Capítulo 5. Tyler

2662 Words
El lugar era pequeño, las diminutas ventanas que había, estaban en ruinas gracias a la euforia de los presentes al finalizar cada noche de combate, ya que siempre terminaban lanzando botellas hacia los cristales, haciendo del sitio cada día un lugar más desagradable. Oward trataba de mantener el orden durante cada pelea, pero los asistentes cada vez se multiplicaban más, logrando con ello que su tarea se convirtiera en misión imposible. Nos encontrábamos en el sótano de una vieja fábrica de alimentos, alejada completamente del bullicio de la ciudad y de la atención de los policías, por lo que siempre terminábamos por sentirnos a salvo. —¡Ha sido una gran noche para las apuestas, Cold! —el tatuado se acercó hacia el oscuro pasillo donde me encontraba esperando mi turno. Una sonrisa llena de satisfacción estaba pintada en sus labios, mientras se encargaba de contar bajo la tenue luz de un par de farolas, el dinero que le había sido entregado por parte de los presentes—. Muchos apuestan a que hoy sí lograrán destrozarte —sus pupilas marrones me observaron con duda—. ¿Seguro que no dejarás que te venza? Moví mi cuello hacia ambos lados, ocasionando hacer con ello un pequeño ruido al estirarlo. Después llevé el cigarrillo que mantenía entre mis dedos a mis labios y di una última calada antes de tirarlo al suelo y pisarlo con la punta de mi zapato. —Esta noche me encuentro con mucha inspiración, Oward —asentí, comenzando a mover mis pies hacia adelante y atrás, para así poder calentar. —¿Qué pasa, camarada? ¿Alguna chica se está resistiendo a abrirse de piernas para ti? Una risa burlesca abandonó sus labios, lo fulminé con la mirada y le mostré mi dedo medio antes de empujarlo para que regresara al cuadrilátero. Me encontraba furioso... el encuentro que había tenido con la pelirroja, me había sacado de mis casillas. ¿Qué se creía? ¿Quién le había dado el derecho de hablarme de esa manera? Pocos segundos después, comencé a escuchar la voz de Oward a través del megáfono; comencé a avanzar con lentitud a través del obscur                                                                                                                              o pasillo, escuchando con mayor claridad los gritos eufóricos que provenían de la pequeña sala. ¿Manto de frialdad? ¿Qué carajos le pasaba por la cabeza a esa niña? Más gritos mientras Oward animaba a los presentes para que continuaran apostando. Hice una mueca de disgusto mientras me recostaba a la pared, esperando el momento en que mencionara mi nombre. ¿Traer de vuelta a mi antiguo ser? ¿Acaso pretende que haga magia a través de una bola de cristal? —¡Bienvenidos al Agujero, camaradas! —Comenzó a hablar Oward, moviéndose con emoción de un lado a otro, arriba del cuadrilátero—. Si lo que quieren es dinero fácil, ¡Pues están en el sitio indicado! Yo soy Oward, el amo y señor de este lugar de mierda —se expresó, tal y como siempre lo hacía. Algunas veces pensaba que quizás el sujeto tenía su discurso pegado en la pared de su baño, para así ensayarlo cada vez que entraba a sentarse en el trono. —¿Quieren permanecer en su sitio hasta que termine el combate? ¡Sigan mis reglas o terminaré por patearles el culo y enviarlos a casa sin su dinero, a llorar con sus mamis! —sacudí la cabeza, observando al tatuado expresarse con libertad. En definitiva, el tipo había perdido la cabeza desde hacía mucho tiempo atrás—. ¡Ahora lo que todos están esperando! —levantó una mano y señaló hacia la esquina contraria, donde esperaba mi oponente; lo busqué con la mirada, un tipo de al menos 1: 90 metros de estatura, con el cabello largo, lanzaba golpes al aire—. ¡Directamente desde Manhattan! ¡Un tipo que asegura quedarse con el título de nuestro muchacho! ¡El retador! ¡El graaaaan... Dumbo! El tipo comenzó a avanzar hacia la lona, dando saltos y levantando sus brazos, buscando el apoyo de su público. Ladee la cabeza, y crucé los tobillos sin dejar de observarlo con curiosidad.  ¿Dumbo? ¿Qué tan idiota debía ser la persona para hacerse llamar Dumbo? —¡Y en ésta esquina! ¡Proveniente directamente desde el mismísimo infierno, más frío que el puto hielo! ¡Nuestro campeón! ¡El pequeño... Cold! Me despegué de la pared y escondí las manos dentro de los bolsillos de mis short y comencé a caminar en medio de los presentes. Mis oídos se llenaron del ruido de los abucheos por parte de unos, además de los gritos de apoyo de los imbéciles que venían a botar su dinero por diversión.  Subí al cuadrilátero y me detuve frente a Dumbo, el sujeto medía al menos una cabeza más que yo, sus músculos se tensaban bajo la fina tela de la camiseta gris que llevaba consigo. Ladee la cabeza, observando con fijeza como sobresalían sus enormes orejas sobre su tupido cabello. Ahora entendía el sobrenombre. Choqué mis puños con los suyos y esperé la señal de salida por parte de Oward. Me concentré con rapidez en la furia incontenible que permanecía despierta en mi interior, la imagen de la sangre de mis padres por cada rincón del living de mi casa, la vida de mi pequeño hermano Taylor apagándose junto con la de mi madre... divisé la bandera negra ser levantada a un costado, y ahí comenzó el infierno. Dumbo me atacó de inmediato, pero para su desgracia, yo me encontraba viendo rojo; su puño vino con velocidad hacia mi rostro, pero gracias a que era más delgado y más bajo que él, lo esquivé con facilidad, para así después meter mi rodilla en su abdomen. El sujeto se dobló, llevando ambas manos hacia el lugar afectado, no me detuve a darle tiempo para que se repusiera del golpe, pues comencé a atacarlo con toda la furia que me embargaba. Mis puños impactaron una y otra vez contra su rostro, mientras mis piernas golpeaban su cuerpo sin remordimiento alguno, la sangre que salía de sus fosas nasales comenzó a manchar mis nudillos al igual que mi camiseta blanca; pero no me detuve, continué con la lluvia de golpes hasta que su pesado cuerpo se estrelló contra el suelo. Miré hacia Oward, sus pupilas me observaron con incredulidad por algunos segundos, antes de que reaccionara a levantar la bandera para dar por terminada la batalla. El Agujero se llenó de gritos de festejo, mientras otros se lamentaban por la pérdida. Salté del cuadrilátero y comencé a caminar en medio de la multitud hacia la salida. (...) Subí con rapidez las escaleras del porche de la casa de Thiara, metí la llave en el cerrojo y caminé con suavidad en busca de mi habitación. Desde que puse un pie en la casa, escuché voces provenientes de la cocina, por lo que no se me apetecía llamar la atención de los invitados que podrían tener mi hermana y su esposo. —¡Oh Tyler! Ya has regresado —habló ella tras de mí, antes de que terminara por escabullirme a través del pasillo. Me di la vuelta, quedando frente a ella. Sus ojos azules barrieron mi cuerpo, reparando en cada gota de sangre que había impresa en mi vestimenta. Sus labios se separaron con señal de incredulidad, mientras comenzaba a negar con la cabeza una y otra vez. —¿Qué sucedió contigo? ¿Otra vez te peleaste? Me encogí de hombros. —¿Qué le sucedió al otro chico? —Nada —respondí secamente—. Me voy a bañar, hablamos en la mañana —murmuré, tratando de escapar de su constante escaneo. —No —señaló, apresurándose a tomar mi brazo—. Hay una persona en la cocina que necesita hablar contigo. —¿Es necesario? —Sí. Lo es —espetó, terminando por arrastrarme en contra de mi voluntad hacia el lugar indicado. Fruncí el ceño cuando reconocí al rubio que se encontraba sentado frente a la mesa. Gael Green... el hombre que a mi padre se le ocurrió dejar como mi tutor tras su muerte. —¿Qué mierda sucedió contigo? —indagó Zac al darse vuelta tras estar frente a la estufa. —Sólo fue otra pelea —explicó Thiara a mi lado. Gael miró sobre su hombro, levantó ambas cejas sin tratar de ocultar su curiosidad. —Pero si ya eres todo un hombre, Tyler —sonrió, asintiendo en mi dirección—. Y veo que tratas de demostrarlo a