El odioso invitado

1774 Words
No podía reprocharle nada a la señora Moreau, a fin de cuentas, la pena era más suya que mía y no debía yo interponerme en el modo en que ella quisiera administrarse la tristeza, si decidía invitar a ese desconocido grosero y altanero a nuestra casa cuando aun teníamos los corazones hechos girones ¿quién era yo para impedírselo? Como no me sentía aun del todo preparada para volver al frente, ocupe durante lo que me jure a mí misma sería poco tiempo mi antigua posición como auditora y hacedora de todo lo que requería en esa casa inmensa, con ello la tía Marion recupero el descanso que se había ganado antes y que yo le había quitado cuando partí. De ese modo, recayó sobre mí el peso de tener que realizar todos los preparativos para un encuentro que en nada me parecía oportuno o decente, en un momento en que no queríamos sino rememorar las virtudes de Danton de que nos servía tenerlo aquí remplazado solo en nombre por alguien ni siquiera allegado a la familia, la señora, sin embargo, parecía empeñada en encontrar en las palabras banales alguna especie de enaltecimiento de su hijo, tal vez intentara simplemente comprender la guerra, figurarse porque debía sentirse, como lo decía todo el mundo. Afortunada de que su hijo entregara la vida a tan noble causa y no del modo en que realmente se sentía, como quien regala un hijo para que se desempeñe en la tarea malsana de las fábricas y encuentre allí la muerte, si, era tal vez ese intento de comprensión lo que la alentaba a recibir al oficial. Llego la tarde y ya estaba todo preparado, la hora fijada pasada hace un par de minutos, las tres de nosotras en el recibimiento nos impacientábamos, cada una por razones distintas, pero finalmente todas algo molestas por el retraso, ni más ni menos que media hora después de lo previsto llego ese hombre luciendo de nuevo su uniforme marcial, decisión acertada por lo que pude ver en la cara de la señora que volvió a ver en él una cura para su conciencia. Nosotras nos encontrábamos nuevamente vestidas de n***o, porque el luto decretado seria por lo menos de un par de semanas, entonces ese hombre que parecía haber sido criado en una galantería de 100 años atrás dijo con pompa y poesía algo que la señora no escuchaba de seguro hace mucho tiempo –Que hermosa esta señora, deje me dicilerle que si no fuera el n***o obligatorio a estas circunstancias debería aun usarlo porque le sienta muy bien- yo, ya no sabía que era lo que en las maneras de ese hombre me causaba tanto desprecio, si tal vez era su necesidad de agradar o el modo en que en realidad parecía lograrlo, nos sentamos a la mesa y allí sí que pareció flaquearle la pantomima, pues se atareo de tal manera con los múltiples cubiertos que yo me reí para mis adentros con placer maligno ¿no que muy refinado oficial?. Para mi desgracia incluso esto supo sortearlo para el agrado de la viejita, dijo –Cuando uno se acostumbra a comer en la celda estas cosas se olvida- semejante cosa hubiera sido una ridiculez para cualquiera sensato, pero para la embelesada viejita fue una invitación a la charla. Empezó – Dígame Danton, qué opinión le merece a usted la guerra- -Es un mal necesario- respondió- aunque si fuera solo una cuestión que pesa sobre mi prefería que no se hiciera, no sabe la cantidad de buenos hombres, como su hijo que en paz descanse, que mueren o se echan a perder de por vida No pude contenerme más y ya cansada de mantenerme al margen de la conversación en una mesa que siempre había ocupado  en el lugar de una hija dije- ¿Se echan a perder?, pero no diga semejante cosa de sí mismo, se le ve muy bien- ese hombre lejos dela irritación en la que pensé debía sumirlo esa respuesta se rio sonoramente, genuinamente divertido por mi intento para importunarlo y contesto –No, es que yo los desperfectos los llevo bien ocultos- la señora me miro con aire reprobador pero percatándose el de esto acudió en mi defensa- No se moleste señora Moreau, cuando una vive entre soldados se da cuenta de lo valioso que es el humor y también la honestidad, conmigo no hay que preocuparse del protocolo, créame cuando le digo que valoro más una sola palabra verdadera que mi halagos de cortesía, Camillie cree que estoy roto, pues bueno eso puede ser verdad- La señora se conmovió de nuevo, y afirmo –Es todo un poeta usted, se hubiera llevado muy bien con mi hijo- el añadió – tenga por seguro que así hubiera sido, entre soldados estamos todos hermanados, no hay modo de que no nos estimemos. Estuvieron mucho rato en esa charla de cortesanos, tan ensimismados en los relatos caballerescos y los motivos por los que era muy valiente y digno pelear en la guerra que ninguno noto el sabor no muy bueno de esa comida que prepare sin mucho cariño. Cuando por fin se les agoto la charla, después de buen rato en el que estuve obligada por las miradas de la señora a quedarme presente, fue ella llamada a ponerse al frente de algunas cuestiones relativas