CAPÍTULO CUATRO

1612 Words
CAPÍTULO CUATRO Gwendolyn estaba parada en un puente dorado. Sujetando el barandal, ella miraba hacia abajo sobre el borde y vio un río embravecido debajo de ella. Los rápidos rugían con furia, elevándose cada vez más mientras observaba. Ella podía sentir su rocío desde allí. ―Gwendolyn, mi amor. Gwen se volvió para ver a Thorgrin de pie en la otra orilla, tal vez a seis metros de distancia, sonriendo, estirando la mano. ―Ven conmigo ―suplicó―. Cruza el río. Aliviada al verlo, Gwen comenzó a caminar hacia él, hasta que otra voz le hizo detenerse. ―Madre ―dijo una voz suave. Gwen giró para ver a un niño parado en la orilla opuesta. Tal vez de unos diez años, era alto, orgulloso, de hombros anchos, con un mentón noble, una mandíbula fuerte y brillantes ojos grises. Como su padre. Él llevaba una armadura brillante, hermosa, de un material que ella no reconocía y tenía armas de guerrero en su cinturón. Ella podía sentir su poder desde allí. Una fuerza imparable. ―Madre, te necesito ―dijo. El niño extendió una mano y Gwen empezó a ir hacia él. Gwen se detuvo y miró hacia adelante y hacia atrás, entre Thor y su hijo, cada uno extendiendo una mano y ella se sentía desgarrada, en conflicto. No sabía hacia dónde ir. De repente, mientras estaba ahí parada, el puente colapsó a sus pies. Gwendolyn gritó al sentirse caer en los rápidos. Gwen cayó en el agua helada de un golpe y dio vueltas en las aguas embravecidas. Ella emergió, jadeando en busca de aire, y miró hacia atrás para ver a su hijo y a su marido, de pie en la orilla opuesta, cada uno tendiendo sus manos, cada uno necesitándola. ―¡Thorgrin! ―gritó y a continuación dijo―: ¡Hijo mío! Gwen trataba de alcanzarlos a los dos, gritando, pero pronto se sintió cayendo en picada sobre el borde de una cascada. Gwen gritó mientras los perdía de vista y cayó cientos de metros hacia las rocas afiladas. Ella se despertó gritando. Miró a su alrededor, cubierta en sudor frío, confundida, preguntándose dónde estaba. Poco a poco se dio cuenta de que yacía en una cama, en una habitación oscura del castillo, con antorchas encendidas a lo largo de las paredes. Ella parpadeó varias veces, tratando de entender lo que había sucedido, todavía jadeando. Lentamente, se dio cuenta de que era sólo un sueño. Un sueño horrible. Los ojos de Gwen se adaptaron a la luz, y ella vio a varias asistentes, de pie en la habitación. Vio a Illepra y a Selese de pie a ambos lados, poniendo compresas frías a lo largo de sus brazos y piernas. Selese secaba suavemente su frente. ―Shh ―la consoló Selese―. Fue sólo una pesadilla, mi señora. Gwendolyn sintió que una mano apretaba la suya y cuando ella miró se sintió emocionada al ver a Thorgrin. Él estaba arrodillado al lado de su cama, sosteniendo su mano, con sus ojos brillando de alegría al verla despierta. ―Mi amor ―dijo él―. Estás bien. Gwendolyn parpadeó, tratando de averiguar dónde estaba, por qué estaba en la cama y qué estaba haciendo toda esta gente aquí. Entonces, de repente, mientras trataba de moverse, sintió un dolor horrible en el estómago y recordó. ―¡Mi bebé! ―gritó de repente frenética―. ¿Dónde está? ¿El niño está vivo? Gwen, desesperada, estudió las caras a su alrededor. Thor le apretó firmemente la mano y sonrió ampliamente, y ella supo que todo estaba bien. Sentía podía estar tranquila con esa sonrisa. ―Está vivo, sin duda ―respondió Thor―. Gracias a Dios. Y a Ralibar. Ralibar los trajo volando, justo a tiempo. ―Está perfectamente sano ―agregó Selese. De repente, se escuchó un grito en el aire y Gwendolyn vio avanzar a Illepra, sosteniendo al bebé que lloraba envuelto en una cobija, en sus brazos. El corazón de Gwendolyn se sintió aliviado, y se puso a llorar. Ella comenzó a llorar histéricamente al verlo. Se sentía tan aliviada que corrían lágrimas de alegría por sus mejillas. El bebé estaba vivo. Ella estaba viva. Habían sobrevivido. De alguna manera, habían superado esa terrible pesadilla. Ella nunca se había sentido más agradecida en su vida. Illepra se inclinó hacia adelante y colocó al bebé en el pecho de Gwen. Gwendolyn se enderezó y lo miró, examinándolo. Se sintió renacer al tocarlo, con el peso de él en sus brazos, su olor, la forma en que se veía. Ella lo meció y lo sostuvo firmemente, mientras estaba todo envuelto en mantas. Gwendolyn sentía repleta de oleadas de amor por él, de agradecimiento. No