de mí, después de la muerte de mis padres, pero aun así, detestaba que se tomara atribuciones como si fuese mi progenitora. —¡Te estoy hablando, joder! —exclamó, deteniéndose frente a mí. —Ve para que recibas mi suspensión. Hablaremos en casa —argüí, viéndola fijamente. Me observó por largos segundos con el ceño fruncido, antes de dirigirse hacia la puerta e inmiscuirse en el interior de la oficina del director. Miré a los tres que estaban frente a mí, todos se encontraban viendo hacia cualquier sitio, menos en mi dirección; incluso Lizzy se encontraba limpiando sus lentes con el borde de su blusa, ignorándome completamente. —Largo de aquí —farfullo, dirigiéndome a todos—. Ya no tienen nada más que hacer en este sitio. La sirenita se levantó con rapidez y comenzó a avanzar a paso rápido a través del pasillo al lado de Frederick, mientras balbuceaba algo sobre acompañarlo a la enfermería. Miré a Elizabeth otra vez, quien continuaba estática en su sitio. Sus ojos verdes encontraron los míos, antes de que comenzara a caminar en mi dirección para sentarse a mi lado. —Deberías de dejar de actuar como un puto ogro —murmuró, viéndome sobre su hombro. Guardé silencio. —¿Acaso ganas algo con hacerte odiar por toda la escuela? —¿Sabes algo, Lizzy? —Indagué mientras me ponía de pie—. Si me agradas, es por el simple hecho de que eres una huérfana al igual que yo —sus ojos se cristalizaron de inmediato, alejó su mirada para que dejase de verla directamente. Esperé a sentir algo, quizás compasión por hacerla sentir mal a ella también, pero no había nada. Simplemente mis emociones continuaban extintas—. Pero el que me agrades, no te da el derecho de meterte en lo que haga o deje de hacer. Después simplemente entré a la oficina del director. Caminé hacia donde se encontraba sentada mi hermana y me dejé caer a su lado. Ella se encontraba discutiendo con el viejo, quien no dejaba de repetirle una y otra vez lo mal que estaba su hermano. —Me temo que usted no es lo suficientemente responsable para seguirse haciendo cargo de alguien como él, señorita Roberts —espetó el hombre, señalándome con su barbilla. Ahí mis sentidos se pusieron en alerta, ¿Qué estaba tratando de decirle con ello? —Señora Jones —lo corrigió, mostrándole orgullosamente su dedo anular—. Contraje matrimonio el fin de semana. —Perdone usted, señora Jones —respondió con fastidio el director—. Pero como le venía diciendo, Cold es un joven sumamente irresponsable, ¿Tiene una idea de la cantidad de padres que han venido a quejarse de que su hermano ha intimidado en alguna ocasión a sus hijos? —Cold —repitió mi hermana en voz baja mientras sacudía la cabeza—. ¿Por qué mierdas lo llama Cold? ¿Acaso él no tiene un nombre? ¡Tyler! ¡Su nombre es Tyler! —exclamó, poniéndose de pie mientras apretaba los bordes del escritorio con ambas manos. —Le pido por favor pueda tranquilizarse, señora Jones. Pero lo cierto es que ya no podemos seguir manteniendo a alguien como Tyler en este lugar. Y me meto que usted tampoco puede seguir haciéndose cargo de él. Me recliné en el sofá, prestando atención en cada palabra que el viejo sacaba de su boca. ¿Qué pretendía con ello? ¿Qué me echara a la calle? Tampoco era como si me importara, después de todo. Pero no me gustaba que tratase de poner a mi hermana en mi contra. —¿Qué quiere decir con ello? —espetó Thiara, en un notorio ataque de furia. —Vamos a hacer el reporte a los servicios infantiles. Tyler aún no es mayor de edad, por lo que no puede vivir solo, pero tampoco puede vivir con usted; en todos estos años, ha demostrado que no puede hacerse cargo de su hermano. —¡No! —Exclamó con exasperación, mientras acomodaba su cabello rubio tras sus orejas—. ¡Usted no puede hacernos esto! —Usted es solo una niña —dijo él calmadamente—. Admita que la situación se le ha salido de las manos. —¡Tengo 23 años! ¡Puedo ser la responsable de mi hermano! —Solo le estoy informando nuestra decisión, señora Jones. Siga haciéndose cargo de su matrimonio, que los servicios infantiles se harán cargo de su hermano. Los ojos azules de mi hermana se clavaron en los míos, podía sentir un sentimiento de derrota a través de ellos. Estaba frustrada, no quería dar su brazo a torcer, pero también sabía que no podía hacer nada más. No era capaz de culparla, todo ese tiempo había tratado de dar lo mejor por mí, quizás era aún la