Codorniz
La tarde era gris al este de Londres al momento que sonaban las campanas de las tres del "Colegio semi-internado para señoritas Santa Sofía". En donde las alumnas disfrutaban de un receso, el preferido por todas ya que las monjas po r fin se retiraban dejándolas a sus anchas en el enorme patio para departir, y ser libres de las estrictas normas inculcadas con severidad a las niñas desde muy temprana edad.
Las más jóvenes corrían jugando con cuerdas, cintas y aros de plástico y las más grandes se aglomeraban en grupitos a secretear sobre algún evento o chisme de sociedad. Todas vestían el uniforme reglamentario. Camisa blanca de mangas abombadas y encaje hasta el cuello cerrada por un lazo verde oliva de seda. Sobre ella un vestido de tirantes hasta los tobillos a cuadros de porte escocés verde oliva y azul con escote cuadrado y talle en la cintura. Además se le sumaban unas sobrias botas negras con tacón moderado, digna indumentaria de la educación ejemplar a niñas de clase alta.
Entre tantas chicas, un grupo debajo de un gran árbol cotilleaba. Todas sonrientes llevaban el cabello trenzado como norma, algunas con dos trenzas y otras con solo una, en las reglas estaba muy bien descrito como deberían llevarlo dentro del colegio. Con un poco de desorden aprovechando su hora libre, en el centro de el banco de madera reía a carcajadas una rubia de cabello rebelde trenzado hasta casi la cintura. De lejos se podría observar como atraía al resto con un luz propia y especial. La rodeaban intrigadas sus compañeras por algo que estaba contando con tanta emoción como si se tratara de una historia increíble y fantástica. Hacía reír y hasta asombrarse a todas con sus ocurrencias quienes la miraban con atención.
- Él vendrá en una semana y mi madrina celebrará una gran fiesta en su honor. Ha estado muchos años fuera terminando sus estudios y trabajando. Escuche decirle a mi tío que es un gran médico reconocido allá, y aún así lo que más desea es volver a casa.
- ¿Lo recuerdas Paulina? - le dijo una de ellas a otra a su lado - yo era muy pequeña, pero mi hermana siempre estuvo suspirando por él, de hecho todas sus amigas se desvivían por sus atenciones.
- Es raro que aun no se casara siendo tan asediado desde joven, quizá traiga una esposa y nadie lo sepa, ¡los hombres siempre se casan en el extranjero! - exclamó otra de ellas
- Que yo sepa no - pero de seguro habrá alguien especial aquí para querer volver tan repentinamente. ¿No les parece? - se encogió de hombros sonriendo con misterio - de todas formas tengo castigo de la reverenda madre por un mes sin poder ir a la casa grande. No sé porque se ensaño conmigo - ladeó la cabeza con inocencia fingida y todas estallaron en risas
- Mira que descaro Caille, te sorprendieron tratando de escapar del colegio a media noche. ¿Por cierto a donde ibas?
- Quería ir a la casa Grande para ver como seguía mi tío. Últimamente no ha estado bien - compuso una mueca de preocupación
- Hubieses esperado al fin de semana - Dijo menando la cabeza una de sus amigas en reproche
- Lo hecho, hecho está -
Con esa certeza las campañas volvieron a sonar dando por terminado el receso y su breve tertulia de historias. Mientras todas se levantaron para entrar una de las novicias se acercó directamente a la rubia y le entregó un sobre
- Caille, Caille...- dijo con acento francés - esto es para ti llego en la mañana, pero solo se me permitió dártelo hasta ahora, tenía que hacer unas encomiendas antes y se me paso el tiempo. Espera hasta que terminen tus clases para abrirla recuerda que no puedes hacerlo en clases - le sonrió dulcemente - es de el hijo de tu tío
Sonrió ampliamente mientras sus compañeras saltaban a su alrededor. Fingió no importarle y guardo la carta en el bolsillo de su vestido abrazando el pequeño paquete que venía con él
- Les diré luego de que se trata
Mientras tanto en la casa grande se preparaban para recibir a el Doctor McDermott y Arthur sonrió con la algarabía antes de entrar a su despacho y poner en orden unos papeles. Roslin daba órdenes de arreglar, limpiar y dejar todo perfecto para la llegada de su hermanito. Ella era una mujer de carácter fuerte a diferencia de su esposo Arthur, tan dócil y tranquilo que hacían muy complementaria su unión. Entró al despacho como un vendaval de faldas y nervios en donde sacaba cuentas ordenando papeles, tenía desde hacía años un negocio de telas. Una tienda reconocida y pequeña fábrica que importaba las más finas de la localidad y con la que podían mantenerse dándose buenos lujos, pero a pesar de pertenecer a la clase alta no poseían una cuantiosa fortuna. Tenían una hija, Elisa de la misma edad que su ahijada Gaëlle y prácticamente criaron juntos a los tres. A Donovan desde que sus suegros fallecieron, un evento que siendo tan pequeño no recordaba, muy al contrario de su esposa que había sufrido mucho aquella trágica perdida
