Capítulo 1
Nueva Orleans.
Sentado en la oficina del abogado, miro con incredulidad al hombre que habla. Sin embargo, no estoy escuchando.
Aun no asimilo sus palabras.
Graham muerto.
Mi hermano y su esposa murieron en un accidente.
—Señor Chapman ¿Entiende la situación?
—¿Qué debo entender abogado? —digo—Mi hermano a muerto y no sabía nada— me pongo de pie. Cierro los ojos y respiro varias veces para tranquilizarme.
—Su hermano dejo un testamento—volteo rápidamente a ver al abogado.
—Lo dejo como tutor de su sobrina.
¡Maya!
Había olvidado a la niña.
—Yo no se nada de niños. Además, no tengo tiempo para criar a uno—suelto.
El hombre me mira como si fuera un monstruo.
En cierto modo es así.
Como cuidar a una niña que solo he visto una vez y por fotos. Mi hermano se fue a penas cumplió los dieciocho años. Le dijo a mi padre que él quería conocer el mundo, vivir de su música y huir de su constante maltrato.
Papá lo desterró de muestras vidas. Mamá no tuvo el valor de contradecir a Elliot Chapman. Ella se acobardo como siempre lo hacía. Se escudo detrás de la botella.
—Usted es el único pariente vivo de la niña. Además de una tía de la señora Chapman.
—Bien. Que ella se la quede.
—Caleb —dice en tono agrio—La señora Ángela está en un crucero y no llegara hasta una semana antes de navidad.
—¡Para eso faltan casi dos meses! —digo molesto— Soy un hombre con un negocio que atender ¿Usted cree que tengo tiempo para atender a una niña? ¿De qué? ¿Cuántos años tiene? Nueve.
—Siete.
¡Maldita sea Graham! Paso las manos por mi cabello oscuro.
—La niña está afuera señor Chapman. Si usted no la recibe, tendrá que pasar una temporada bajo la supervisión de servicios sociales hasta que la tía de la niña pueda llevársela.
¿Qué se yo de cuidar niños? El único recuerdo que tengo de mi infancia es una madre alcohólica y un padre que nos mataba a cinturones cuando Graham y yo no sobresalíamos en algo.
Ser un Chapman es estar por encima de todos. Ser el mejor en la clase, los deportes y si tienes que jugar sucio no importa, porque un Chapman siempre gana.
Frunzo el ceño al recordar sus palabras.
El abogado se pone de pie y avanza hasta la puerta.
Habla con alguien antes de regresar junto a una niña. Sus ojos claros y cabello marrón claro son muy familiares. Esta niña es el vivo retrato de mi hermano.
Lleva un vestido suelto rojo y bailarinas blancas. El abogado a su lado tiene una maleta pequeña.
—Mira Maya. Este es tu tío— Anuncia.
Me quedo allí sin saber que hacer.
¿Por qué me hiciste esto Graham? maldigo.
Maya me mira con sus enormes ojos.
Esta niña acaba de perder a sus padres. No podré hacerlo, no tengo la manera de sacar adelante a esta niña, no soy material para tutor.
¡j***r! solo estoy centrado en mi empresa. Levante una de las compañías de tecnología y comunicación más importante del mundo para cerrarle la boca a mi padre. Convertí el apellido Chapman en el más respetado y buscado entre las empresas del mundo. Todos quieren mis servicios para el desarrollo de sus empresas.
—Caleb. Di algo—miro a mi abogado y después a la niña.
Niego.
—Siéntate aquí cariño—dice este guiándola hasta un sofá antes de venir hasta mí.
—Me voy hacer cargo de ella solo hasta que la famosa tía regrese ¿Estamos? —la mirada de este, es de cabreo. Pero no me importa, yo p**o sus servicios.
Armando Ruiz sabe que no soy fácil de manejar. Así que solo asiente de mala.
—Hare todo lo pertinente. Mientras, espero que disfrutes algo de tiempo con tu sobrina —dice y noto algo de burla en sus ojos.
Ignoro su comentario y me acerco hasta la niña.
Me aclaro la garganta.
—Hola—digo poniéndome de cuclillas a su altura—Me llamo Caleb y soy el hermano de tu papá —ella juega con sus manos y me da una mirada llena de lágrimas contenidas.
¡Mierda!