toda costa —afirmó, señalando mi ropa cubierta de sangre con su barbilla. —¿Ha venido por mí? —He venido a hablar contigo; tu hermana ya se encargó de explicarme tu situación. —Y supongo que ya tomaron una decisión sin mi aprobación. —Eso es una decisión que tú no puedes tomar, Tyler —indicó Zac, sentándose frente a Gael. Observé al pelinegro. Definitivamente cada día que pasaba, aprendía a odiarlo más, a pesar de ser el esposo de mi hermana. ¿Por qué carajos tuvo que meterse en su vida otra vez? Yo estaba bien, solo con ella. —Contrólate, deja de mirar a Zac de esa manera —sentenció Thiara con los dientes apretados, metiendo sus dedos en mi antebrazo. —No soy un hipócrita que trata de ocultar sus sentimientos —dije en respuesta, antes de soltarme de su agarre y caminar para sentarme al otro lado de la mesa; miré a Gael directamente a sus pupilas azules, elevé una ceja y moví mi barbilla en su dirección—. ¿Y bien? —Ya te habrás dado cuenta que debes de volver a mi casa al menos hasta que cumplas los 18 años —apremió con naturalidad. —Sí, ya Thiara se encargó de repetirme una y otra vez que no tengo alternativa —respondí, viendo en dirección de mi hermana, quien se apoyaba en el hombro de su esposo. —Ya me he encargado de lidiar con el director para que no dirija tu situación a los servicios infantiles —afirmó, dando un asentimiento—. Me temo que tendrás que hacer maletas ésta misma noche, enviaré a Nathan por ti y tus cosas en la mañana. —Así que supongo que aunque trate de evitarlo, no podré hacerlo —argüí, observando una vez más a mi hermana. —Ty, sabes que lo que más deseo es que continúes a mi lado, pero si no tomábamos esta alternativa, deberías de ir a un lugar de esos —murmuró, haciendo una mueca. Asentí hacia ella. Ni siquiera iba a intentar discutir la situación; de todas maneras, sabía que Gael se cansaría con facilidad de mi presencia en su castillo e iba a terminar por patearme el culo para después echarme a la calle. ¿Cuánto tiempo iba a soportar mi presencia? ¿Una semana con lo mucho? —De acuerdo, Green. Mande a su lacayo por mis cosas —espeté, poniéndome de pie. —Aún no termino, Tyler —me miró con el entrecejo fruncido, mostrándome con su mano que volviera a tomar mi lugar—. Sé que tienes la reputación de ser un niñato insolente que le vale una mierda lo que pase a su alrededor; sé por mi hija, que eres el amo y señor de los problemas en la escuela a la que asisten, por lo que deberás de saber que hay ciertas reglas las cuales tendrás que cumplir para permanecer en mi hogar. Miré a Thiara otra vez; en ésta ocasión, lanzándole dardos con la mirada. —El maldito orfanato... ¡Simplemente debiste permitir que me encerraran en ese lugar de mierda! —¡Tyler! Baja la voz —Zac se interpuso, en defensa de mi hermana—. No tienes ningún derecho de hablarle de esa manera cuando lo único que ha hecho es preocuparse por ti... ¿Sí te das cuenta que tu hermana ha dado todo para tratar de lograr que tú dejes esa vida de mierda que decidiste llevar? —¿Cuándo entenderán que no necesito la compasión de nadie? —Nadie te está demostrando compasión —habló ella por primera vez—. Ahora cierra la maldita boca y termina de escuchar —llevó una mano hasta su pecho y me miró con una ceja arqueada—. Yo soy la adulta aquí, por lo que yo soy quien decide el destino de tu miserable vida hasta que cumplas la jodida mayoría de edad que tanto deseas. —¿Y cuando eso suceda, qué? —Harás lo que se te venga en gana —agregó Gael—. Ahora, si ya has terminado con tu berrinche de niño caprichoso, permite que los adultos terminen de hablar. —Bien —murmuré, apoyando mi espalda contra el respaldo de la silla—. Mencione sus estúpidas reglas. El hombre me observó con aire cansino, antes de sacudir su cabeza un par de veces en señal de negación. Se concentró en la taza de café que tenía frente a él por algunos segundos, antes de que regresara su atención hacia mí. —Uno —comenzó enumerando con sus dedos—. El toque de queda los días lectivos, es