ELIZABETH CRANWELL. No sabía cómo mi mala cabeza me había metido en esto, ¿Cómo no me di cuenta que era una trampa? Siempre estaba alerta de todo, había bajado la guardia y ahora estaba secuestrada. ¿Qué iba a hacer? No podía usar mi fuerza, mis manos estaban con esposas de plata, el dolor y ardor era inexplicable. No me quedaba de otra que esperar a ver qué harían conmigo. Branwell siempre quiso mi cabeza, ahora que me tenía de prisionera podría hacer conmigo lo que quisiera. Me preocupaba no poder avisarles a los chicos, seguramente estaban asustados por mi demora y que claro no contestaba mi teléfono. Me sentía agotada, no podía creer que fui tan tonta para caer en la estúpida trampa de Branwell. ¿Cómo sabía que estoy buscando a Arturo? ¿Acaso ella también lo está buscando? Ella siempr