Capítulo 6

1302 Words
Estoy sola después de que Maya fue recogida por el autobús de la escuela y Caleb se marchó. Luego de nuestro intercambio me había anunciado que esta tarde era el día de la limpieza, así que podía salir a dar una vuelta. Al parecer, hay alguien que viene para hacer el aseo y llevar sus trajes a la tintorería. También me dejo claro que no debía preocuparme por la ropa de Maya, ya que esta misma persona se encargara de ella. Sentada en el taburete de la cocina junto a mi portátil reviso algunas clases en línea. Estoy segura que después de terminar con mi trabajo aquí, podre al menos comenzar a tomar algunas clases mientras trabajo turnos normales. La pantalla de mi móvil se ilumina avisando que tengo un mensaje. Lo tomo y es un mensaje de Diego. *Estas libre para un café* Miro fijamente el móvil y pienso en mis opciones. Estoy sola. En realidad, no tengo mucho que hacer así que acepto. Dejo a un lado la portátil, me voy a la habitación a cambiarme. Me quito el uniforme. Afuera hace algo de calor, así que me pongo unos vaqueros ajustados y un top rosa. Arreglo mi cabello con la pinza y me aplico algo de maquillaje. Cuando estoy lista para salir, tomo mi bolso y me doy un último repaso.    Hace mucho no salgo a una cita y Diego es muy buena compañía. Salgo de la casa de Caleb y tomo un taxi para llegar al café donde quede con Diego. Cuando entro al café Diego me espera. Viste de manera formal y me da un abrazo cuando llego junto a él. Me alegra que aceptaras dice con una sonrisa cuando tomamos asiento —La verdad es que tengo poco tiempo ¿Esperas hace mucho?  —No. De hecho, llegué solo hace unos minutos. ¿Cómo has estado? —Muy bien —respondo con una sonrisa agradable. Una de las camareras nos toma la orden. Diego es divertido y hablador. Me cae super bien, pero como amigo. Además de ser muy extrovertido. Todo lo contrato a Caleb. ¿Por qué tengo que compararlo con Caleb? Él es solo mi jefe.  —¿Qué me dices? —Disculpa ¿Qué? —inquiero algo apenada por estar pensando en Caleb.  —Te decía que el sábado iré a tomar algo con unos amigos y me gustaría que fueras conmigo.  —No puede ir. Volteó al escuchar la voz y detrás de mi está Caleb de pie con un café en su mano y gesto serio. Se había quitado la americana con la que salió esta mañana dando paso a un estilo más informal con la camisa blanca doblada a la altura de sus codos. —¿Qué hace aquí? —desvía la mirada de Diego hacia mí.  —La pregunta es ¿Qué haces aquí en horas de trabajo?  —Maya está en clases y solo me iba a tomar un café con un buen amigo —aseveró. —Lo siento. Pero, ¿Quién eres tú? —El hombre que vive con Mia —ahogó un grito de horror ante las palabras.  —¡No es así! —me pongo de pie. —¿No? ¿vas a negar que compartimos el mismo techo? —No sabía que estabas comprometida—Diego habla y puedo ver lo incomodo que esta. —No estoy comprometida. Con nadie —digo mirando mal a Caleb—Si. Vivimos juntos, pero no como crees. Diego se pone de pie. —No quiero causarte problemas— Vacila— te llamo mejor otro día—anuncia algo azorado. Me quedo de pie viendo como Digo sale del café. —¿¡Se puede saber que te pasa!? —siseo—No tenías derecho a hacer eso—tomo mi bolso. —No te conviene—resoplo. —Que sabrás —replico antes de salir del café con la cabeza en alto. Avanzo por la calle y miro alrededor como ya la ciudad comienza a prepararse para acción de gracias. Llego a un puesto callejero y veo algunas esferas de nieve que llaman mi atención. El puesto, esta algo concurrido así que tomo una con un árbol de navidad. La esfera enciende y me imagino el rostro de Maya al ver los colores. —¿Para que te podría servir eso? —escucho de nuevo la voz de Caleb, que al parecer me siguió. —Es hermosa —respondo —Pero, que sabrás tu de reconocer la belleza —el sarcasmo en mi voz es palpable. —En eso te equivocas. Por ejemplo, yo te veo muy hermosa. Me doy la vuelta para enfrentarlo. —¿A que está jugando? ¿A cuanto tarda en caer en tu juego la niñera? —respondo en voz baja —no soy como sus amigas y claramente no podemos ser más incompatibles. Sonríe de lado. —Así que has pensado en nuestra compatibilidad. Pongo los ojos en blanco y me doy la vuelta. p**o por la esfera antes de mirarlo de nuevo —No va a suceder —hablo con firmeza. Caleb chaquea los labios Paso a su lado y continuo mi camino —Mia— llama en tono alto. Me detengo y volteo para verlo a los ojos. —¿Qué? —Deberías vestir más así en casa—me guiña. No puedo evitarlo, le hago una peineta a mi jefe y este, lanza una carcajada.   Todavía estoy cabreada cuando entro por la puerta de la casa de Caleb. No sé a qué está jugando. No entiendo sus repetitivos cambios de humor y me cuesta seguirle el trote. Subo a mi habitación y me cambio. Al mirarme al espejo recuerdo las palabras de Caleb. ¿De verdad me encuentra hermosa? Estoy satisfecha con mi apariencia, me considero atractiva. Solo que no sé, si encajo en el estereotipo de mujer que el frecuenta. Recuerdo a la mujer de la otra noche y frunzo el ceño. —Nop. No somo iguales gracias a Dios. Alejo mis pensamientos de Caleb Chapman y termino de alistarme para esperar a Maya para ayudarla con sus deberes. ⭐⭐⭐⭐ —¿Sabías que el corazón es del tamaño de nuestro puño? —habla Maya mientras estamos sentadas en el salón haciendo los deberes. Maya es muy inteligente y una niña atenta, algo desordenada, pero intento mejorar sus hábitos. La veo cerrar en puño su mano y colocarla contra su pecho.    —¿Qué más aprendiste hoy? —inquiero. —Que nuestra boca produce más de un litro de saliva al día— frunzo el ceño. —¡Eso es asqueroso! Nunca había pensado en eso. Maya se ríe ante mi cara de asco. Y es así como Caleb nos encuentra. Mira a Maya un momento antes de posar su mirada en mí. Cuando se percata que llevo mi ropa habitual sonríe. Bastardo. —Las veo muy entretenidas—comenta. —Solo hacemos los deberes —comento desviando la mirada. Maya saca de uno de sus cuadernos una hoja. —La semana de acción de gracias habrá una reunión de padres y cada uno llevará algo para compartir. —¡Eso es genial! —comento. —No iremos —me corta Caleb. Veo como el rostro de Maya decae —Sería muy bueno para ustedes asistir. —Dije que no—me da una mirada severa—En vez de perder el tiempo en esas estupideces, la escuela debería centrarse en las clases. Maya se pone de pie y sin decir nada se va a su habitación. No sin antes ver las lagrimas contenidas en sus ojos. —Eres un bruto —susurro sin importarme que sea mi jefe. Me pongo de pie. Caleb intenta decir algo, pero no le prestó atención y me voy con Maya.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD