Al fin era libre. Ya era costumbre atar su cabello en una trenza y lo llevaba así fuera y dentro del colegio, aunque tenía una cinta en su cabeza en forma de cintillo que siempre combinaba con el color de su vestido. Las señoritas debían vestir discretas siempre y ella seguía usando la discreción de una niña de su clase, a pesar de que estos se ajustaran a su cuerpo de mujer llegando a parecer toda una señorita sin perder aquel aire inocente.
Solo llevaba una pequeña maleta con algunos libros y el diario del que no se apartaba. En la casa grande tenía su habitación esperándola al igual que su familia, la familia que la adopto finalmente.
Caminó sola unos 40 minutos hasta la verja de la casa como siempre hacia mientras que silbaba por el camino, un camino más bien hecho de tierra y piedra de una hermosa vegetación. A la mitad siempre lo acortaba por un sendero lleno de arboles, decía que era mejor a las miradas aparentemente discretas de las mujeres al verla sola. No acostumbraba a ser como las otras chicas de clase alta y se saltaba las reglas sociales, acción que siempre reprendía su madrina, pero pensaba que debían estar acostumbrados a su forma de ser. La realidad es que por pertenecer a ese estatus al que pertenecía no pasarían a más que miradas incomodas, jamás se atreverían a despreciarle o decirle algo directamente aunque sabía de sobra que en sus tan anheladas horas del té comentaban a sus anchas. Las monjas no dejaban siquiera que silbara la reprendían si la escuchaban, así que usaba su caminata para silbar como lo hacían aquellas codornices que criaba en Francia junto a el viejo François. Lo más parecido que tuvo de un abuelo
Recordó que cuando aprendió a silbar cada vez que lo sorprendía alimentándolas llegaba en silencio, se escondía detrás de las jaulas y comenzaba a silbarle. Él reía y le respondía el silbido. "Petite Caille" le decía...
Interrumpió su pensamiento al divisar la casa, apenas entro de la cocina corrieron las mujeres que habían pertenecido al servicio desde siempre, unas señoras ya entradas en años que la querían y cuidaban como si fuera hija de todas. A su encuentro acudieron más para abrazarla y apapacharla como si aun fuese una niña. Siempre la escudriñaban para ver si estaba bien alimentada o si se había hecho algún moretón y en seguida le ofrecían un plato de comida alegando que las monjas no le alimentaban como era debido. Luego llegaba su Madrina recogiendo su hermoso vestido de capas de seda y abrazándola, toda la atención se centraba en ella después de una semana entera en el colegio. Aunque a veces, como era esa ocasión, fueron más de dos. Elisa nunca la saludaba así, siempre sonreía mas como una mueca y besaba su mejilla dándole la bienvenida con cortesía, a pesar de que era casi esquiva desde siempre Gaëlle la quería muchísimo.
No tardó nada en preguntar por tío y por Donovan y las mujeres contestaron que estaban en lo suyo, trabajando y llegando por la tarde a casa. Así debía ser, las mujeres en casa y los hombres fuera trabajando.
Elisa no era de salir mucho de casa y menos ese último mes. Las señoritas solo son acompañadas por su madre a eventos que otras chicas invitan y no a todas le agradaba su forma vanidosa de ser. Probablemente eran excusas, existían otras razones.
En cuanto las dejo a solas en el salón su hija la tomó del brazo y se sentó en el comedor a esperar la merienda. Para ella Gaëlle era la única amiga de Elisa y con la que podía compartir esas cosas de chicas. Gaëlle por lo menos se rodeaba de amigas, pero su Elisa..., Sonrió saliendo del salón a otros deberes de la casa.
- He conocido a el hombre con quien voy a casarme - confesó Elisa juntando las manos encima del delicado mantel
- Al escuchar esas palabras Gaëlle no pudo ocultar la sorpresa - ¿estás comprometida? me ausento 3 fines de semana y pasa de todo
- ¡Aun no! pero lo estaré pronto - menciono con seguridad meneando su hermoso cabello
-¿¡Quien es!? y ¿cómo es que lo conociste?. Ay Elisa me alegro por ti siempre has querido casarte enamorada ¿y él que dice?, ¿va a hablar con mi Tío y mi madrina?
- Espera no te alborotes, no lo sabe pero vamos a ser muy felices en la fiesta de mi cumpleaños lo vas a conocer
- ¿No lo sabe....?..¡Es cierto es en un mes!. ¿Cómo van los preparativos?