—Dicen que mis papás ya no vendrán—susurra.
—Lo siento Maya— hablo tratando de sonar lo más suave posible—iremos a mi casa y allí podrás descansar.
—¿Voy a vivir contigo? —inquiere en voz dulce.
—Si. Mientras tu tía Ángela regresa—escucho que Armando resopla.
El hombre es mayor y tiene nietos. Creo que esto le afecta demasiado.
Tomo la maleta y me pongo de pie.
—Nos vamos—digo caminando hasta la puerta y abriéndola—Haz lo que te dije—ordeno antes de salir. Maya me sigue a cierta distancia y cuando salgo a la acera, la suave brisa de noviembre nos envuelve. Son casi las cinco y está por ponerse más fresco.
Avanzo por la acera hasta mis mercedes estacionado a un lado de la calle. Subo la maleta y abro la puerta del coche.
—Sube—ordeno.
—No puedo ir sin una silla—la miro sin entender. Ella me sorprende al poner los ojos en blanco— La silla especial para niños—su tono es de censura.
¿Es en serio?
—No la tenemos, pero si quieres quedarte aquí en la acera, no tengo problemas.
Apenas digo las palabras me muerdo la lengua.
—Maya—suspiro—No tengo silla, porque fuiste una sorpresa—trato de sonar menos cabrón de lo que ya soy —Te prometo, que compraré una ¿Podrías subir?
Frunce los labios antes de subir.
—Genial—murmuro antes de subir al auto.
El camino es silencioso.
Miro por el retrovisor para ver a Maya mirando todo con autentico interés.
Lo último que supe de mi hermano, es que estaba viviendo en Miami.
Después de su partida en casa, quedo prohibido hablar de él. Mucho menos tener contacto.
Su partida me dejo en un agujero. Pase a ser el único blanco de mi padre. Se me exigía el doble. Hoy en día con treinta y un años solo tengo mi empresa. El dinero no me ha hecho sentir diferente. A veces, me siento el mismo joven debilucho bajo el yugo de un padre exigente.
Conduzco hasta el corazón del barrio francés donde tengo un condominio renovado. Es la mejor ubicación que alguien podría desear, está a solo unos metros del Jackson Square. La zona tiene los mejores restaurantes y lugares de entretenimiento más concurridos de la ciudad.
Atrás dejé la casa donde crecí. Aun la conservo, pero creo que jamás podré volver allí.
Estaciono frente al edificio renovado donde vivo y bajo.
Abro la puerta de Maya.
—Vamos Maya, no tenemos todo el día—digo. Esta sale del auto con cautela y mira el edificio.
Tomo la maleta y después de cerrar el coche avanzo.
—Bien. Este es el trato—digo tomando el elevador—Serás buena chica mientras yo trabajo ¿Entiendes? Por esta semana trabajare desde casa mientras encuentro a alguien que pueda ver por ti mientras yo no estoy—sus ojos me miran ansiosos.
Hago una nota mental de llamar a Armando, mi abogado para que encuentre a alguien cualificado para el puesto.
Salimos del elevador. Me detengo frente a la puerta.
—Todo va a estar bien— trato de reconfortarla— Ya lo veras—Saco de mis pantalones la llave y abro dejándola entrar a ella primero.
La veo caminar por el pasillo, Pasa por la cocina y llega al salón. El lugar es pequeño. A mí, me basta. Entro y cierro la puerta.
La primera instancia es la cocina de diseño con electrodomésticos de alta gama y encimeras de cuarzo, gabinetes blancos. es un solo espacio. El salón tampoco tiene mucho. Sofás grises y la decoración es colores neutros, la chimenea a gas esta cubierta con loza blanca. tiene tres habitaciones y dos baños. Una de las habitaciones la uso como oficina. Además, cuento con un pequeño patio y un balcón excelente para cenar y ver la calle del barrio francés.
—Voy a llevar esto a la habitación que ocuparas.
—¿Por qué todo es tan blanco y aburrido? —Cuestiona dándome la espalda.
—¿Eh? —no entiendo.
—Se ve muy triste.
—A mí me gusta así— digo sintiéndome ofendido por una niña de siete años.
—Y ¿Dónde piensas poner el árbol de navidad?
—En esta casa no se decora para navidad—anuncio.
Ella se da la vuelta con la boca abierta.