- ¿Cariño, mandaste a traer la platería? Doni llegará en unos días y quiero que todo esté listo - preguntó acelerada y un poco nerviosa
- ¡Cálmate un poco mujer!, sabes que a él jamás le ha importado esas nimiedades
- Pero ha estado muchos años fuera codeándose con gente a las que sí. Además no quiero que piense que estamos en dificultades económicas
- No estamos en dificultades querida - le sonrió con cansancio y se quito los anteojos que regularmente usaba para leer. Su cabello ya pintaba algunas canas y su cuerpo no era el mismo de antes. Se acerco a su esposa con cariño para tranquilizarla - ¿sabes que es lo que más me emociona de todo esto? - acaricio su rostro - al fin volveremos a tener a nuestros hijos todos reunidos. Elisa, Donovan y Gaëlle
- Chasqueo la lengua - Caille está castigada hasta el próximo mes. ¡Sabes cómo es! no ha terminado de hacer una travesura cuando hace otra, ya es hora de que madure. Es toda una señorita y muy bella - sonrió con ojos de ilusión - ¿Crees que Donovan lo note?
- Por ser como es ella nos ha traído alegrías y muchas risas a esta casa. Ya vendrá y estaremos todos juntos en la misma mesa como debe ser y por lo que se refiere a Donovan... ¡ya déjalos en paz mujer! - le devolvió la sonrisa - si es de Dios se dará, sino seguirán siendo los mejores amigos como cuando eran niños - logro que su esposa cambiara la mueca de disgusto ante su respuesta y le sonriera besando su frente con ternura
A la hora de dormir en las amplias habitaciones del colegio con hileras de camas de derecha a izquierda, dos hermanas con una veladora encendida pasaban la última revisión con todas acostadas y con las luces de su cómoda apagadas. Apenas salieron de la habitación cerrando las puertas todas se levantaron de golpe tratando de no hacer ruido terminando encima de una sola cama
- ¿Que decía la carta Caille? - preguntaban en susurros - ¿y que era ese curioso paquete? -
Ella también hablo muy bajo y con misterio aquellas eran sus aventuras de siempre, la sacó de su cómoda dentro de un libro que estaba leyendo y como no la podía leer por la oscuridad la abrazó con suspiros alegres
- Dice que espera con ansias verme y que me trae un montón de regalos. El paquete es.. una especie de diario, quiere que escriba allí todos mis recuerdos. "Para que tus historias queden plasmadas" . Me cuenta que trabajara directamente en el Hospital Central que está a dos calles de aquí y me envía muchos abrazos
- Debe ser un hombre encantador - suspiró su compañera - ¿tú crees que te comprometan con él? si está soltero...
- ¿Por qué dices eso?. Mis padrinos no harían algo así. Además yo no voy a casarme nunca. No estoy hecha para ser esposa de nadie ellos lo saben
- ¡Vamos Caille! es lo que todas queremos, esperamos que termine este ultimo año para que algún buen partido nos pida en matrimonio
- Frunció el ceño - yo no quiero ser simplemente un adorno para escoger ¡Y he dicho que no! - las azuzó de su cama - vayan a dormir antes de que nos pillen a todas - se cubrió hasta taparse por completo y le sonrió a la carta que oculto debajo de su almohada
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Esa noche me desperté llorando. En la oscura habitación limpie mis lagrimas y escuché el ruido.. gruu... gruuu... gruuu. Repetí como ellos sin saber silbar. Mis padres viajaban mucho no durábamos demasiado en ningún lugar y en ese momento estábamos en Francia. Como coronel del ejército mi padre estaba al frente de una misión y mi madre prometió no dejarlo nunca, así que me acostumbre a vivir de un lugar a otro sin hogar fijo. Cuando cumplí los 5 años mama enfermó. Es el primer recuerdo triste que tengo en mi vida, su salud se deterioraba día a día dejándola sin fuerzas. Aun así sacaba de algún lugar las suficientes para sonreírme. Mi padre se dividía entre cuidarla y el regimiento, casi ni notaba que yo estaba allí a veces y no lo entendía.