lo podía creer; había tenido un bebé. En cuanto lo colocaron en sus brazos, el bebé de repente dejó de llorar. Se quedó muy quieto, se dio vuelta, abrió los ojos y la miró bien. Gwen sintió una sacudida por su cuerpo, mientras sus miradas se encontraban. El bebé tenía los ojos de Thor, de color gris, eran unos ojos brillantes que parecían venir de otra dimensión. Se miraron detenidamente. Mientras lo miraba, Gwendolyn sintió como si ya lo hubiera conocido en otro tiempo. Desde siempre. En ese instante, Gwen sentía un vínculo más fuerte con él que con nada ni nadie en su vida. Ella lo apretó fuerte y juró que nunca lo dejaría ir. Caminaría a través del fuego por él. ―Se parece a ti, mi señora ―le dijo Thor, sonriendo mientras se inclinaba y lo miraba junto con ella. Gwen sonrió, llorando, abrumada por la emoción. Ella nunca había estado tan feliz en su vida. Esto era todo lo que ella siempre había querido, estar aquí con Thorgrin y su hijo. ―Sus ojos se parecen a los tuyos ―respondió Gwen. ―Aún no tiene un nombre ―dijo Thor. ―Tal vez deberíamos llamarlo como tú ―le dijo Gwendolyn a Thor. Él movió la cabeza, inflexible. ―No. Es hijo de su madre. Tiene tus rasgos. Un verdadero guerrero debe llevar el espíritu de su madre y las habilidades de su padre. Necesita las dos cosas. Va a tener mis habilidades. Y debemos llamarlo como tú. ―Entonces, ¿qué propones? ―preguntó ella. Thor pensó. ―Su nombre debe sonar como el tuyo. El hijo de Gwendolyn debería llamarse... Guwayne. Gwen sonrió. Al instante le encantó como sonaba. ―Guwayne ―dijo―. Me gusta. Gwen sonrió ampliamente mientras sostenía con firmeza al bebé. ―Guwayne ―le dijo al niño. Guwayne se dio vuelta y abrió los ojos nuevamente, y al mirarla, ella podría jurar haberlo visto sonreír. Sabía que él era demasiado joven para eso, pero vio un destello de algo y estaba segura de que él había aprobado el nombre. Selese se inclinó hacia adelante y aplicó un bálsamo en los labios de Gwen y le dio algo de beber, un líquido espeso y oscuro. Gwen inmediatamente se sintió reanimada. Ella sintió que lentamente volvía a ser ella misma. ―¿Cuánto tiempo he estado aquí? ―preguntó Gwen. ―Ha estado dormida casi dos días, mi señora ―dijo Illepra―. Desde el gran eclipse. Gwen cerró los ojos y recordó. De pronto recordó todo. Recordó el eclipse, el granizo, el terremoto... Nunca había visto nada igual. ―Nuestro bebé presagia grandes augurios ―dijo Thor―. El reino entero fue testigo de los acontecimientos. Ya se habla de su nacimiento en todos lados. Mientras Gwen sostenía al niño con fuerza, sintió un calor a través de ella, y sintió lo especial que él era. Su cuerpo entero se estremeció mientras lo abrazaba, y supo que no era un niño común y corriente. Se preguntó qué clase de poderes corrían por su sangre. Miró a Thor, sorprendida. ¿Este muchacho también era un druida? ―¿Has estado aquí todo este tiempo? ―le preguntó a Thor, al darse cuenta de que había estado a su lado todo este tiempo, se llenó de gratitud hacia él. ―Así es, mi señora. Vine en cuanto me enteré. Menos anoche. Pasé la noche en el Lago de las Tristezas. Orando por tu recuperación. Gwen se puso a llorar otra vez, incapaz de controlar sus emociones. Ella nunca se había sentido más contenta en su vida; sostener a este niño la hacía sentir completa de una manera que no creía posible. A su pesar, Gwen recordó ese momento fatídico en el Mundo de las Tinieblas, en la elección que fue obligada a tomar. Ella apretó la mano de Thor y sujetó al bebé con fuerza, queriendo a ambos cerca de ella, queriendo que ambos estuvieran con ella para siempre. Sin embargo, sabía que uno de ellos tendría que morir. Ella solo podía llorar. ―¿Qué pasa, mi amor? ―preguntó Thor, finalmente. Gwen meneó la cabeza, incapaz de decirle. ―No te preocupes ―dijo él―. Tu madre aún está viva. Si es por eso por lo que estás llorando. Gwen lo recordó de repente. ―Ella está gravemente enferma ―agregó Thor―. Pero todavía hay tiempo para verla. Gwen sabía que tenía que hacerlo. ―Tengo que verla ―dijo―. Llévame con ella ahora. ―¿Está segura, mi señora? ―preguntó Selese. ―En su condición, no debería moverse ―añadió Illepra―. Su parto fue anormal y debe recuperarse. Tiene suerte de estar viva. Gwen meneó la cabeza, inflexible. ―Voy a ver a mi madre antes de que muera. Llévenme con ella. Ahora.
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