La Declaración

1474 Words
La declaración de Pierre, era sin lugar a dudas una de las mejores cosas que podía ocurrirme en ese momento, pue inclinaba la balanza ligeramente de mi lado, ya no sería únicamente mi palabra contra la de algunos de mis subordinados sino que otra voz secundaba la mía, su versión, con algunos defectos, era, según yo lo creía, bastante creíble y apelaba a un sentimiento de superioridad muy clavado en el pecho de todos los combatientes, dirían probablemente los jueces -esos sucios alemanes, de seguro por pereza cavaron ha poca profundidad- y todo tipo de sentencias prejuiciosas con las que quedar en paz con su conciencia, como si el parloteo incesante fuera la contribución más grande que hacían a su patria mientras se desangraba constantemente. Durante el receso, fui vigilado todo el tipo por los mismos guardias que me habían custodiado los escasos días en el hotel de parís, estando en cercanía de los jueces no nos era ni permitido ni aconsejable divagar sobre cuestiones propias del juicio, con lo que simplemente guardábamos silencio, ellos probablemente muy aburridos y yo con un sentimiento muy similar al que experimente durante mi primer bombardeo de artillería, en una pequeña galería abierta sobre una de las paredes de la trinchera, los hombres que al principio habían contando audaces bromas callaban paulatinamente a medida que los inmensos trozos de tierra arrancados por las explosiones iban sembrando el campo de hoyos inmensos, en los que luego nos veríamos obligados a tumbarnos para evitar el fuego enemigo, a fin de cuentas en ambas situaciones se ponía la vida en riesgo y así como en la trinchera se pensaba en el modo de salvar la cabeza de los bombazos yo a qui buscaba el modo en que mis palabras tendrían mayor convencimiento, debería tal vez apelar a su orgullo, o a su compasión, tal vez simplemente mantenerme neutro aparentando fidelidad a la verdad, no lo sabía ni logre determinarlo en ese escaso rato, cuando empezaron de nuevo a entrar los oyente y testigos, una simple mirada que me dirigía Camillie fue todo lo que necesite para saber que debía mantenerme digno aun en esas circunstancias y por lo tanto un discurso tan apegado como fuera posible, a la verdad sería algo que me valdría el respeto de los presentes. Los jueces se instalaron nuevamente, me miraban de una manera inquisitiva, con la que pretendían desnudarme el alma, yo sostenía la mirada sin vergüenza alguna pues aun obligado a mentirles lo había hecho con tan buenas intenciones que la pena seria reprobada por la providencia si es que llegaba a imponérseme. El llamamiento que se me hizo al estrado logro aflojarme un poco las piernas, pero confié en que cierto dominio de mí mismo que había adquirido con los tiros zumabantes y la presencia de la muerte bastara para ocultar el nerviosismo que ello delataba, en cuanto me instale se me pidió que diera mi versión sobre los hechos y lo hice del siguiente modo “El soldado Pierre hablo con verdad, lo cierto es que realizábamos constantes patrullas juntos, dado que, y esto es penoso de admitir, prefería su compañía muy instruida sobre la de otros reclutas recién llegados de sus hogares, durante una de estas caminatas a lo largo de la trinchera, en las cuales inspeccionábamos tanto el aspecto material de ellas como el ánimo de los subordinados, creía escuchar el sonido de los picos bajo nuestros pies, ante la ausencia de ingenieros o zapadores en las cercanías, aplique el oído a tierra pero el murmullo seguía siendo tan débil que estime exagerado ordenar la retirada y muy complejo ordenar que se trajeran picos y palas a la posición pues cavando nuestra propia mina no haríamos sino adelantar los planes del enemigo que se encontraban en curso y quedaron probados con el estallido de la mina bajo el abrigo del norte, entonces me decidí a inspeccionar por mi propia cuenta el lugar en que seria probable estallase la primera mina, como relato el soldado Pierre, saque de allí con excusas a  sus ocupantes y me percate del murmullo exagerado de alemanes bajo mis pies, como sabia que en el camino zigzagueante de la trinchera podía llegar tarde a dar aviso a los hombres salí de ella y corrí en sentido contrario, Es decir, hacia el sur, cuando di la orden lo hice con seguridad por que la razón me asistía y de hecho