- ¡Encargue el vestido más hermoso que jamás hayas visto! - la miro frunciendo el ceño - ¿qué vas a usar tu?
- No lo sé, cualquier vestido estará bien
- ¡Ah no!... no vas a arruinar mi fiesta viéndote como una impresentable.
Se levantó de golpe de la mesa y la tomó de la mano arrastrándola hasta su habitación, fue directamente a su armario y saco uno tras otro vestidos preciosos de su colección dejándolos sobre la cama
- Escoge uno ¿o quieres que escoja por ti? siempre prefieres esos vestiditos sencillos e infantiles o tu uniforme
- Gaëlle rió y los miro. Realmente todos eran hermosos, no quería que Elisa se sintiera mal al rechazarlos - Gracias Elisa, pero tengo uno en mente, mi madre tenía muchos y los han guardado para mi así que... han estado esperando por una oportunidad y como no suelo ir a las eventuales reuniones del té los fines de semana... - se encogió de hombros
- Alzo las cejas y giro con indiferencia. En la puerta llamo a alguien de servicio para que recogiera su desorden - debo verte antes, nos vestiremos juntas - sonrió nuevamente con cortesía
Esa tarde dio un paseo por el jardín como era habitual. En sus pensamientos habían tantas cosas que en soledad su mente imaginaba, soñaba y se perdía en la inmensidad de aquel atardecer. En las flores. En las ramas de los arboles. Tal vez perdida en el mundo que creaba caminó hasta su roble favorito con muchos recuerdos de su niñez y sonrió tocándolo como si este le contara montones de historias. Y sin pensarlo dos veces, de pronto arremangó su vestido y puso una bota encima de una rama mientras se sujetaba de otra. Miro al rededor y rió por su pequeña travesura, pronto estaba como en antaño encima de la rama mirando la inmensa propiedad que en otro tiempo había pertenecido a sus padres y era parte de su herencia
Su madre provenía de una familia adinerada de linaje noble. Era la única hija de un matrimonio de condes. Los condes de Anjou en Francia. Los que aun vivían, pero nunca los conoció realmente. Despojaron de su herencia a su madre por casarse a escondidas con un simple capitán de la Grande Armée, desconociéndola y dejándola en deshonra.
Aquello según cuenta su madrina fue un duro golpe y hablaron de ello por años. Lo que probablemente no sabían los condes es que su padre aunque llevaba una vida militar tenía en herencia una fortuna. No tan grande como la suya quizá, pero era honrada. Vivieron unos años felices en esa enorme mansión antes de que la guerra los llevara por muchos países y finalmente no regresaran. Ese lugar era muy grande para una niña y al morir su madre viendo que no podía cuidarla la llevo con lo más parecido a una familia cercana. Su padre y su tío eran primos en tercer grado, prácticamente no eran ya familiares de sangre, aunque crecieron juntos y decían ser hermanos. Con el tiempo se hicieron los cuatro muy amigos. Una familia.
Se recostó de la gruesa rama mirando al cielo y como siempre que pensaba en ellos estaba convencida de que la cuidaban desde aquel hermoso naranja y sonrió. Escucho un silbido, el sonido de una codorniz y giro hacia abajo con una sonrisa más amplia mientras respondía con otro silbido.
- ¡Gaëlle! que dem... no puedo creer que aun creas que eres un pajarillo - rió mientras la observaba desde el suelo sujetando su sombrero elegante
- Señor no puede estar en mi propiedad sin identificarse. No sé quien es - decía irónica con una sonrisa hacia ocho años que él no lo veía
- ¿Estas de broma? - se llevo las manos a la cintura dudando y en medio de todo se echo a reír, la niña en la copa del roble estaba espectante - soy un pirata de tierras lejanas y solicito hablar con la princesa Caille - repitió teatralmente con recuerdos muy vividos de su infancia
Ella bajo con habilidad del árbol y se abalanzo tan bruscamente sobre él que casi caen al suelo. La abrazo fuertemente con emoción dando vueltas entre las hojas con una sonrisa. Al verla de cerca dudo por unos instantes como si no la reconociera, por un momento no sabía que sentir, no le salían las palabras. Buscaba a la niña que tenia siempre en sus pensamientos, aunque sus ojos eran los mismos había cambiado, era más alta y.. no siguió en detalles porque ella volvió a abrazarlo de un salto
- Por Santa María eres un anciano - rió
- ¿Te parezco más viejo? - frunció el ceño con falsa sorpresa
- Creo que has llegado a la edad de mi tío en ocho años pequeño Doni
- Su risa fue como cuando aun eran pequeños - No puedes decirme así ahora - la miró desde una considerable altura - pequeñita, sigues siendo algo pequeña - observo con gracia como ella fruncía la boca con molestia como siempre y la abrazo con ternura dándose cuenta de que la había extrañado más de lo que pensó
Cuando giraron hacia la casa, estaban las tres mujeres mirando desde una ventana la escena percatándose muy tarde de que las habían pillado
- Tienes que contarme tantas cosas Caille...
