—Solo quería tener un tema de conversión, lamento si soné metiche. —Realmente me sentí mal. —No te preocupes, háblame de lo que quieras, menos de las cosas que haga con tu padre. —Se frota la frente como si esos temas le dieran dolor de cabeza. —Lo entiendo, porque es secreto. —No solo por eso, si no que hablarlo me estresa y en este momento no quiero estresarme. —Da un largo suspiro. Mi padre lo debe tener muy agotado. —Tienes razón, las cosas del trabajo se quedan en el trabajo y las cosas de la casa, se quedan en la casa… —Él me sonríe agradecido tal vez—. ¿Cómo te fue en la pelea? ¿Ganaste? —Como siempre —responde muy hedonista. —Que creído —le hago una cara de disgusto. —Es que nunca pierdo una pelea. —Solo cuando discutes conmigo. —bromee. —Eso lo hago a propósito —se ríe.