a las diez de la noche, los fines de semana a las 11: 30 pm. Puse los ojos en blanco, ¿En serio iba a tratar de controlar mi salida y mi entrada? —Dos, sin cigarrillos dentro de mi casa. Mi hijo Landon es alérgico a muchas cosas, y sus pulmones no son muy resistentes. Y tres, no te acerques a mi hija. Enarqué una ceja mientras me dedicaba a apoyar mi espalda contra el respaldo de la silla. Crucé los brazos a la altura de mi pecho y dejé escapar lentamente la respiración. —Sólo tengo una mínima duda. Gael asintió, motivándome a seguir hablando. —¿Qué pasa si no cumplo una de sus putas reglas? —¡Tyler! —Exclamó mi hermana con exasperación mientras tallaba su rostro con ambas manos—. ¿Simplemente nunca aprenderás a comportarte? Guardé silencio, esperando mi respuesta. —Yo mismo llamaré a los servicios infantiles —contestó el rubio al ponerse de pie y asentir en dirección de mi hermana—. Thiara, Zackary. Mis felicitaciones en su matrimonio nuevamente; descuiden, que yo me haré cargo de Tyler. Que pasen una buena noche —y después simplemente se fue. (...) El rubio cumplió con su palabra al decir que enviaría a alguien por mis cosas. Pues al ser las 9 am, el tipejo llamado Nathan, se encontraba llamando a la puerta de la casa. Thiara había ido a abrir, mientras yo me encargaba de sacar mis pocas pertenencias de mi habitación. Dejé mis maletas en el medio del living para así caminar en dirección de la puerta, pasé al lado del empleado de Gael, golpeando su hombro con el mío a propósito. El sujeto gruñó, mientras se hacía a un lado para que terminara de pasar. —Trae eso por mí —hablé sin tomarme la molestia de observarlo. Bajé las escaleras del pórtico a paso rápido y me detuve frente al Mercedes plateado que conducía el guardaespaldas. Guardé mis manos dentro de los bolsillos de los pantalones, esperando a que llegase a reunirse conmigo. Ladee la cabeza, mientras me dedicaba a escuchar sus pasos venir tras de mí; Nathan no me agradaba; en realidad, era muy poca la gente que me agradaba, pero especialmente él no lo hacía; no comprendía el motivo que me llevaba a aborrecerlo de esa manera, por lo que, pensaba en lo agradable que iba a ser para mí, vivir una pequeña temporada bajo su mismo techo. Lo observé guardar mis pertenencias en el maletero del auto, mientras Thiara se detenía a mi lado y suspiraba con pesadez. —Ven a visitarme algunas veces. —Lo haré. —Pórtate bien —arguyó, envolviendo su brazo alrededor del mío. —Lo haré —repetí falsamente sin ninguna expresión. Nathan rodeó el auto, me dirigió una mirada haciéndome un gesto con su barbilla para que entrara. No me moví, continué completamente estático en el mismo sitio. —Ábreme la puerta. Su mirada encontró la mía, un destello de odio la iluminó antes de que abriera la puerta del conductor. —Tú puedes hacerlo solo. —No le he dado la confianza para que deje de llamarme de "usted" —continué hablando—. Ahora, sé un buen sirviente y ábreme la maldita puerta. —Ty... tú puedes hacerlo —murmuró mi hermana, apretando los dientes. La ignoré completamente, continué en mi sitio sin intentar mover un solo músculo. El tal Nathan continuó con su mirada clavada en la mía, manteniendo su puerta abierta; podía apreciar sus manos echas puño, mientras que una asquerosa vena comenzaba a dibujarse en su garganta. Después caminó con paso vacilante y se detuvo frente a la puerta trasera, la abrió y me hizo un gesto con la cabeza para que avanzara. Me giré hacia Thiara y me incliné a besar su frente, acaricié sus mejillas con ambos pulgares y traté de sonreírle. Odiaba tener que fingir sonreír, ya eso no era parte de mí, pero en algunas ocasiones lo hacía por ella, sólo para ver el brillo de felicidad que iluminaba su mirada. —Supongo que te veré pronto —le susurré, antes de echarme a caminar hacia el auto. Miré a Nathan una vez más, y asentí hacia él. —Buen muchacho —argüí—. Sigue así, y le hablaré bien a tu señor Gael, sobre ti.
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