única persona que era capaz de dar todo por mí. Desgraciadamente, yo no era del tipo de personas que sufría por algo tan insignificante como esto, ni tampoco era el que agradecía las atenciones que alguien podía darle; si debía de pasar los meses que me restaban para cumplir los 18 años en un orfanato, era simple: los pasaría. —Denos un par de días, por favor. Buscaré la manera de que Tyler no vaya a un sitio de esos. —Tres días, Thiara. Si en tres días no me tiene aquí una solución, entonces tomaré una decisión. Ella asintió, mientras tomaba la boleta de mi nueva suspensión. Caminó hacia la puerta, esperando a que la siguiese; me quedé aún en el mismo sitio, viéndola avanzar con paso vacilante sin decir una sola palabra. —Váyase al infierno —le murmuré al director sin voltear a verlo, antes de ponerme en pie y seguir a mí hermana. —¡Tyler! —Reprendió, observándome sobre su hombro al percatarse de lo que había dicho—. No me estás ayudando, joder. —Me importa una mierda lo que ese sujeto haga —espeté antes de pasarla hacia el pasillo. —Y mi hermano se queda en este colegio. Yo estoy pagando al igual a como lo hacen los otros padres, así que usted no tiene ningún derecho en impedir que él continúe aquí —afirmó, antes de cerrar la puerta y emprender el camino hacia la salida. Caminé a su lado, disfrutando el hecho de ver la manera en la que todos se giraban a darme la espalda mientras pasaba. Amaba sentir la satisfacción de ser temido y respetado por cada persona en este colegio, para todos era simple seguir una única regla para sentirse a salvo: No me mires, ni me hables si no te lo he pedido. —Thiara —la llamé mientras caminábamos a través del estacionamiento al escuchar sus sollozos. —Ahora no, Ty —lloriqueó mi hermana, caminando aún más de prisa. —¿Por qué te preocupas? Su mirada escrutó en la mía, lágrimas se derramaban sobre sus mejillas mientras ella trataba de esconderlas. —Porque eres mi hermano y no quiero perderte —habló en medio de sollozos. Sus brazos rodearon mi cintura mientras escondía su cabeza en mi pecho. Mantuve mis brazos a mis costados, esperando el momento en que dejara de llorar para salir de ahí. Miré a mi alrededor, dos sujetos con el uniforme del equipo de futbol nos observaban mientras caminaban en dirección a la entrada del colegio, entrecerré los ojos en su dirección y levanté una ceja en señal de advertencia, la cual habían captado velozmente, puesto que habían desaparecido tan rápido como pudieron. —Ya está, hay que ir a casa —susurré acariciando su cabello para después alejarla de mí. —Casa —murmuró casi para sí misma—. Eso es, Ty —la miré con el ceño fruncido, una sonrisa se expandía por todo su rostro mientras retrocedía ante la idea que seguramente acababa de aflorar en su mente—. Antes de que vivieras conmigo, tú tenías otra casa. Me fue inevitable no abrir los ojos de par en par al comprender a lo que se refería. —No. Ni siquiera lo pienses —dije, sacudiendo la cabeza—. Deseo el orfanato, antes que volver a esa casa. Ella frunció el entrecejo al igual que lo hacía con sus labios, lo que malditamente para mí, resultaba ser una mala señal. No iba a cambiar de opinión. —Tú te lo buscaste —me señaló, avanzando con furia hacia mí—. Si no te metieras en tantos líos, el cretino ese que tienes por director no me hubiese dado un ultimátum. No voy a permitir que servicios infantiles se haga cargo de ti, así que harás lo que yo te diga, ¿Te ha quedado claro? Maldije unas cien veces en mi interior, tragué con fuerza una y otra vez, recordándome que era a mi hermana a la que tenía al frente, por lo que no podía hacerle daño. Mordí mi lengua, impidiéndome mandarla a la mierda ahí mismo, así que simplemente terminé asintiendo. —Perfecto, ahora solo tengo que hablar con Gael, y caso resuelto —aplaudió con alegría. La casa Green. Ahí había pasado unos cuantos meses después de que murieron mis padres y los declararon a ellos como mis tutores legales. Odié cada segundo que pasé en ese lugar, odiaba ver tanta felicidad y unidad en ellos, detestaba ver en ese hogar, todo lo que yo había perdido. No quería volver ahí. No iba a volver ahí. *** ¡Hola! Si alguien está leyendo Cold, coméntenme qué les ha parecido hasta el momento? Recuerden darme un like y seguirme, como muestra de apoyo. ¡Nos leemos mañana! -Fran.
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