Capítulo 6. Ariel

2272 Words
Abrí todos los cajones de mi cómoda en busca de mi secador del cabello. Mantenía mi ceño fruncido, mientras me ponía de pie y caminaba por toda mi habitación en busca del aparato. Mi cabello se encontraba completamente empapado de la reciente ducha que me había dado. Y desgraciadamente para mí, parecía que al aparato se lo había tragado la tierra. Landon... esa pequeña rata se había inmiscuido a mi habitación otra vez para jugar con mis pertenencias. Caminé hacia la estantería de los libros y los conté uno por uno, convenciéndome de que no se le había ocurrido tomar también, uno de mis preciados tesoros. Fruncí el ceño, mientras me dedicaba a caminar a paso rápido hacia la puerta, tendría que hablar con mi padre otra vez, para quejarme por la impertinencia de mi hermano menor al no respetar mi espacio personal. —¡Landon Green! —llamé, mientras salía al pasillo para ir hacia su habitación. Era sábado y tenía planes con Lizzy, joder. —¡No te escondas, pequeña rata! —me detuve frente a su puerta y comencé a golpearla con ambos puños. La furia recorría mis venas, ya no era un niño para que siguiese jugando con mis pertenencias. ¡Ya tenía 12 años! —¡Landon! ¡Te estoy hablando, joder! ¡Tráeme mi secador! —¡Yo no lo tengo, Ari! —exclamó desde adentro, ahogando una risilla. Fruncí los labios y me dispuse a continuar gritándole, pero de pronto, el sentirme observada me hizo detenerme. Enderecé mi cuerpo, evitando voltearme bruscamente. Y cuando lo hice... quise lanzarme de la ventana más cercana. Un par de curiosos ojos verdes, me veían sin pretender disimular. Él se encontraba al borde de la escalera, mantenía su cabeza ladeada, mientras que sus manos descansaban perezosamente dentro de los bolsillos de sus pantalones. ¿Qué carajos hacía él en mi casa? —Tyler —logré gesticular, después de que traté de disimular mi sorpresa. —Hola, Sirenita —respondió, dando un par de pasos hacia el frente—. No te molesta tener que compartir tu castillo conmigo, ¿Verdad? Él caminó, tal y como lo haría todo un cazador al marcar su territorio. Abrí y cerré mi boca, buscando alguna oración coherente que pudiese balbucear. —¿Acaso tú...? Él se encogió de hombros, deteniéndose a centímetros de distancia de mi rostro. —¿Si tuve que traer otra vez a mi culo a vivir en tu palacio? La respuesta es sí —asintió despreocupadamente—. Que pequeño es el mundo, ¿No? El miedo se apoderó de mí ante aquella confesión; tener a Tyler en mi casa otra vez, no era bueno... nada bueno. Muchos escenarios terroríficos comenzaron a inundar mi mente; ¿Si envenenaba mi comida? ¿Si ponía tarántulas o serpientes en mi cama? O peor aún... ¿Si traía a un perro y lo torturaba a propósito frente a mis narices sólo para verme sufrir? Negué con la cabeza en repetidas ocasiones, tratando de creer que todo aquello era un mal sueño. Simplemente Tyler no podía estar en mi casa otra vez. —No es cierto —balbucee, alejando mi mirada de la suya; ya me había tomado el atrevimiento de verlo por mucho tiempo, y no quería ganarme problemas por ello. —No es que me encuentre feliz de tener que ver tu cara pecosa la mayor parte del día —dijo de manera indiferente. ¡Autch! Lo de pecosa había dolido. Tampoco era necesario que me recordara lo peculiar que era mi piel llena de pecas. —Bueno, pues supongo que eres bienvenido —argüí, llevando mis manos al frente para así poder jugar con mis dedos y matar los nervios. Bajé la mirada, analizando en las opciones que tenía en ese momento; Tyler continuaba frente a mí, y podría apostar que continuaba observándome, mientras que yo trataba de averiguar si era correcto irme y dejarlo solo en medio pasillo. Así que cuando me percaté de la presencia de Nathan al subir las escaleras, sentí grandes ganas de besarlo por salvarme de ese incómodo momento. —¡Nathan! —exclamé con un deje de alegría, cuando me giré hacia él. Él mantenía el entrecejo fruncido, mientras arrastraba dos maletas. No se le veía contento, de hecho, la expresión que llevaba plasmada en el rostro, me hacía temer que quisiese desatar la tercera guerra mundial. Dirigió su mirada hacia Tyler, quien continuaba de pie en el mismo sitio sin pretender querer mover un solo músculo. —Buen día, señorita Ariel. ¿Quiere que la lleve a algún lugar? —preguntó, viéndome por primera vez. Las comisuras de su boca se alzaron en una media sonrisa, a la vez que sus duras facciones se suavizaban. —En un rato vendrá Lizzy —le sonreí en respuesta—. Te buscaré después para que nos lleves al centro comercial. —¿Quieres que te cuente un secreto? —indagó Tyler, volviéndose hacia él. Nathan dejó de