Llegamos empapados hasta el flamante auto, mis dientes castañeaban gracias al frío que sentía, Mateo me tenía envuelta en sus brazos, algo que me mantenía en la nube, no es que hubiera bajado después de nuestro beso, nunca baje, pero sentir la mezcla a mar, pomelo y mandarina, con la humedad del ambiente, el olor a flores silvestres y césped, era algo fascinante. Y si aquello le agregamos su camisa traslúcida, las líneas mostrando sus fascinantes cuadrados, puedo decir que estaba al borde de un orgasmo sensorial. Me detuve junto al coche como me pidió mientras buscaba algo en el baúl del mismo. La misma manta que coloco en el piso la vez anterior, ahora se encontraba en sus manos mientras se acercaba a mí para colocarmela y abrir la puerta para que entrase. Mateo no tardó en estar a mi