Mamá me abrazo una tarde lluviosa en el sofá cuando le pedí tímidamente que me contra una historia, solía hacerlo, imaginaba historias únicas sólo para mí. Lo hizo y luego con voz apagada y susurrante me dijo que me amaba. Se quedo dormida junto a mí y yo me quede despierta para abrazarla. La llame insistentemente varias veces luego de una hora, pero no respondía. Así que solo me quede en silencio junto a ella sujetando su mano fría. Papá se volvió un ser triste que apenas hablaba. No podía cuidarme y servir al ejercito al mismo tiempo. Muchas veces lo encontraba llorando a solas aunque cuando me veía rápidamente secaba sus lagrimas y me sonreía forzadamente. Lo recuerdo muy bien, tenía un bigote oscuro encima de su labio que me encantaba toca. Mi padre tenía unos ojos verdes más claros que los míos y cada que me miro fijamente al espejo logro verlo, un poco borroso y siempre sonriente, sólo para mí. Fueron ellos los primeros en llamarme por ese sobrenombre que se asemeja a mi nombre real debido a que siempre me la pasaba en la pequeña granja cercana rodeada de codornices. Las cuidaba, las nombré y en mi constante soledad las hice mis únicas amigas. Eventualmente quizá me volví una de ellas...
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Paró de escribir con aquel recuerdo cuando sus ojos se inundaron de lagrimas. Dejó la pluma a un lado y suspiró cerrando el diario de tapa marrón y broche. Miró al rededor estaba sola, de nuevo. Era fin de semana y sus compañeras estaban con su familia en casa mientras que sus castigo la aisló de ese beneficio. Sonrió de pronto evocando ese último pensamiento "gruuu... gruuuu" y luego silbó de esa forma tan peculiar que con el tiempo aprendió llenando el espacio con el sonido de una verdadera codorniz y rió. Lo hacía siempre que estaba sola y era más frecuente en su vida de lo que le hubiese gustado.
El carruaje paso el camino de piedras y flores de la entrada. Su corazón quería estallar, la ansiedad lo había estado consumiendo desde hacía semanas. Diviso la casa grande a la distancia y sonrió con un hondo suspiro. Los recuerdos felices de su infancia golpearon su mente como un aire fresco lleno de nostalgia. A su lado, en el vaivén del terreno viajaba con un colega y más que eso un amigo que estaba totalmente maravilladlo con aquel nuevo lugar. Cuando al fin paró frente a la casa no se detuvo ni para ir por las maletas en la parte trasera, subió los escalones de la entrada al tiempo que la puerta se abría de par en par con Roselin abriendo los brazos. Se quitó el sombrero beige y la abrazó con tanto cariño que no quería soltarla. Ella tuvo que ponerse de puntas para abrazar a su niño dándose cuenta que ya no lo era más. Acunó su rostro mirándolo con ojos llorosos de alegría y haciéndose a la idea del hombre en el que se había convertido, las fotografías monocromáticas no le hacian justicia. Alto, elegante y apuesto. Su cabello se había oscurecido hasta ser de un castaño claro, pero sus ojos tan azules seguían siendo los de su Doni. Lo abrazo de nuevo antes de componer la postura rígida característica y contener sus emociones. Arthur lo abrazo con la misma algarabía, pero con un par de palmadas fuertes que anunciaban respeto y afinidad entre hombres. Ambos se apartaron para que abrazara a quien se encontraba detrás. Con apenas una sonrisa aguardando su turno, la miro por completo sin poder dar crédito a la hermosa señorita que tenía en frente. Era como su hermanita y la adoraba. Ella se abalanzo sobre su cuello mientras recibía montones de besos en su mejilla como cuando era una niña
- ¡Por Dios Elisa! dime que no tendré problemas con una cantidad exagerada de pretendientes - le sonrió
- No lo creo Doni - dijo con fingida humildad contoneando su hermoso cabello largo rojizo
Entonces, luego de los minutos de reencuentros más emotivos de sus vidas ocurrieron las presentaciones. El caballero que miraba la escena sonreía, se quito su sombrero y se presento como Darren Mitchell. Donovan se disculpo y lo hizo formalmente comentando que era un colega y amigo que había hecho el viaje con él para trabajar juntos en el hospital ya lo había mencionado en su última carta a su hermana. La familia lo recibió como un invitado mas, aunque se hospedaría en un departamento cerca del hospital así que lo invitaron a almorzar. Era un caballero contemporáneo con Donovan, muy guapo de ojos penetrantes oscuros como su cabello y era como ver un príncipe para Elisa que no le apartaba la mirada. Sin poderlo evitar coqueteaba de forma inocente, aunque aquello no paso desapercibido para Mitchell sí para el resto de la mesa que se concentraba en la burbuja de emoción