sonreír, mientras pasaba saliva con fuerza a través de su garganta. Tal parecía que la rabia que sentía, era dirigida completamente hacia el nuevo visitante. —Da igual, de todas maneras te lo diré -continuó hablando el castaño—. ¿Sabías que la Sirenita muere para que le des un poco de atención? —Abrí mis ojos como platos ante la incredulidad de las palabras de Tyler, deseando en mi interior poder desaparecer sin dejar ningún rastro para no sufrir tanta vergüenza—. ¿Qué tal, eh? No me atrevería a pensar en la cantidad de veces que se ha tocado, pensando en que son tus manos las que lo hacen. Tragué con fuerza, viendo con fijeza hacia mis zapatos. Temía que mi rostro fuese a estallar de la vergüenza, mientras sentía cómo la mirada de Nathan se posaba en mí. Quería morirme, y matar a Tyler en el proceso. ¿Cuál era su problema? ¿Por qué le divertía joder la vida de los demás de esa manera? —Bueno, supongo que alguien necesitaba un poco de sinceridad aquí —continuó hablando sin ofuscarse—. Ya Lucerito te habrá dicho cuál es mi habitación para que termines de llevarme las maletas —después simplemente se fue de camino a su antigua habitación. Continué en el mismo sitio, negándome a levantar la mirada de la punta de mis zapatos. No quería tener que enfrentarme a las interrogantes que podrían pasar por la mente de Nathan. Me había dedicado a ocultar mis sentimientos hacia él por mucho tiempo, no quería que comenzara a verme como una chiquilla caprichosa al querer tenerlo todo. Y ahora, en cuestión de segundos Tyler se había encargado de hacérselo saber. ¿Lo peor de todo? ¡No pude negarlo! Levanté la mirada con lentitud; las pupilas verduscas de Nathan continuaban escrutando en mi rostro. Pude ver a través de ellas la duda que se paseaba por su mente; ¿Qué iba a decirle ahora? Si lo negaba... ¿Me creería? Tragué saliva con fuerza, mientras sentía la necesidad de que un rayo me pulverizara en ese mismo instante. Traté de mantener su mirada... abrí mi boca para hablar por primera vez, pero el "clic" en la puerta de la habitación de mi hermano al ser abierta, me hizo detenerme. Miré sobre mi hombro, Landon se encontraba con mi secador entre sus manos, manteniéndolo en mi dirección. Su exuberante cabello castaño se encontraba desordenado, lo que me decía que había estado jugando con el aparato otra vez. —Aquí tienes, Ari —espetó con una sonrisa tímida asomando en sus finos labios-. Sólo quería jugar a ser una estrella de rock otra vez —dijo, antes de desaparecer en su habitación con la misma rapidez con la que había llegado. La interrupción de mi hermano me había dado una excelente oportunidad de escape, así que apreté el aparato entre mis manos y me volteé para ir a mi habitación sin decir una sola palabra. (...) Tallé mi rostro con ambas manos otra vez. Me había negado a salir de mi habitación durante toda la mañana, no quería ni imaginar en qué pasaría cuando volviese a ver a Nathan. Ya todo estaba dicho, me convertiría en una ermitaña con tal de no ver su rostro, no quería escuchar sus preguntas. Gruñí con exasperación otra vez, maldije a Tyler con los dientes apretados nuevamente, como si hacerlo, pudiese hacerme sentir mejor. La puerta fue abierta con brusquedad, quedando a la vista la melena rosada de Lizzy, quien avanzó a paso rápido hacia mi cama para así tirarse a mi lado. —Recibí tu mensaje... ¿S.O.S? ¿Cuál es la emergencia? —¡Explotó esta mierda! —exclamé con exasperación. —Okay... que estés utilizando ese tipo de vocabulario en voz alta, en realidad comienza a asustarme —señaló, viéndome con una ceja arqueada—. ¿Quieres explicarte mejor? Porque espero que haya una buena razón para que hayas cancelado nuestro día en el centro comercial. —Nathan lo sabe —argüí, sin detenerme a pensarlo. —¿Que sabe, qué? —¡Todo, Lizzy! El maldito de Tyler prácticamente le dijo que yo estaba embobada por él... ¿Y sabes qué fue lo peor? —Pregunté, sentándome para ocultar mi rostro entre las palmas de mis manos—. ¡No pude negarlo, Elizabeth! —¡Jo! Relaja esas botas, vaquera —habló ella, sentándose a mi lado—. Vas muy rápido y esto es mucha información que mi cerebro debe de procesar —estiró una mano y la posicionó sobre mi hombro para darle un suave apretón—. ¿Cómo es que Tyler sabe eso? ¿Dónde lo viste para que arruinara tu vida de esa manera? Puse los ojos en blanco. —Gracias por tu apoyo, Lizzy —murmuré. —Sabes que la sinceridad es lo mío —sonrió—. Ahora, habla. —No sé cómo terminó viviendo en mi casa nuevamente ¿Okay? —Los ojos de Lizzy se agrandaron ante la sorpresa, llevó una mano hasta sus labios, donde cubrió su boca para evitar hacer ruiditos extraños—. No