—Papá siempre decoraba conmigo en navidad.
La miro escéptico.
—Bien. En esta casa no hay navidad.
Ella boquea como pez, pero no dice nada.
La navidad para los Chapman no era más que pérdida de tiempo. Papá decía que era la época del año donde se perdía dinero en frivolidades.
Saber que Graham celebraba navidad es algo extraño para mí.
Sin embargo, no debería sorprenderme. El hermano con el que crecí al parecer logro librarse de las cadenas de Elliot Chapman.
POV MIA.
—Un café doble y el menú del día para la mesa seis— anuncio pegando la orden en la pared de la cocina para que el cocinero la vea.
El restaurante está a reventar, al igual que mi espalda. Camino hasta la siguiente mesa y sonrió al ver quien la ocupa. Le sirvo agua con hielo para que se refresque.
—Déjeme adivinar. ¿Una cerveza bien fría y jambalaya?
El señor Ruiz ríe ante mis palabras.
—Ya me conoces muchacha—dice el hombre risueño.
Es un cliente habitual. Su firma de abogados queda justo al frente.
Escribo la orden.
—Hoy te ves cansada—comenta— ¿Estas bien? —asiento con una sonrisa.
—Solo estoy tomando turnos dobles— comento— Ya sabe, se acerca la mejor época del año.
Mi preferida.
El hombre mira alrededor.
—¿Te gusta trabajar aquí? —hago una mueca y él se ríe.
—En este momento, son los que mejor me pagan —soy sincera. Sus oscuros ojos me miran con simpatía—Voy por su orden—digo antes de retirarme.
Dejo la orden y me detengo un momento en la barra mirando alrededor.
¿Qué si me gusta trabajar aquí?
Lo odio, pero no me queda más remedio que hacerlo.
Mis padres habían trabajado toda su vida en una tienda de comestibles de su propiedad. Con eso habíamos salido adelante los tres. Sin embargo, todo se vino abajo cuando salí de la preparatoria.
A mi madre le detectaron cáncer de mama. Mis planes eran ir a la universidad y ser profesora, pero tuve que posponerlo para ayudar en casa. Papá hizo todo lo posible por hacerle frente a la enfermedad de mamá.
De eso ya hacen cinco años.
Ella logro superar el cáncer, pero perdimos todo.
La casa, el negocio, papá se llenó de deudas. Decidí dejar atrás mis sueños para poder ayudarlo. Ahora él trabaja en una fábrica textil mientras yo trabajado en el restaurante.
Mi meta es darles la mejor navidad cada año. Hago lo mejor que puedo y me siento agradecida de tener a mis padres con salud al día ce hoy.
—¡Mia! Aterriza ¡Esperan los pedidos! —me grita Gloria, la dueña del restaurante.
Recojo los pedidos y los dejo en las mesas correspondiente. Vuelvo por el pedido del señor Ruiz.
—Espero que le guste— este levanta la mirada de su móvil enojado.
—¿Esta todo bien? —inquiero el asiente antes de relajar las facciones en su rostro.
—Si—contesta. Mira con agrado la comida y la cerveza.
—Sabes, Mia. Me gusta ver la juventud trabajar con ganas. Como tu—dice—Por eso me pregunto si estas interesada en cambiar de trabajo—lo miro sorprendida— Claro, tendrás muy buenas prestaciones y un bono de navidad.
—¿En serio?
—¡Mia! —el grito de Gloria me estremece.
—j***r —susurro.
—Ve a verme después del trabajo—asiento.
—Por supuesto que iré a verlo. Me interesa mucho.
Me retiro a seguir con mi trabajo. Gloria me grita, pero esta vez no pierdo mi sonrisa.
Cuando son las seis mi turno ha acabado y estoy en el baño del restaurante arreglando un poco el desastre que soy.
Mi cabello marrón oscuro esta en una cola alta, lo libero dejando que caiga a la altura de mis hombros en suaves ondas. Aplico un poco de maquillaje resaltando mis ojos verdes y me paso las manos por el uniforme que costa de un pantalón de vestir n***o y una camisa blanca, el delantal lo deseche en el canasto para que se lo lleven a la lavandería.
Tomo mi bolso y salgo del baño. Cuando llego a la calle no puedo evitar sonreír.