los soldados que me acusan han omito anotar que en la trinchera alemana se oía desde bien temprano una animosidad que resulta siempre natural en los hombres que quieren atacar a bayoneta calada, sin lugar a dudas el ataque debía de producirse y como hacerlo a la descubierta y durante el día resulta absurdo lo mas razonable es que tuvieran preparado un modo de aniquilarnos antes que nosotros a ellos, esto debían ser la minas, si las demás no explotaron debió ser por que estaban sujetas a detonadores independientes y solo llego a encenderse la mecha de un lado, pues al ver que huíamos prefirieron guardar la posición por muy peligroso que sea ocuparla ya estando minada, sin lugar a dudas siempre resulta favorable a los intereses de los soldados no tener que cavar desde cero la trinchera”. Los jueces parecieron de inmediato muy contentos con mi explicación y de hecho creo que de haber concluido allí el juicio todo habría quedado saldado sin mucho drama, habría sido yo de vuelto en compañía de los hombres a los que había estado mandado y fin del asunto, no fue así por que tuve que enfrentar también algunas preguntas difíciles de contestar que me hizo posteriormente el fiscal, la primera de ellas fue le porque me había entrevistado con el comandante de la otra trinchera y ordenado la tregua, frente a esto no tuve que mentir en lo mas mínimo pues la razón era honesta, comente que había ocurrido en un intento por mejorar nuestra posición pues sin lugar a dudas permanecer en la trinchera húmeda y maloliente con la que nos encontramos hubiera sido ceder bajas a la enfermedad, de inmediato cambio la cara de los jueces, quienes ya no alabar mi sagacidad sino que parecieron empezar a reprochar mi debilidad, pues al parecer los señores regordetes, quienes seguramente nunca habían sostenido un arma sopesaban que la vida del soldado no era completa si no se lo sometía a la humillación de dormir sobre el barro, seguí insistiéndose sobre este tema pero allí incluso los soldados que antes estaban en mi contra se pasaron a mi bando y todos llegamos a la conclusión de que aquello se había hecho de buena fe, concluidas las incomodas preguntas, las cuales hacían todas especial  referencia a que no me estaba autorizado acordar la tregua o la paz con el enemigo, los jueces se retiraron nuevamente a charlar sus zalameras en una sala pequeña que se escondía tras una puerta a espaldas de sus puestos de magistrados, no tardaron mucho y tras unos 15 minutos de densa expectación se reintegraron al juzgado, su veredicto, el cual fue pronunciado por el juez del medio, fue el siguiente. “En lo que respecta a la acusación de traición encontramos que el comportamiento del oficial Danton se oriento a salvaguardar la vida de sus subordinados, que de otra manera hubieran podido perecer sin siquiera plantar cara a enemigo invasor, para remediar estas situaciones se ordenara que una compañía de ingenieros se integre junto a los hombres que guardan la frontera norte. No obstante, el pactar la tregua o incluso la paz se encuentra totalmente fuera de sus atribuciones y no puede dejarse sin castigo semejante exceso, por lo que quedad degradado a sargento de pelotón, en su lugar como comandante de la tropa será ascendido el que fuera su inferior inmediato, en cuanto se recupere de las lesiones sufridas salvaguardado a la dama  aquí presente y tras recibir las distinciones que merece por ese acto de valentía se reincorporara a su compañía”. El corazón me dio un vuelco al escuchar la sentencia, no tanto por el hecho de ser degradado, pues en todo caso la posición de oficial me había sido obsequiada al cambiar de bando, sino por que tenia pleno conocimiento sobre la falta de capacidad de mando que poseía el sargento que iba a ser ascendido en mi posición, me dije entonces que resultaba imperativo sanarme por completo para dar algo de cordura a las decisiones disparatadas que ese hombre de seguro empezaría a dar, al cerrarse el juicio fui conducido por ultima vez a la prisión, donde me fueron reintegrados tanto mis ahorros como mis pertenencias personales, allí, a la salida, encontré a Camilllie junto con la señora Moreau, entre las dos me dispensaron el mas caluroso abrazo y posteriormente me invitaron a cenar en su agradable compañía.
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