Las calles pasaron, el cielo no brillaba como otras veces, pero Mateo parecía tener todo el brillo que faltaba, la sonrisa en su rostro dejaba visible un par de hoyuelos que invitaban a tocarlos, sus ojos se encontraban extrañamente más claros que de costumbre, sus hombros estaban relajados dejando así una mano en el volante y la otra sobre mi muslo el cual acariciaba distraídamente. Mordí mi labio inquieta y miré por la ventanilla, la gente se movía acelerada de un lugar las otro, hombres de trajes con sus teléfonos celulares en sus oídos o manos, no había niños por ninguna parte, solo gente de traje, algunas personas pidiendo dinero y una chica sobre la acera dormida. Me detuve en ella mientras el auto esperaba el semáforo, su cuerpo delgado dejaba al descubierto dos clavículas muy mar