- Ella lo miró entrecerrando los ojos - Tu también Donovan
- Nos pondremos al corriente eso es una promesa - levanto su mano en señal de juramento y ella hizo lo mismo asintiendo. Por unos minutos se permitieron ser aquellos niños de hacía ocho años atrás, pasó su brazo con complicidad por su hombro y caminaron por el jardín.
Comenzó contándole del colegio. En un momento se detuvo, se apartó un poco de ella y giro sonriéndole. Aun se sentía algo extraño, era tonto conservar en su mente a una niña que al mirarla ya no exista, pero estaba convencido de que habitaba su interior
Esa noche fue la tan esperada cena que finalmente estaba para la pareja de mediana edad completa su familia. Les pareció verlos como cuando eran niños ahora en conversaciones mas adultas, entre risas recordando los viejos tiempos. Para Roslin era una fabulosa escena, siempre había pensado que Gaëlle y Donovan al crecer se comprometerían, de niños eran muy unidos, tanto que siempre formaron un lazo especial. Frunció el ceño porque de pronto parecía que algo había cambiado entre ellos, además de ya no ser unos niños sabía muy bien que tenían en mente y no era nada parecido a lo que creía. Una madre siempre sabe.
Ese domingo observo como charlaban amenamente como cuando eran unos niños y sintió un poco de decepción. Deseaba mucho ver en ellos algo mas, pero no fue así, se trataban como amigos incluso pudo notar un cariño casi fraternal. Suspiró viendo a través de esa ventana como sus esperanzas se rompían, tenía muchas expectativas en ese reencuentro y nada de lo que imagino sucedió.
En todos esos años en el colegio había creado muchas formas de escaparse, solo la habían descubierto tres veces y la ultima estaba más preocupada por su tío y su descuido le otorgo un castigo de 3 fines de semana sin salir. Por la tarde en el receso sus compañeras la encubrieron para escaparse. Sería rápido. Visitaría a Donovan en el hospital y volvería, pero tratando de saltar la verja se enredo su vestido de uniforme en un alambre y se rompió un poco en la parte baja arañando su pierna. Chasqueó la lengua y siguió como si nada.
En el hospital pregunto a una amable enfermera por el Dr. McDermott y la condujo hasta el pasillo indicándole en donde quedaba su consulta. Él no estaba, en su lugar estaba otro médico quien al mirarla se levantó y le extendió la mano guiándola hasta la silla amablemente.
- Lo siento pero... el Dr. McDermott...
- Tuvo que atender a un paciente de emergencia, pero no se preocupe ya sé quién es usted señorita - le sonrió tiernamente y ella le devolvió la sonrisa tímida - ¿puedo tutearle?, ¿se ve usted muy joven y tratarla como señora se me hace que no le va. ¿Se ha sentido bien?
- Rió - gracias, espero sea un cumplido. Estoy estupendamente
- El Dr. McDermott me comento de tu caso y realmente necesitas una dieta sana. Además de practicar nuevos estudios para verificar la evolución
- ¿Evolución? ¿Estoy enferma? - parpadeo con inocencia - espero que no sea grave pretendo vivir muchos años mas
- No es grave, pero si de cuidado - la miró fijamente unos segundos y se levanto de su asiento.
Rodeo el escritorio hasta llegar frente a ella, con el estetoscopio en mano hizo las pruebas de rigor. Apenas la tocaba con la delicadeza de una muñeca de porcelana, esa chica tenía algo que de momento lo descolocaba. Cuando lo miro con esos ojos claros y dulces no supo explicarse a lo que solo le sonrió. Desde el momento mismo en que apareció por la puerta le pareció ver a un ángel, ella se dejaba revisar mientras él quería que acabara pronto esa cercanía. Le hacía sentir cosas nada profesionales.