a la administración de las tierras que nos daban la posibilidad de esta vida de reyes, quedamos entonces la tía Marion y yo en compañía de ese hombre. Ya sin la vigilancia de su protectora, creo que se agito incomodo un momento en su silla, yo volví al ataque pensando que tal vez unas cuantas preguntas inoportunas más bastarían para echarlo de casa –Entonces, no piensa ya reincorporase al servicio oficial- el respondió – No me dejan, según ,la plana mayor tengo que estar un rato en la vida civil antes de volver al atolladero- con ironía respondí- debe ser eso de lo más penoso para un valiente héroe como lo es usted- El rio de nuevo, no se lo crea héroes son los hombres de la trinchera, arriesgando todo el tiempo la vida, haciendo su existencia como lo hacen los topos y las ratas, rebajándose a animales por el bien nuestro- suspiro audiblemente- en fin, valientes guerreros- concluyo- por un instante estuve a punto de creer que un hombre en su posición realmente valoraba a sus hombres y no era simplemente de aquellos que los envía descorazonadoramente a la muerte, pero era tal mi testarudez que no quise dejarme convencer de sus dotes actorales, entonces el decidió cambiar el tema e indagar sobre mí y la tia Marion que hasta el momento no había pronunciado más que las palabras necesarias, cohibida como se encontraba siempre ante las visitas oficiales, el pregunto –Y usted Camille escuche que también sirve a la patria, como enfermera, que cree de la guerra- no vacile ni un instante al responder- Es la cosa más absurda que se nos ha ocurrido como especie y pagamos bien la consecuencia de nuestra estupidez, con la vida propia o la de los seres queridos- Me dirigió una mirada penetrante en la que creo pude ver algo de aprobación por lo que yo decía, pero entonces cuando por fin pude verle algo la humanidad volvió a ser la maquina perfecta y artificiosa que me pareció desde que lo conocí- Ya lo dije yo antes, no es algo bueno, pero tampoco una estupidez, le parece a usted una estupidez la patria- llena de cólera, por ese inhumano bobalicón respondí con visible enfado- Me lo parece cuando no es más que le disputa de unos reyezuelos empeñados en regentar tierras que se repartieron sus antepasados, hace 500 años sin la aprobación de Dios y sin más medios que la muerte  ya la fuerza- La cara le quedo hecha una piedra y de nuevo pareció resquebrájasela la apariencia pero volvió a las respuestas predecibles de alienado – No lo creo yo así, esta es una pelea por el orgullo y la dignidad, algo que tal vez a las mujeres les parece una estupidez, pero que para nosotros los hombres es la cosa más importante del mundo- Sacada de mis cabales por el comentario inaudito que hizo sobre la capacidad de las mujeres para comprender cualquier cosa, me excuse para ir a desangrarme la rabia en el baño. Al volver, serena nuevamente, la señora ocupaba de nuevo el sitio que había dejado vació durante su corta ausencia, agradecí que la conversación que me llego a los oídos mientras caminaba por el pasillo en dirección a la sala en que se llevaba a cabo la visita fuera de despedida, el oficial anunciaba su partida no sin antes prometer que volvería si la señora se lo permitirá porque – se encontraba acá totalmente solo y no sabía dónde más pasar las tardes infinitas y tediosas de su vida de civil- llegue justo a tiempo para despedirme, mientras se despedía de mi me miro con descara atención, sin prestar atención a lo que diría cualquiera que lo observase observándome, creo que incluso al girarme para subir las escaleras el muy descarado tuvo la osadía y sinvergüenza de apreciar las curvas de mi cuerpo, de nuevo solas en compañía femenina la señora nos reprendió a ambas por nuestra rudeza, a la tía Marion por su pasividad y a mí por la mala fe con que había estado hablando toda la tarde, no supe excusarme y a regañadientes accedí a disculparme la próxima vez que lo viera. Más tarde esa misma noche, la tía Marion me visito y fue entonces que me puso al tanto de que la señora había prometido que sería yo el enlace entre ella y el oficial Danton, cuando este partiera de nuevo a la guerra, de algún modo parecía que la viejita quería encontrar en ese hombre el remplazo para su hijo perdido, yo muy agraviada por servir de instrumento a tan molesto macho pensé en quejarme pero me detuvo la certeza de que sería algo demasiado egoísta, entonces también cedi a esa suplica no mencionada pero que de todas maneras me hacia la señora Moreau, de allí en adelante parece que sería yo una especia de cartera, ocupada en recibir la correspondencia entre ella y el oficial,  en ese momento creí que no sería nada más que un trámite, grande fue mi disgusto cuando la primera carta que recibí para la señora de parte del oficial venia acompañada de otros tantos folios dirigidos a mí misma, al parecer esos días en su compañía en la casa Moreau le hicieron fijarse en mí.
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