Capítulo 8. Ariel

2913 Words
—Ha estado en constante tratamiento, pero últimamente la he visto más decaída, no come y siempre está arrinconada ahí donde la está viendo —habló Lina, señalándome a la pequeña perra salchicha que me veía con tristeza desde un rincón de su jaula. Me enderecé, sin dejar de agarrar los barrotes de la jaula y me giré hacia ella. Lina se encontraba anotando en su tabla, sus hombros estaban decaídos, y una expresión de tristeza se extendía por todo su rostro. —¿Desde cuándo ocurre eso con Elsi? —inquiero, estirando una mano para apretar su hombro. Sabía lo mucho que amaba Lina a cada animal que llegaba a la guardería, conocía lo mucho que sufría cada vez que llegaban a adoptar a uno de ellos, y peor era cuando perdíamos a alguno de esta manera. Sus ojos oscuros se cruzaron con los míos, negó con la cabeza y regresó su atención hacia al pequeño animal. —Desde que adoptaron a Manchas la semana pasada —contestó—. Era quien estaba con ella en la jaula. —Lo recuerdo —asentí—. ¿Hay algo que podamos hacer para que no muera de tristeza? —¿Por qué no le dan otro compañero? —miré sobre el hombro de la veterinaria, Tyler se encontraba caminando en nuestra dirección con el pequeño Cold en sus brazos. Puse los ojos en blanco. Odié el momento en que a mi padre se le ocurrió la brillante idea de que el idiota éste, viajara conmigo y con Nathan hacia la escuela... ¡Joder! Me estaba quitando valioso tiempo que podía pasar a solas con Nathan. Cuando salimos de la casa, yo había recibido una llamada por parte de Lina, notificándome lo que sucedía con Elsi, por lo que había decidido desviar mi camino un momento para observar lo que pasaba con la perrita, y a pesar de que le había insistido a él para que continuara con Nathan, se había rehusado, e incluso había bajado del auto para acompañarme. Miré al otro lado del salón de donde se encontraban los perros de menor edad; ahí, Nathan se encontraba jugando con su móvil, sin siquiera tratar de prestar atención a lo que hacíamos. Había estado molesto conmigo desde el sábado que no logré llegar a su habitación por culpas al imbécil de Tyler; había tratado de explicarle en algunas ocasiones que el nuevo integrante a la familia me lo había impedido, pero por lo general, ese nuevo integrante siempre se encontraba con nosotros, metiéndose en lo que no le importaba. —No creo que pueda ser posible —habló Lina pacientemente—. Elsi llegó aquí junto con Manchas, se acostumbró mucho a su compañía. —No lo sabrás si no lo intentas —continuó él, sin dejar de juguetear con Cold—. ¿Qué tal él? Por cierto... —murmuró, observando la placa que colgaba del cuello del animal—. Tiene un nombre precioso, ¿A quién se le ocurrió llamarlo Cold? Puse los ojos en blanco y le di la espalda. —Hey, deja de darme la espalda, Sirenita. Eso es una falta de respeto. —Estás en mi territorio, Tyler. Aquí no te temo —contesté, mientras me inclinaba a abrir la jaula de Elsi. —Un territorio lleno de pelos y con olor a mierda... Cada vez me sorprende más su poderío, su alteza. Puse los ojos en blanco, contando rápidamente hasta casi el número mil... sí, sé que estoy exagerando, pero simplemente necesitaba encontrar una nueva manera para soportar la tentación de no mandar a Tyler a la mierda a cada segundo. —Entonces, ¿Qué dices abeja reina? ¿Dejamos que Cold acompañe a la pequeña Elsi? —No —me apresuré a decir, dándome la vuelta—. Cold es un niño malo, el cual puede herir a la pequeña. Una de sus cejas se levantó hasta casi tocar el borde de su cabello; ladeé la cabeza, al notar un atisbo de sonrisa en sus labios, el cual había sido borrado con rapidez. —Ya me caes mejor, amigo —le habló al perro, antes de pasarme por un lado y así meterlo en la jaula sin mi consentimiento—. Bueno, ¿Cómo dijiste que te llamas? —Le habló a Lina, viéndola sobre su hombro—. Lila, Lisa... —se encogió de hombros, mientras Lina esbozaba una sonrisa. —Soy Lina, Tyler. —Lina, claro —dijo, chasqueando sus dedos—. Dejaré a Cold junto con Elsi, y la próxima vez que pase por aquí, me cuentas cómo les fue. Ya había perdido la cuenta de todas las veces que había puesto los ojos en blanco, pero Tyler provocaba cosas como esas en mi interior; ¿Cómo es que ahora estaba tratando a mí guardería, como si fuese suya? —Lo haré encantada, Tyler —asintió Lina con entusiasmo. Lo observé ladear su cabeza, mientras continuaba con su completa atención en Lina, quien al parecer se