La luz del día se colaba por mi ventana, olvidé cerrarlas anoche cuando llegué, no sé porque no lo hice, ni siquiera la miré, venía en mi burbuja, una encantadora burbuja dónde Mateo y yo nos besábamos desenfrenadamente en el asiento del auto. ¿Cómo llegamos a eso? Él simplemente estacionó el auto en una parte oscura de la carretera, no fue mucho tiempo, creo que estuvimos exactamente unos treinta minutos, minutos dónde sus ojos buscaron los míos, sus dedos jugaron con la palma de mi mano y sus labios me llevaron a lo más profundo, para luego elevarme a otro plano. Fue un momento, nuestro momento, él solo detuvo el vehículo, giró su cuerpo y me miró. Sus ojos brillaban con la tenue luz de noche, eran de un tono extraño, parecían más profundos, negros, como el océano a la luz de la luna,