Amo Nueva Orleans. Siempre he pensado que somos una ciudad que no se rinde y bien podríamos ser comparados con el junco que se dobla, pero no se rompe.
Muevo mi cabello a un lado y paso la calle hasta donde están las oficinas del señor Ruiz. Pero me detengo en seco cuando pienso en cual es la propuesta.
—Si es obscena, solo sal de allí digna—me repito.
¡Mierda Mia! Necesitas un mejor trabajo y tal vez así poder terminar de pagar las deudas. También podría comenzar mi sueño de estudiar. Dejar de trabajar hasta que te duela la espalda y comenzara vivir un poco.
Toco el timbre y la puerta automática se abre.
Una chica está detrás del pequeño lobby por salir.
—El señor Ruiz la espera— me mira curiosa.
—Gracias—Avanzo hasta la puerta que esta me señalo y toco antes de entrar.
—Pasa querida. Pasa—me hace un gesto con la mano mientras habla por teléfono
—Solo tiene siete años. No es el demonio—dice este y noto un aire divertido— Ya me estoy ocupando en eso—dice, me mira y señala la silla frente a el.
Tomo asiento mientras el continua con la diatriba.
Miro alrededor de la oficina de paredes blancas y mobiliario oscuro. Es muy elegante y el hombre detrás del escritorio es imponente. Siempre que va al restaurante es amable, pero verlo en su entorno es diferente.
—Ya tengo solucionado lo del colegio—pone los ojos en blanco—las vacaciones son la segunda semana de diciembre, así que envíala a la escuela.
Resopla.
—Po favor Caleb, ten un poco de consideración cuando alguien del gremio femenino llora, más si es tu sobrina—dice en tono duro—Si cuelgas y dejas de quejarte me pondré a eso— resopla— Bien. Te llamo mas tarde.
Cuelga.
—Lo siento, es que tengo clientes difíciles.
—No se preocupe, la verdad es que si la oferta es tan buena como me comento, podría esperas un par de horas más.
—Vale—dice riendo entre dientes. Toma una hoja y me la entrega.
—Uno de mis clientes necesita una niñera a tiempo completo—anuncia— Estoy seguro de que eres la indicada para el trabajo—continua— Te he visto trabajar bajo presión y eso es lo que se necesita para este trabajo—ladea la cabeza— Revise tus antecedentes y me pareces adecuada.
—¿Usted reviso qué? —lo miro incrédula
—Tus antecedentes. No tienes nada de qué preocuparte. Además, mi cliente es algo especial —dice de manera enigmática —Lo que esta ofreciendo es más que suficiente para que hagas frente a tus deudas.
—No me diga también reviso mi estatus crediticio y el de mi familia.
—Es parte de mi trabajo— se encoje de hombros— Mira por favor el monto a pagar.
Reviso la hoja y los números en ella me parecen surrealistas. Con lo que me pagarían podría cubrir más de la mitad de lo que debo. El sueño de vernos libre de deudas estaría más cerca.
—La niña acaba de perder a sus padres—levanto la vista del papel y miro al hombre— Tiene siete años y el tío no sabe nada de niños—suspira— De hecho, quiere enviarla con una tía lejana cuando esta regrese de un crucero. Aunque la voluntad de su hermano es que él sea su tutor.
—Entonces ¿Por qué no la quiere? —inquiero molesta con el hombre que ni siquiera conozco.
—No es su culpa lamentablemente— resoplo— Caleb no es malo, solo un hombre duro —me da una sonrisa secreta— Pero tengo la esperanza de que mientras más conviva con ella, le tomar afecto.
—¿Quiere que yo intente unirlos como familia? —asiente.
—Desde que te conozco, veo lo perseverante que eres. Así que, confió en ti para esto.
—¿Esta seguro?
—Mi instinto nunca falla y estoy seguro que lograras que Chapman acepte a su sobrina.
¡Chapman!
—¿Usted habla del Chapman de la empresa de desarrollo tecnológico? —asiente. nunca lo he vito en persona, pero todos sabemos en Nueva Orleans quien es Caleb Chapman.
—¿Aceptas el reto? Tienes hasta una semana antes de navidad para que el cambie de opinión.
No lo pienso. La paga es buena, también me alejaría del restaurante. Otra semana haciendo turnos dobles y cargando platos acabarían con mi columna.