encontraba embobada por el idiota más grande que podía existir sobre la faz de la Tierra. —¿Ya te han dicho que haces un gran trabajo aquí? —continuó él, alimentándole su ego. Me fue inevitable no rodar los ojos como por milésima vez. Mierda elevada al cubo... ¿Desde cuándo se había vuelto tan parlanchín? —Muchas gracias, Tyler —contestó ella, mordiendo con suavidad su labio inferior. —¿Tú que dices, Sirenita? ¿Verdad que Lisa... —Lina —lo corrigió la veterinaria. —Lina —repitió, asintiendo hacia ella—. ¿Verdad que Lina necesita un aumento? —¿Podrías simplemente dejar de meterte en mis asuntos? —Es divertido ver como tu nariz se pone del mismo color de tu cabello —señaló, encogiéndose de hombros. Tomé una larga bocanada de aire, aguantando la tentación de no cubrirme la nariz con la mano, pero desgraciadamente me encontraba haciéndolo... y de manera lamentable, frente a la mirada arrogante de Tyler, quien confirmaba con un levantamiento de cejas que tenía razón, pues aunque odiaba reconocerlo, el cretino estaba en lo correcto; mi madre me decía que mi nariz solía ponerse como la de Rodolfo el reno cada vez que me enfadaba. —Gracias por comunicarme sobre lo que pasaba con Elsi, Lina —me dirigí a la mujer, asintiendo en su dirección—. Ahora me voy, no quiero llegar tarde a la escuela. Pasé al lado de Tyler, deseando el hecho de poder encontrar la fuerza necesaria para poder enviarlo a la Luna. Era tonto, pero comenzaba a extrañar al Tyler que caminaba por los pasillos del colegio creyéndose el rey del universo... era mejor el hecho de que me ignoraba y que lograba a intimidarme con una sola mirada, a que ahora se la pasara metiéndose en todo lo que yo hacía. ¿Por qué carajos tuvo que mudarse a mi casa otra vez? ¿Es que acaso ahora estaba siendo castigada por todas las fantasías sexuales que tenía con Nathan? Nathan... Mi corazón comenzó a acelerarse y una tonta sonrisa se plasmó en mi rostro justo cuando su mirada alcanzó la mía. Había dejado de juguetear con el teléfono, puesto que ahora simplemente se encontraba en una especie de guerra de miradas conmigo, mientras me acercaba con pasos cautelosos hacia él. —¿Está lista, señorita Ariel? —indagó, desviando su mirada para ver sobre mi hombro. Asentí hacia él. —Ya podemos irnos, Nathan. —¿Y el muchachito? —preguntó en un susurro. Me encogí de hombros restándole importancia. —El muchachito está entretenido con Lina. —Y el muchachito aún puede oírlos —habló Tyler, a unos metros tras nosotros—. Y por su salud mental, será mejor que no vuelva a escucharlos llamarme "muchachito" Se detuvo a mi lado, dedicándome una mirada tan fría, que incluso logró que mis rodillas flaquearan a tal punto de casi hacerme caer. Jadeé en busca de aire, incapaz de poder creer lo mucho que el sujeto podía transformarse con una sola mirada. Era como si el hielo lo anduviese en los poros, el cual podía reflejarse con solo que parpadeara. Desvió su mirada, dejándome aún atolondrada, para después continuar caminando. Sip... no le había gustado que lo llamasen muchachito. (...) —Entonces... la veo en unas horas —asintió Nathan, mientras sostenía la puerta abierta para que bajase. Le sonreí en respuesta, dando otro pequeño asentimiento. —A las 4: 30 pm —habló Tyler, bajando tras de mí—. Espero y puedas ser puntual, hoy tengo cosas que hacer. Estiró su camiseta y acomodó su mochila en su hombro. Noté como le dio una mirada a todo el lugar con lentitud, tomándose el tiempo de observar a los chicos de uniforme deportivo que caminaban hacia el interior de la escuela, o las chicas vanidosas que caminaban mostrándose el nuevo color en sus uñas, e incluso, se detuvo a observar a los raritos que vestían de n***o y fumaban cosas fuera de lo común, a escondidas. Algunas veces había llegado a cuestionarme si Tyler se sentía solo en este lugar, puesto que nunca lo había visto hablar con alguien más que no fuese Lizzy. Pero después, al verlo pelearse con cualquiera por alguna absurda estupidez, llegaba a la conclusión de que en realidad se la pasaba bien en su soledad. Miró sobre su hombro otra vez, antes de que clavara sus gemas verdes en las mías. Levantó una ceja, una manía que había notado que la repetía en muchas ocasiones cuando iba a realizar alguna tarugada... y sí que la hizo, el muy idiota se había inclinado para besar mi mejilla y después comenzar a caminar como si nada. —Nos vemos adentro, Sirenita —murmuró, moviendo su mano en