- ¿Caille vendrá este fin de semana? - preguntó notando como se miraban entre ellos dudando en responder
- Fue Elisa quien respondió con una sonrisa - Esta castigada en el colegio, así que no vendrá hasta dentro de un par de semanas más, no deja de ser una traviesa
- ¡Vaya! definitivamente no cambia - meneo la cabeza con una sonrisa evocando en su mente como siempre a la niña que tanto añoraba - tengo muchas ganas de verla
- ¡Pero no iras al colegio Donovan!. No puede recibir visitas, tendrás que esperar
- ¿Lo siento, pero hablan de una niña? porque he escuchado historias increíbles de Donovan sobre su pequeña Gaëlle, ¿Es la misma persona?. Bueno, ya no debe ser una niña ni tampoco es una codorniz - Michaell parecía confundido y esto hizo reír a todos
- Son la misma persona Darren, te encantara conocerla. Está en un colegio para señoritas a diferencia de Elisa que fue educada en casa, siempre quisimos que viviera aquí y recibiera sus clases, pero ella insistió que eso era lo que hubiese querido su padre. En menos de un año saldrá de allí, espero para que forme una familia - menciono Roselin mirando a su hermano con una sonrisa
Donovan no podía imaginarla siendo más que una niña, en su cabeza no existía la posibilidad de que ella fuera una esposa, así que las palabras de Roselin no llegaban nunca a ser insinuaciones, sólo fantasías
- En su última carta me conto que quería ser Maestra
- Ella quiere serlo y las educan para ello, pero para ser maestra de sus hijos, su padre siempre quiso que su hija tuviera un buen matrimonio y aspiro que así sea - concluyo Roselin con la conversación
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Llevaba mi vestido rosa pálido y mi sombrilla de encaje del mismo color. Frente a mí la laguna del parque con montones de enamorados paseando en bote o algunos caminantes de la mano muy juntos en su propia burbuja. Del otro lado habían niños correteando a sus padres que sonreían orgullosos, me sujete de la baranda de hierro al borde y suspire. Al fin lo vería de nuevo, después de tanto tiempo, de tantos años, no podía controlar la emoción, la ansiedad, los nervios, todo daba vueltas en mi estomago. Cuando gire allí estaba con un traje elegante beige que le quedaba tan bien como esa sonrisa, la sonrisa que tanto añoro. Se acerco a mi lentamente, lo suficiente para perder el poco aire que me quedaba y me tomo por la cintura. Era un lugar apartado de las miradas curiosas aún así yo me ocultaba debajo de mi sombrilla y mi sombrero de flores. Lo nuestro era un secreto. Acaricio mi mejilla mirándome con ojos de enamorado, como si fuera lo único que le importaba en el mundo. Volvió a sonreírme, estaba a punto de desmayarme y entonces lo dijo...
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- ¡Que! ¡que dijo! - grito exasperada una de las chicas mientras todas la chitaban, era de noche y si las pillaban estarían castigadas de por vida. Se tapo la boca y rieron todas por lo bajo
- "Te extrañe tanto Gaëlle, no podía soportar ni un minuto más lejos de ti". Intento besarme, pero me aparte mirando a todos lados. Lo nuestro no podía saberlo nadie. Él soltó el aire y frunció el ceño acercando su cuerpo mas al mío... No me importa que todos lo sepan, casémonos sin reparar en el que dirán
- Awwww... que romántico - suspiro otra de las chicas con ensoñación
- No es romántico. Es peligroso. La familia no debe enterarse y yo jure que no iba a casarme
- Pero... ¿por qué Caille? estoy segura de que tu madrina sería la primera en festejarlo
- Puso los ojos en blanco antes de contestar - ¿no es obvio? aun no termino la escuela y no estamos comprometidos esa clase de acercamiento está mal visto. Es reprochable. Debo primero graduarme y él es mayor, además de un doctor reconocido. Mejor mantener lo nuestro en secreto
- Es tan atrevido... y romántico... ojala yo viviera algo así - sonrió su compañera - ¿y se verán de nuevo en secreto?
- ¡Claro! y esto es algo que nadie debe saber. Se los cuento porque son mis hermanas, entre nosotras no hay secretos es ley de la hermandad. Ya vayan a dormir - todas corrieron en puntilla hasta su cama
Suspiro cerrando con fuerza los ojos y sonrió.