entiendo cómo es que papá no me lo dijo —continué con la historia—. Y sí, lo sé. Todo esto es una mierda. Abracé mis rodillas a mi pecho, inflé mis mejillas y después exhalé con pesadez. —¿Cold fue capaz de...? Asentí, hundiendo mi frente entre mis rodillas—. Y por su expresión, disfrutó el ver que no pude negarlo. ¿Tal vez esperé a que Lizzy me abrazara y me dijese que todo iba a estar bien? Bueno... pues según mi subconsciente, eso es lo que hacen las amigas, ¿No? A diferencia de lo que la peli rosada estaba haciendo, pues se había dejado caer de espaldas a mi cama, sin poder detener la carcajada que afloraba en sus labios. —Qué hijo de puta más grande —dijo entre risas, sin tratar de detenerse—. Aún no puedo creer que se haya atrevido a hacer semejante bestialidad. Arquee una ceja, mientras me ponía de pie y caminaba hacia el balcón de mi ventana con furia. Ya me encontraba lo suficientemente jodida, como para tener que aguantar la burla por parte de mi amiga. —¡Espera, Ariel! —habló tras de mí—. No seríamos amigas si no nos reímos de las desgracias de la otra. —No sé ni por qué te lo conté —espeté, fulminándola con la mirada. —Anda, Green. No te enfades. Mejor arréglate un poco y vamos por una hamburguesa al centro comercial. Hice una mueca mientras negaba con la cabeza. —No se me apetece salir. ¿Y te das cuenta que la hamburguesa lleva carne en sus ingredientes? —¿Y? —¿Sabes cuantos animalitos mueren al día de forma trágica para que gente como tú se los coma? —El Creador los dejó en la Tierra para que nos alimentáramos de ellos —indicó, mientras se dedicaba a revisar sus uñas—. Sólo estoy obedeciendo. Puse los ojos en blanco, mientras me volteaba y apoyaba mis manos en el balcón. Abajo, pude percibir a Jacob, el señor que se encargaba de mantener el jardín de manera agradable, intercambiar palabras con Nathan. Él se encontraba apoyado a la raíz de un árbol, asintiendo una y otra vez hacia Jacob, quien mantenía unas tijeras de podar en sus manos. —¿Si te das cuenta que tal vez Tyler te ayudó al decirle? —indagó Lizzy, deteniéndose a mi lado. La miré de soslayo, antes de regresar mi atención hacia abajo—. Tal vez ahora cambie tu situación con él; ¿Qué tal si también siente algo por ti y temía decírtelo? —Y yo supongo que has estado leyendo muchos libros, Collins. Levantó los hombros, apoyando su espalda contra el balcón. —Sí, supongo que también ha sido eso. Pero tú eres la culpable, no deberías de prestarme tantos libros —bromeó—. Entonces que, ¿Hamburguesa? —¿Tengo que decirlo otra vez? No. Como. Carne. —Bien que quieres comértelo a él —murmuró, viendo hacia Nathan. —¡Lizzy! —exclamé con más fuerza de la que debía, ganándome la atención de las dos personas que se encontraban bajo mi balcón. Nathan se alejó del tronco, su mirada se encontró con la mía y levantó una mano para saludar. Noté como una pequeña sonrisa surcó sus labios, no parecía estar molesto, ni incómodo; al contrario, parecía que quería transmitirme con ello que no debía de temer. —¡Hey Nathan! Queremos comer hamburguesas, ¿Nos llevas? —preguntó Lizzy, con un suplicante tono de voz. —¿Es lo que desea, señorita Ariel? Porque hasta donde yo sé, usted no come carne —otra vez lo estaba haciendo... ¿Por qué carajos tenía que conocerme tan bien? —Hoy no se me apetece salir... y no, no como carne —confirmé, sin poder borrar la sonrisa que se había expandido por todo mi rostro. La mirada de Nathan... su pequeña sonrisa mientras asentía en mi dirección... quizás Elizabeth tenía razón y no era tan malo el hecho de que se haya enterado. —¡Como quieran! Entonces iré a fastidiar a Cold —gruñó con molestia antes de abandonar mi habitación a paso rápido. Continué clavada en el mismo sitio, no podía alejar la mirada de las pupilas de Nathan, quien increíblemente continuaba dedicándome esa sonrisa que me volvía loca. Se acercó a Jacob y le susurró algo, a lo que el otro asintió y después se fue. Quise retroceder y volver a encerrarme en mi habitación, pero actué demasiado tarde, pues su atención había regresado a mí. —¿Podemos hablar? —cuestionó. —No creo estar preparada para esa charla justo ahora, Nathan. —Ariel, me temo que nunca estarás preparada para esa charla —espetó, endureciendo su expresión—. Te espero en mi habitación después de las ocho. Lo observé girarse para seguir el camino por donde se había ido Jacob... dejándome completamente perpleja, sin saber en qué carajos me había metido, y que iba a hacer con ello. Estaba jodida... completamente jodida. *** ¡Doble actualización de capítulos! ¡Que los disfruten!
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