despedida. Me quedé perpleja, tratando de ignorar el hecho de ahora ser el centro de atención de todas aquellas personas que Tyler había estado observando. Inconscientemente pasé mi mano por mi mejilla, tratando de despegar el roce que dejaron sus labios en mi piel. Claro... ahora lo entendía a la perfección. El hijo de puta solo quería cerciorarse de que muchos lo vieran haciendo tal idiotez. Miré hacia Nathan otra vez, sus pupilas veían hacia cualquier sitio, menos en mi dirección. Así que simplemente tomé una nueva bocanada de aire y comencé a caminar. (...) "¿Por qué todo el mundo habla de Cold besando tu mejilla a la entrada del colegio?" Levanté la mirada del móvil, puse los ojos en blanco y regresé mi atención hacia la pantalla otra vez. Lizzy aún se encontraba escribiendo; claro, mi amiga era muy comunicativa, por lo que necesitaba siempre tener cada detalle de lo que ocurría a nuestro alrededor. "¿De qué no me he dado cuenta?" "Tyler es un idiota, Lizzy. ¿De qué te sorprendes?" Me estremecí al sentir la punta de un bolígrafo clavarse en mis costillas, miré con molestia sobre mi hombro, Tyler se encontraba señalando con su barbilla hacia el frente donde el profesor de literatura se movía de un lado a otro. Puse los ojos en blanco otra vez. ¿Desde cuándo tenía que sentarse tras de mí? —Deberías dejar de llamarme idiota —susurró, acercando sus labios a mi oído. Me senté de medio lado para quedar frente a él. —Y tú deberías de dejar de meterte en mis asuntos. —Con algo debo de pagarme la tortura de compartir residencia contigo, Pecosa. —Pues puedes largarte en cuanto se te pegue la gana. —Green, Roberts —cerré los ojos y me giré con lentitud otra vez, al escuchar la voz del profesor venir desde adelante—. ¿Algo que quieran compartir con la clase? —De hecho sí —habló Tyler con seguridad—. Podría comparar a Julieta con gran facilidad, con nuestra compañera aquí presente —sentí la punta de su bolígrafo clavarse otra vez en mi costado, lo que me hizo hacer una mueca y morder el interior de mi mejilla para no lanzar ninguna maldición en su contra—. Ambas son tan patéticas, como para enamorarse de alguien que su padre no acepta, y aun así, continuar haciendo todo lo posible para que ese amor imposible salga a flote. Puse los ojos en blanco mientras me hundía en el asiento, escuchando las estruendosas carcajadas por parte de los demás en el salón. —Yo diría que eso es persistencia —habló alguien más. —De hecho, es rebeldía —continuó con su discurso—. ¿Por qué aferrarse a algo que sus padres no permiten? Pues si ellos se oponen... ¿Acaso no tienen los motivos suficientes para hacerlo? —Para ti es muy fácil decirlo porque ya no los tienes —justo cuando esas palabras habían abandonado mis labios sin poder evitarlas, quise morirme. Un sepulcral silencio había inundado el salón, incluso el profesor había dejado caer el libro del cual había estado hablando desde que inició la clase, para mirar en dirección de Tyler. Mordí mi labio inferior, sintiéndome completamente avergonzada, podía sentir su respiración irregular estrellarse contra mi cuello, y verdaderamente temía que quisiera arrancarme la cabeza en ese instante. ¿En qué carajos estaba pensando cuando mencioné a sus padres? ¿Acaso quería morir yo también? —Bueno —el profesor carraspeó, mientras se inclinaba a recoger el libro—. Esa ha sido una gran comparación... claro, si al menos yo me hubiese encontrado hablando sobre Romeo y Julieta —mostró la portada del libro, donde el nombre "Hamlet" resaltaba en letras negritas—. Ahora, Roberts, Green. Hagan el favor y se retiran de mi clase. Tyler arrastró la silla estrepitosamente, logrando con ello que mi piel se erizara, lo observé pasar por mi lado con rapidez, para después tirar de la puerta. Continué plasmada en el mismo sitio, deseando poder no moverme de ahí. —Green —mandó el profesor. Suspiré, viendo fijamente hacia la puerta. Estaba segura que si salía de aquí, podría declararme mujer muerta. Recogí mis pertenencias y me levanté con las piernas temblorosas, miré hacia atrás, incluso una chica hizo la señal de la cruz antes de que comenzara a caminar arrastrando los pies hacia la puerta. Él desapareció. No lo volví a ver el resto del día; incluso Lizzy no sabía nada de él, no contestaba el teléfono, Thiara no sabía de su paradero, y al parecer, tampoco había vuelto a la casa. Me sentía tan horrible por haber hecho mención de sus padres. Años atrás cuando