Además, que podría darles a mis padres una hermosa navidad.
—Bien señor Armando ¿Cuándo puedo comenzar?
Este da una palmada en señal de victoria.
—Mañana te llevaré con el— asiento. Firmo los documentos del contrato y salgo de la oficina sintiéndome feliz y con una misión.
Una hora después, estoy entrando por la puerta del pequeño departamento que rentamos en una comunidad obrera.
—¡Al fin llegas cielo! —dice mi madre llegando hasta mi preocupada—Sabes que me preocupas sola en La calle.
—Estoy bien—digo dejando un beso en su mejilla, antes de caminar hasta el salón —Terminé el turno y después fui a ver algo de un nuevo trabajo.
Sus ojos marrones me miran con recelo.
—No puedes tomar otro trabajo ¡caerás enferma!
—Voy a dejar el restaurante—anuncio— Me ofrecieron un trabajo como niñera de planta por un tiempo.
—Mia.
—Mamá. Van a pagar muy bien— me siento en el sofá y ella junto a mi—Sabes que lo necesitamos. Quiero ayudar a papá.
Por mas que mamá intento volver a trabajar no pudo. Nadie va arriesgarse a que ella vuelva a enfermar y tendrían que correr con los gastos del seguro.
—¡Más! —exclama—No haces más que trabajar y dar dinero en la casa. Además, tomas turnos extras y el dinero se lo das a tu padre para que abone a la deuda.
—Con esto cubriríamos la mayor parte restante— murmuro pegada a ella.
Como es de esperar me rodea en un abrazo. Mi madre siempre me ha dado su comprensión y es mi apoyo en todas mis aventuras.
—Acepte y firme un contrato—la miro a los ojos—Mañana a primera hora debo presentarme en la casa del señor Chapman.
—¡Los Chapman! —asiento.
—Imagina lo que va a pagar— se pasa las manos por su oscura melena y murmura palabras bajas.
—Eso es fantástico mi amor. Ahora solo te falta lo más importante —cuchichea—decirle a tu papá.
—¡Mamá! —me quejo.
—Nada de mamá. Venga le decimos durante la cena.
Ambas caminamos a la cocina y ponemos la pequeña mesa para esperar a papá del trabajo. Estoy terminando de sacar el pan fresco del horno cuando entra.
Papá es un hombre alto, de cabello n***o y ojos verdes.
—¡Abdel! —riñe mi madre con una sonrisa cuando él la toma desde atrás y le planta un beso en el cuello.
Finge escandalizarse, pero ama como es papá.
—Hola papá.— Digo dejando el pan sobre la cocina. Este suelta a mamá y me da un rápido beso en la frente.
—Hice cangrejos hervidos— anuncia mamá para deleite de mi padre.
Así que no esperamos más y tomamos asiento para la cena.
Durante la cena, aprovecho para contarle a mi padre lo sucedido y él no está muy contento, pero mamá como siempre me apoya.
—Leonor —dice en tono serio— No sabemos quién es el hombre. No voy a permitir que se ponga en riesgo por muy Chapman que sea.
—Papá, es un trabajo decente —digo exasperada.
—No lo se cariño. No nos hace falta— le doy una mirada de incredulidad—Yo puedo hacer turnos nocturnos en la fábrica.
—No los estás haciendo. Además, soy una mujer mayor y ya firmé un contrato. Así que no puedo echarme para atrás.
—Eres tan cabezona como tu madre.
—Yo diría como tú. Pero no entremos en discusión—me echo a reír.
—Voy hablar con ese hombre— me señala serio.
—A no papá. No lo harás, no soy una niña y no pondrás mi trabajo en juego—tomo su mano por encima de la pequeña mesa—Confía en mi ¿Cuándo no hemos salido adelante?
Mis padres se miran antes de poner sus miradas en mí.
—Tienes razón— claudica papá —Eres una mujer echa y derecha. Si es lo que quieres, te apoyo.
Me levanto de un salto y dejo besos en su mejilla hasta que se ríe. Me inclino y beso a mi madre.
—Voy hacer la maleta—digo corriendo hasta mi cuarto.
—¡No has terminado tu cena! —escucho a mamá.
—¡Ya no tengo hambre! —digo de regreso.
Bien. Tenemos trabajo que hacer.