- Al fin se alejo sentándose en su escritorio en medio de una breve turbación - ¡bien!, no encuentro nada anormal y me dice que se ha sentido bien, pero debe hacerse esos análisis
- ¡Análisis! - estaba confundida, quizá realmente Donovan había notado que estaba enferma y no se lo dijo. Miro el reloj de la pared detrás del amable medico y abrió los ojos levantándose de golpe debía regresar - Lo siento Dr. debo irme es tarde - salió hacia la puerta
- La siguió con preocupación, la consulta no había terminado entonces se percató de su vestido y un poco de sangre cerca de su tobillo - ¿le sucedió algo? ¿algún accidente cuando venia hacia aquí? - ella miro el borde descocido
- ¡Ah! si es que... ¿tendrá alguna aguja e hilo? debo reparar esto antes de que me meta en problemas - miro el reloj nuevamente - tengo 10 minutos
Por un segundo se extrañó de aquella petición, pero al siguiente minuto le entregaba una caja pequeña con hilos y agujas mas una gaza con alcohol. Con una habilidad única observo con fascinación como ella cocía el borde de su vestido y en un tiempo record le devolvía la cajita con la sonrisa más hermosa que hubiera visto jamás. Le dio las gracias y a pesar de la insistencia por que recibiera la receta ella salió a la carrera nada típica de una señorita herida dejándolo con una tonta sonrisa y una sensación extraña. Volvió a su informe sobre la mesa y murmuro su nombre Marisa.
- ¿Alguna novedad? - preguntó Donovan entrando a su consulta y colocándose la bata blanca
- Atendí esta tarde a todos tus pacientes, pero... una mujer... bueno ella se fue corriendo antes de recibir la receta para realizarse los exámenes correspondientes - tomó el informe y se lo extendió
- ¡Ah! Marisa, pensé que no vendría. Se resiste a combatir su enfermedad. En realidad alega que es un acto de Dios para reunirla con su esposo, yo estimo que será pronto - meneo la cabeza con tristeza
- ¡Estas de broma! ¿esposo? pero es tan joven y bella... además me dijo que se sentía muy bien y se veía ... muy bien - sonrió al recordar a la joven - entonces sintió los papeles golpear en su pecho sacándolo de su ensoñación
- Rió sentándose detrás de su escritorio - no es tan mayor y definitivamente te gustan todas las mujeres. No cambias. Su esposo murió en un accidente estaba recién casada, eso tengo entendido sucedió hace un par de años, todos conocen aquí a Marisa incluso la recuerdo cuando era muy joven. Tenía un montón de pretendientes, lamento que su vida cambiara tan drásticamente
- Es una verdadera lástima porque es una preciosura de sonrisa dulce y no es que me gusten todas las mujeres mi estimado colega, pero desde el preciso momento que la vi... me imagine por primera vez en mi vida como seria llegar a casa y encontrar esa sonrisa esperándome para cenar
- ¿habas en serio? Marisa no es tu tipo de mujer, y en tres consultas no la he visto sonreír, sentar cabeza no es lo tuyo
- No sé en donde tienes los ojos para no haber visto los de esa mujer.. ¡Ahh ya se precisamente en donde los tienes! - sonrió - y no está nada mal amigo, pero allí tienes muchos problemas
- Lo sé, te aseguro que ella es el amor de mi vida - sonrió con un suspiro
- ¿Crees que Marisa esté en la celebración de tu hermana?
- No lo creo, pero puedes preguntarle a Elisa esta tarde. Roslin te ha invitado a cenar, parece que le caes bien y es el cumpleaños de Elisa no de Roslin
- Lo siento me confunde aun, es que tu hermana parece tu madre y a tu sobrina la tratas como una hermana. Supongo que a la otra chica, la que es una niña... la trataras como a una también
- Se reclino en su sillón mirando a Darren con el ceño fruncido - Roslin es mi hermana, aunque me crio como si fuera mi madre y aun hoy cree que tiene ese derecho. Elisa es mi sobrina y es cierto crecimos juntos la conozco desde que era una bebé y la siento como mi hermanita y Caille... ella es... ella realmente no es de nuestra sangre, aunque es parte de nuestra familia.. no es mi hermana y tampoco ya una niña - esas últimas palabras parecieron confusas en su mente, a pesar de que eran ciertas le costaba convencerse de ello
- Estoy ansioso por conocerla, he escuchado muchas historias de la pequeña codorniz que me la imagino como una niña
- Yo también - murmuro