habían muerto, yo misma había sido testigo de lo mucho que sufrió por su muerte, y ahora, en un abrir y cerrar de ojos había traído el tema a la luz. —Tyler es así —Lizzy me sonrió, mientras caminábamos hacia la salida del colegio—. Hay dos opciones donde puede estar ahora. En el cementerio con una botella de ron, o rompiéndole la cara a alguien en la calle. Me estremecí de solo imaginarlo. —¿Crees que deba de ir a buscarlo? —Ni aunque estuvieras loca —negó con la cabeza—. Hay momentos en los que necesita estar más solo de lo normal, Ari. La cagaste, sí. Ahora deja que lo solucione él solo, pues me temo que si llegas a encontrarlo ahora mismo, va a hacerte mucho daño. La observé sonreír y levantar la mano en saludo hacia Nathan. —Ahora me voy, que mis padres musulmanes están preparando un tributo a... a —llevó su mano hasta su cabello rosado, donde lo sacudió un par de veces mientras resoplaba—. A... ¿Cómo se llama, Ariel? —¿Alá? —¡Alá! ¡Claro! —asintió—. ¿Te llamo después? —Vale —le sonreí en respuesta antes de corresponder al abrazo que acababa de darme. (...) Estiré mis brazos hacia los lados para mantener el equilibrio, mientras caminaba por el borde de los rieles del tren. Nathan caminaba a mi lado, con las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones oscuros. Ambos nos encontrábamos en un cómodo silencio, sabía que debía de hablar, esa era la razón por la que él me había llevado a ese lugar, pero ni siquiera imaginaba la manera en la que lo haría. ¿Sólo debía de decirle que lo amaba y ya? —Entonces... —habló, aclarándose la garganta. Su mirada se encontraba dirigida hacia la punta de sus zapatos, podía notar una expresión cohibida en él. —Tyler está desaparecido —continuó. —No tuve que haber hecho mención de sus padres muertos —balbuceé con tristeza—. Me siento terrible. —¿Pero él si tiene derecho de humillarla? No te entiendo, Ariel. Sólo estabas defendiéndote, deberías de dejar de pensar tanto en los demás. —Me es inevitable no hacerlo, Nate. Nate... ¿Ahora estaba acortando su nombre? —Bueno, piense que pronto regresará a casa —me miró fijamente antes de sonreír—. Donde nosotros tenemos que regresar en pocos minutos. Aspiré con lentitud, sabiendo a la perfección hacia donde iba con ello. —¿Qué quieres saber? Se encogió de hombros, restándole importancia. —Digamos que desde el momento en que Tyler mencionó sus sentimientos, no he podido dejar de pensar en ello. ¿Es verdad? —Sí —admití sin dudarlo—. Me gustas desde hace mucho, y sé que está mal —sonreí con timidez—. Eres mi guardaespaldas, te han contratado para protegerme, pero me he acostumbrado tanto a tu compañía y atenciones, que comenzaste a meterte en mi cabeza. Un silencio nos inundó mientras lo observaba pasar saliva con fuerza. No me miró, simplemente continuó caminando a mi lado observando sus zapatos. —Sí está mal —habló al fin—. Está mal porque también me gustas, Ariel. Y ahí mi corazón se detuvo, casi llegué a caer de los rieles del tren, si no hubiese sido que su mano alcanzara mi codo para estabilizarme. Me detuve y lo observé, sintiendo como un nudo presionaba mi garganta, ¿Todo aquello era verdad? ¿No lo estaba soñando? —Me gustas, pero tú aún eres solo una niña —continuó—. Y yo no puedo ofrecerte lo que tú deseas. —¿Y qué es lo que deseo? —inquiero en un susurro. —Una pareja estable, caminar de la mano por las calles, salidas a cenar... —no puedo ofrecerte nada de eso, Ariel. Tu padre me mataría. Y ahí, todas mis esperanzas se habían desvanecido. ¿En qué estaba pensado? Por supuesto que todo eso ya lo sabía, pero aunque doliera, sabía que siempre me había aferrado a esa idea. —Está bien —asentí—. Lo comprendo. —Ariel —volví a mirarlo, él revolvía su cabello castaño en un acto de incomodidad, aún sin verme completamente—. Eso no quiere decir que no te deseo. Lo que suceda entre tú y yo, podríamos mantenerlo en secreto. Por primera vez, sus pupilas se encontraron con las mías mientras esperaba a una respuesta por mi parte. Mis labios se separaron sin poder gesticular una respuesta a su propuesta. Eso nunca lo había esperado, y lo cierto era que ahora no sabía que contestar a ello. ¿Lo amaba tanto como para aceptar verlo en las sombras? ¿Ese amor que sentía hacia él merecía que me sacrificara de esa manera? Desvié la mirada y apunté el auto, no podía contestarle en ese instante. —Debemos de volver a casa —murmuré.
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